Del Domingo, 14 de Septiembre de 2025 al Miércoles, 17 de Septiembre de 2025

Hermanamiento de Ávila y Morelia por la pintura
Desde el pasado 25 de noviembre, las ciudades de Ávila (Reino de España) y de Morelia (capital del estado de Michoacán de México) quedaron hermanadas atendiendo a especiales lazos de amistad.
Tras el hermanamiento, sobre los abundantes vínculos que unen a ambas capitales desde el siglo XVI, nos detenemos ahora en los que nos proporciona la pintura, dejando para otra ocasión aquellos relacionados con la utopía de Vasco de Quiroga; la conquista y la colonización; la música y el arte; la arquitectura y el patrimonio; la naturaleza y el paisanaje; la religiosidad y el santoral; las tradiciones y costumbres; la literatura y la historiografía; la toponimia, la cartografía y el callejero; y las migraciones y el exilio, entre otros aspectos que también ofrecen puntos de encuentro en este hermanamiento.
La pintura, entonces, como elemento de unión de las culturas abulense y la mexicana de Michoacán, propicia ahora que nos detengamos en la obra abulense de Diego Rivera, y en la obra mexicana del pintor adoptado en Ávila Guido Caprotti, sin olvidar la omnipresencia en México de Vasco de Quiroga, abulense de Madrigal de las Altas Torres, que figura en muchos de los numerosos murales artísticos contadores de la historia del país.
Así, a modo de conquistador artístico llegado de Indias, emulando a los abulenses que lo hicieron en el siglo XVI arribando a las costas de Nueva España en busca de fortuna, y a aquellos otros que lo hicieron acompañando a Vasco de Quiroga (Madrigal de las Altas Torres, 1478?- Pátzcuaro, 1565), oidor de la Segunda Audiencia de México, llegó a Ávila en el verano de 1908 el pintor azteca Diego de Rivera Barrientos (Guanajuato, 1886 - México D.F.,1957). Vino a España pensionado por el estado de Veracruz, y recomendado por el pintor mexicano Dr. Atl (José Gerardo Murillo Cornado), siendo conducido en Ávila por el que fue su absorbente maestro Eduardo Chicharro y Agüera, pintor abulense por adopción que ejercía de profesor y guía artístico presentando la ciudad como modelo pictórico para sus alumnos.
Anteriormente, la pintura de Ávila ya había estado presente en México D.F. con motivo de la XXIII Exposición de Bellas Artes de 1898-1899 (La Ilustración Artística (22/07/1899). En ella participaron Juan Jiménez Martín (1855-1901), abulense natural de Adanero, becado por la Diputación y premiado en las Exposiciones Nacionales de España en 1897 y 1901 por sus cuadros “El Viático de Ávila” e “Interior de la Catedral”, y quien presentó en esta ocasión la obra del viático y otras tres más; Bartolomé Galofre Jiménez (1846-1902), dibujante de una calle de Ávila que publicó en “El Globo” y que ahora presenta “Fiesta en Andalucía” y “Mañana”; Vicente Cutanda Toraya (1850-1925), autor de un óleo “Santa Teresa en éxtasis” pintado en la catedral de Ávila y del titulado “Un mercado de Ávila”, quien presentó en México el cuadro “Visitando los talleres”; Ricardo Madrazo y Garreta (1852-1917), quien presentó la pintura “¿Si pasará?”, y a quien recordamos por la copia que hizo en 1892 del cuadro de su padre de la Marquesa de Espeja del linaje abulense de Los Águila y que se conserva en el Museo de Ávila cedido por la V duquesa de Valencia; José Garnelo y Alda (1866-1944), asiduo veraneante de Las Navas del Marqués, localidad que retrató en fiestas, y que en México presenta “Capilla del Pilar de Zaragoza” y otros cuadros; y Adolfo Lozano Sidro (1892-1935), pintor de la santa abulense Teresa de Jesús que le mereció un galardón en la exposición española del año anterior, obra que presenta ahora de nuevo.
