Le acusan de “falta de planificación”, que ha llevado a una ciudad “donde no es seguro beber agua del grifo”, y piden que haya un reparto de botellas a todos los vecinos de la capital, lamentando que no advirtiera antes de que Sanidad certificase que el líquido no era apto para el consumo.

El portavoz popular, Jorge Pato, ha afirmado con contundencia que “si se hubiese ejecutado el Plan Cogotas [para potabilizar agua del embalse de Las Cogotas], no” habría “estas circunstancias tan penosas que está viviendo nuestra ciudad”. Según ha recordado, el proyecto -acordado en 2019 entre el Ayuntamiento, la Junta y la sociedad estatal Acuaes- fue declarado “de interés general” y contaba con “la vía administrativa despejada y la financiación garantizada”.

“El señor Sánchez Cabrera ha tenido la solución técnica y despejada la vía administrativa, con financiación a su alcance, y ha tenido en su mano un proyecto para dar carpetazo a un problema endémico”, ha señalado Pato, que ha criticado que Ávila sea “la única capital de provincia española que, en caso de grave sequía, no tendría garantizado el suministro”.

Herencia

Según los cálculos del PP, la participación municipal en el Plan Cogotas habría supuesto una inversión de 7,5 millones de euros a devolver en 25 años, frente a los nueve millones que ahora se estiman para sustituir los 20 kilómetros de la tubería que conecta el embalse de Serones con la ETAP. “La herencia de los seis años de desidia al frente de algo tan básico como el abastecimiento de agua es esta”, ha insistido.

“Hoy todos los abulenses pagamos el cortoplacismo con la situación que nos toca vivir con los grifos de nuestra ciudad”, y ha acusado al alcalde de haber ignorado incluso propuestas contenidas en la Mesa del Agua, como el tanque de tormentas que, según dijo, “ya figuraba en los presupuestos de 2020 y nunca se ejecutó”.

En cuanto al episodio actual, el PP sostiene que “esta crisis es de responsabilidad exclusivamente municipal, ya que son los ayuntamientos los responsables de asegurar que el agua suministrada cumpla con los parámetros para ser declarada apta”. También apuntan que el problema “proviene del punto de toma de agua en el embalse de Fuentes Claras” y no del propio cauce del río Adaja.

“Si el suministro se hiciera desde el embalse de Cogotas, no estaríamos con este problema”, ha asegurado Pato, que ha acusado al alcalde de actuar con “sectarismo” al desestimar los proyectos del anterior equipo de Gobierno del PP. También ha anunciado que estudiará medidas compensatorias para los vecinos en función de la evolución del episodio: “los abulenses no pueden quedar sin compensar por esta situación”.

Por su parte, el concejal Enrique García Tejerizo ha afeado que el alcalde “esperara a que la Junta decretara la no potabilidad” del agua para emitir una nota de prensa, y que ésta se publicara “a las tres de la tarde, cuando los principales medios locales ya habían cerrado sus informativos”.

“Un alcalde serio, en cuanto tiene la sospecha de que un elemento químico supera los límites, lo que hace es dejarse la piel para que ni un solo abulense dé un sorbo más del agua del grifo”, ha dicho García Tejerizo. Según su valoración, se desaprovechó la “potencia comunicativa” del Ayuntamiento, al no utilizarse herramientas como el sistema de alertas por SMS con el que cuenta Aqualia.

Reparto de agua

El edil también ha cuestionado la falta de logística municipal para garantizar el reparto de agua embotellada, puesto que el alcalde dijo que era imposible: “frente al agua, ¿quién no es vulnerable? Todos somos vulnerables antes o después frente a la insalubridad del agua”.

Asimismo, ha criticado que el alcalde por llamar a la tranquilidad: “cuando el grifo calla, la gestión habla o la gestión grita”, ha sentenciado.

En su comparecencia, García Tejerizo ha denunciado que “durante seis años se ha arrinconado un servicio básico como el agua, mientras se construían carriles bici inservibles y chapuceros que nadie utiliza”.
El PP asegura que hará un seguimiento y que exigirá responsabilidades por lo que considera una “anomalía” que ha puesto a Ávila “en un mapa en el que nadie querría estar".