Hernández Guío, tras leer la noticia de un caso sucedido en El Barco de Ávila y visto en el Juzgado de Piedrahíta, ha recordado uno de sus primeros casos profesionales, donde un cliente fue condenado a pagar 300 euros por un puñetazo en la cara a su cuñado, sin causar lesión alguna. "A cliente y cuñado se les quedó que, en ese juzgado, ‘la hostia está a 300 euros’”, ha escrito el letrado, evidenciando la percepción errónea que se generó tras la sentencia.

Según relata, esta percepción llevó a que, cada vez que ambos se encontraban, se agredieran nuevamente, ajustando el número de golpes según el dinero ahorrado, más los honorarios de sus abogados. En un segundo juicio, el cliente fue condenado a pagar 500 euros por cada golpe, lo que llevó al cuñado a bromear diciendo que "ha subido la tarifa".

No obstante, tras varios juicios adicionales, ambas partes finalmente comprendieron que las penas impuestas por el juez no eran arbitrarias, sino que dependían de las circunstancias específicas de cada caso, dejando claro que las penas no responden a una tarifa estándar, sino a un análisis detallado de cada situación. En aquel caso, asegura que los implicados “dejaron de zurrarse”.

El abogado subraya que, en este caso, la condena de 1.250 euros no establece un valor fijo para ese tipo de agresión, sino que la sanción se determina con base en los detalles particulares del incidente. El hilo de Hernández Guío concluye con lo que él denomina “consejo jurídico del día”: “no des patadas en los testículos a tu enemigo aunque tengas 1.250 euros”.