Actualmente, siguiendo la singular estela de ida y vuelta trazada entre Ávila y México por los pintores decimonónicos, y luego por Diego Rivera, Ávila luce en el Museo Superunda-Caprotti una interesante colección de pintura mexicana hecha por Guido Caprotti da Monza (1887-1966) en San Miguel de Allende (Guanajuato), Cuernavaca (Morelos) y Mazatlán (Sinaloa), de donde era originaria su suegra Laura Hernández, mujer del arquitecto republicano Félix de la Torre: «Ella me habló de México, lo mismo que Diego Rivera», recordó Caprotti impresionado por la cultura mexicana, añadiendo: «Estoy completamente conquistado por el ambiente de México, que yo desconocía por completo, como lo desconocen la mayoría de los europeos» (Excelsior, 21/12/1949).
Y de México, donde permaneció durante largas estancias en el periodo 1949-1959, Caprotti dejó en herencia a los abulenses títulos tan entrañables de aquella tierra como “Las Posadas (Fiesta Mexicana)”, “Indios”; “Caminantes”, “El rancho”, “Mexicanos”, “Las mañanitas”, “Novios”, “La rancherita”, “En el río”, “Novios” y “Retrato de mujer mexicana”. Estampas y escenas todas ellas recreadas armónicamente en un ambiente social familiar que nos transporta al México que hechizó a nuestro querido paisano Vasco de Quiroga, y que Caprotti también compuso con los tipos de Ávila, quedando todos ellos, abulenses y mexicanos, hermanados en el Museo municipal abierto en el palacio Superunda.
También anotamos que José Gutiérrez Solana, escritor de viajes en Ávila (La España negra, 1920) y pintor del dolor y sufrimiento de su procesional Semana Santa, tenía su herencia familiar en San Luis de Potosí (México). Allí, el abuelo de Solana fue un rico indiano minero, donde nació el padre del pintor y cuyo regreso rememoró en el cuadro “El Indiano”, de similar factura a otro que pintó de tema carnavalesco que se conserva en el Ayuntamiento abulense en una atmósfera tenebrista que también pintó Rivera.
Con todo, hemos acumulado interesantes aspectos pictóricos de la relación abulense con México, antes sobradamente acreditados a través de la figura de Tata Vasco. Vínculos éstos que se han visto ahora acrecentados con el hermanamiento rubricado en Morelia por parte de los alcaldes respectivos, el Ing. Alfonso Jesús Martínez Alcázar y Jesús Manuel Sánchez Cabrera. El acto tuvo su réplica y reciprocidad en la visita de una delegación moreliana a Ávila el pasado 7 de diciembre, momento que aprovechamos para contemplar la pintura mexicana expuesta en el Museo Superunda-Caprotti.
Volviendo a la obra abulense de Diego Rivera, luego pintor de la identidad mexicana, nos encontramos con los siguientes títulos de su primera etapa formativa en España: 1) “Nocturno", que refleja la ciudad quieta y adormecida representada en el transcurso de las horas o el paso del día y la noche a través de la luz que alumbra el caserío en torno a la basílica románica de los santos Vicente, Sabina y Cristeta. 2) “Calle de Ávila”, que es una vista iluminada y soleada del mismo entorno de San Vicente que hoy se exhibe en el Museo Nacional Ciudad de México. 3) “Catedral”, que recoge el ambiente sobrecogedor de piadosidad cristiana. 4) “Virgen de la Cabeza”, que expresa la religiosidad popular de la ermita de Santa María de la Cabeza donde posa una campesina devota. 5) “Valle Amblés”, que transmite la calma de la tierra llana verdeando bajo el horizonte serrano. 6) “Camino de las afueras”, que deja entrever la dureza de la tierra castellana bajo el paraguas de varios árboles.
