Ante unas nubes amenazantes, con 3º y frío viento, la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad ha decidido reducir su itinerario y, desde su salida de la iglesia de San Pedro ha llegado, por San Segundo, hasta la ermita del Humilladero, donde se ha ofrecido una oración, para regresar al punto de partida, evitando el recorrido hasta el Mercado Chico.

El luto y la solemnidad de esta jornada se ha visto encarnada en los pasos de Nuestra Señora de la Soledad, obra del escultor Eduardo Capa Sacristán de 1958, y la cruz desnuda de 1993, creada por miembros de la cofradía, que simboliza el dolor y la soledad de María tras la muerte de su hijo. 

Por segundo año, un nutrido grupo de alumnas del Centro de Danza Emma Lucena han ofrecido la riqueza del sonido de las castañuelas adaptado al contenido ritmo de un día como este, una aportación sin duda original a este desfile y que ha contado con más participantes haciendo sonar este instrumento.

La indumentaria de las participantes, compuesta por trajes negros complementados con mantillas españolas para las mujeres, es fiel reflejo del Sábado Santo. La presencia de algunos miembros de la Hermandad del Santísimo Cristo de los Estudiantes añade un hermanamiento con la procesión que salió una semana antes.

Un elemento distintivo de este desfile son los estandartes de los siete dolores de María, portados por siete mujeres con capuchón. Esta tradición, que simboliza los dolores sufridos por María desde la profecía de Simeón hasta la sepultura de Jesucristo, recuerda a los devotos el sufrimiento de la virgen.

Al compás de marchas procesionales de la banda madrileña de las Tres Caídas, el recorrido que salió a las 19 horas ha regresado ya en la noche abulense ante la mirada de cientos de espectadores, que no se han echado atrás a pesar del frío.