En 1910, la pintura abulense de Rivera fue presentada por el autor en la Escuela Nacional de Bellas Artes (Academia de San Carlos) de la ciudad de México. Los cuadros “riveristas” de Ávila fueron adquiridos entonces por Carmen Romero Rubio Díaz, esposa del dictador presidente Porfirio Díaz, y por la propia Academia, con lo que un trozo del alma abulense pasó entonces a formar parte de su acervo artístico y cultural. Fue una muestra reivindicativa de la pintura del país encabezada por Dr. Atl, paralela a la oficial organizada en torno a la Exposición del Centenario de la Independencia Mexicana, en la que participaban Joaquín Sorolla, Ignacio Zuloaga y Eduardo Chicharro, entre otros (Revista Moderna de México, enero 1911; Excélsior, 20/02/1942). Curiosamente, estos mismos pintores, que también lo fueron de Ávila, volvieron con éxito en 2013 al Museo Nacional de San Carlos en la exposición “Prodigios de la Luz. Sorolla y sus contemporáneos” (El Imparcial de México, 18/07/2013).
Acompañan a las pinturas mexicanas del Museo Superunda-Caprotti, los retratos pintados por Sorolla en 1894 de Félix de la Torre, natural de Balmaseda (Vizcaya), y de Laura Hernández (natural de Mazatlán), padres de Laura de la Torre, esposa de Guido Caprotti. Y a propósito de Sorolla, en el taller de Chicharro de Madrid se produce el siguiente encuentro con Diego Rivera, cuenta su compañero Ceferino Palencia: «-Dame la mano, replicó Sorolla... - En este dedo pulgar tienes muchas pesetas, en este índice muchos francos, en este del corazón, muchas libras, en este anular, muchos dólares, y en ese meñique muchos pesos... Reímos todos, y Diego, que con su bondad tenía a Sorolla como a un Dios, esparció entre nosotros una cándida mirada y su amplia sonrisa disimulada tras su barba irregular, muy envanecido por las palabras del valenciano insigne» (Novedades, 3/10/1948).
Y Sorolla, igual que Rivera, también fue pintor en Ávila, ciudad a la que acudió siguiendo, precisamente, el rastro de Zuloaga y Chicharro en febrero de 1910 pintando entonces “Los puentes de Ávila”. Años después, en mayo de 1912, hizo los cuadros “Tipos de Ávila, “Fuente del Pradillo”, “Murallas de Ávila” y “Vista de Ávila”, así como los estudios preparatorios para su obra “Castilla. La fiesta del pan”, y en 1913 nuevas vistas de las murallas.
Paradójicamente, superada la influencia española y en plena euforia muralista, hacia 1934, los enemigos políticos de Rivera, viejos correligionarios del Partido Comunista, le llamaron, en tono burlesco y despreciativo, “El Sorolla Mexicano”, “El Sorolla Azteca” “El Sorolla Tlaxcalteca”. El insulto venía por viejas rencillas políticas y la acusación de aburguesamiento por algunas de las composiciones folclóricas y pintorescas de sus murales, quizás pensando en el grandioso panel de la “Fiesta del pan” que Sorolla hizo para la Hispanic Society of América. Es por ello que los nombres de Zuloaga y Sorolla se repiten como rémoras de las que deben desprenderse los artistas revolucionarios, se pensaba entonces. No obstante, lo anterior, y casualidades del destino, ello no impidió que Caprotti, admirador y seguidor de Sorolla y Zuloaga, lograra que los revolucionarios muralistas mexicanos participaran unidos en la Bienal de Venecia de 1950.
Y de la misma manera que el paisaje abulense impregnó el espíritu de Diego Rivera, también se vio contagiada la tierra mexicana con el humanismo utópico que llevó desde Madrigal de las Altas Torres su paisano Vasco de Quiroga, el primer obispo de la región de Michoacán que capitaliza Morelia, previa su ordenación en la diócesis de Ávila. Su figura se representa como un hombre bueno y justo enseñando a los indígenas nuevas artes y oficios en los pueblos-hospital que fundó, y así lo retrata Rivera en 1930 en una grisalla que forma parte del mural "Historia del Estado de Morelos. Conquista y Revolución" en el palacio de Hernán Cortés de Cuernavaca, ciudad en la que también Caprotti pintó grupos familiares y tipos mexicanos. Sin abandonar el centro de México, en San Miguel de Allende, declarada Patrimonio Mundial en 2008, el obispo don Vasco, que aquí tiene calle propia, mandó construir la parroquia de San Miguel Arcángel en 1564. Y en esta misma ciudad, Caprotti, a quien no le importaba acabar aquí el resto de sus días, fija su residencia estacional americana preferida, cautivado por su belleza y el colorido de las familias campesinas que retrata y que hoy se exhiben en Ávila (Brasas Egido, 2000).
Así mismo, Diego Rivera también está presente en Morelia (antigua Valladolid), donde un conjunto residencial o colonia lleva su nombre, lo mismo que México lo está en la capital abulense, donde Vasco de Quiroga es la denominación de una de sus calles. También la obra de Rivera se exhibe en el antiguo convento y colegio de los Jesuitas de Morelia, luego conocido como “Palacio Clavijero” y hoy convertido en centro cultural. Aquí, Rivera presenta una acuarela sobre papel de la erupción del volcán de Paricutín, junto a la obra de su maestro y “emisario” abulense Dr. Atl, realización que hizo cuando el volcán entró en actividad en 1943. Tal motivo le sirvió también para visitar Michoacán parando en Morelia, Pátzcuaro y Uruapan, las tierras del pueblo purépecha y de los tarascos que “pastoreó” Vasco de Quiroga. Como anécdota, añadimos que Rivera se anuncia en un cartel colgado en el comedor de la “Fonda Marceva” de Morelia que representa el mural navideño “Los niños pidiendo posada”, realizado para el hospital infantil “Federico Gómez” de México D.F.
También en el palacio Clavijero de Morelia, luce el majestuoso mural “Montañas de Michoacán” ejecutado por Adolfo Mexiac en 2002, en el que se cuenta la historia de este Estado, donde destaca la figura de Vasco de Quiroga junto a otros héroes mexicanos. Igualmente, siguiendo la técnica muralista, el pintor y arquitecto Juan O’Gorman hizo en 1942 el espléndido mural de la Biblioteca Gertrudis Bocanegra situada en el antiguo convento de San Agustín de Pátzcuaro titulado "Historia de Michoacán" con protagonismo de Vasco de Quiroga, dándose la circunstancia de que O’Gorman fue quien diseñó y construyó en 1931 el “Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo”.
Otro mural, titulado “Génesis”, realizado al fresco en 1952 por C.S. Schöneberg en la Biblioteca de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo de Morelia, ubicada en el antiguo templo del conjunto conventual de los jesuitas, destaca por la relevancia de Vasco de Quiroga en la puesta en marcha y organización de pueblos-hospitales en los se atendían a los indios más pobres poniendo en práctica la Utopía de Tomás Moro. En su contemplación, Pedro Tomé se sorprende gratamente al observar que, «aunque es fácil pensar que entre Gutenberg, Einstein y Vasco de Quiroga no existe nada en común, si bien, los tres se hallan expuestos conjuntamente en un mural que representa a las grandes figuras de la humanidad, presente en la Universidad de Morelia» (Etnohistoria y ecología: Ávila y la Nueva Castilla, CA, 22/1994). Y esto mismo destaca también Óscar Velayos Zurdo, autor de un sorprendente libro de viaje siguiendo las huellas de Vasco de Quiroga (Ayto de Madrigal - IGDA, 1992).
Sin embargo, coincidimos en que la presencia de Vasco de Quiroga en el mural de Schöneberg no es gratuita, sobre todo sabiendo que éste fundó el Colegio de San Nicolás en Pátzcuaro, nombre tomado del santo que se venera en Madrigal de las Altas Torres, y que dicho colegio fue el embrión de la referida universidad, una de las más antiguas de América, la cual luego se trasladó a Morelia en 1580 con el cambio de la sede episcopal. Actualmente, el colegio nicolaita de Morelia se denomina “Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo”, en cuya fachada figura un bajorrelieve donde puede leerse: «La Universidad Michoacana rinde homenaje al ilustre varón Lic. Don Vasco de Quiroga en el IV Centenario de la fundación de esta casa de estudios 1540-1940». En el colegio se completa la iconografía “quiroguiana” con un busto sobre pedestal de piedra y un retrato moderno situado a la entrada, retrato que se une a los nueve originales de la época virreinal y otras copias, pudiendo verse algunos ejemplos morelianos en el Museo Regional Michoacano el Ayuntamiento y la Catedral.
Así mismo, en la galería porticada del claustro universitario de san Nicolás de Hidalgo se dispone el aulario colegial dedicado por materias a Vasco de Quiroga, Lenin, Herodoto, Miguel Hidalgo, Cervantes, Karl Marx y Salvador González Herrejón, y en una esquina una placa conmemorativa dedicada a la ilustre pensadora María Zambrano que aquí dio clase y fue acogida junto a un notable grupo de exiliados españoles. En la planta superior se puede contemplar el mural realizado en 1934 por Marion Greenwood titulado “Paisaje y economía de Michoacán” siguiendo el estilo de Rivera y Orozco, así como una sala dedicada al político y científico Melchor Ocampo. De la misma manera, en la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana, en el teatro-auditorio universitario Dr. Samuel Ramos inaugurado en 1966, situado en la Avda. Tata Vasco, un Vasco de Quiroga episcopal protector de los indios preside un amplio mural realizado por Luis Gilberto Ramírez Arellano con el título “Historia Mexicana”, conmemorativo del 450 aniversario de la fundación de Colegio de San Nicolás. Y sin abandonar el ámbito académico, añadimos que en 1979 un grupo de empresarios, por iniciativa privada, inspirada en el humanismo y espiritualismo del Tata Vasco, funda en Morelia la “Universidad Vasco de Quiroga” (UVAQ).
Por su parte, Alfredo Zalce (1908-2003), alumno de Diego Rivera, es el autor del mural “Gente y paisaje de Michoacán” (1962), existente en el Palacio de Gobierno del Estado en Morelia. Aquí, Vasco de Quiroga aparece como instructor y maestro de indios e hijos de españoles. Por último, completamos esta ilustrativa serie de murales históricos, con el realizado en 1995 por Alfonso Villanueva Manzo en la localidad de Uruapan, donde Vasco de Quiroga destaca por su papel en el desarrollo económico, social y cultural de Michoacán representado con el libro “Utopía” de Tomás Moro y acompañado de los artesanos y artesanías que impulsó. También en Uruapan, observamos que otro mural de igual técnica luce en el palacio municipal, y que de esta localidad michoacana era natural Emma Hurtado, la última esposa de Diego Rivera, apuntando éste en su visita a la localidad: «Es necesario que el mundo entero conozca las bellas creaciones de los indígenas de Michoacán» (El Diario Visión, 29/04/2019). A este respecto, Morelia acoge en el antiguo convento de San Francisco la “Casa de las artesanías de Michoacán”, donde, bajo el busto de Vaso de Quiroga, figura la leyenda: «Reconocimiento de los artesanos purépechas a su Tata». De la misma manera, en Pátzcuaro, un mural ilustra dicho legado en el centro artesanal “Casa de los Once Patios” que fue de las monjas dominicas y otro en el antiguo colegio jesuita.
Como ha podido comprobarse, en México existe una larga tradición artística que se manifiesta en murales a través de la original modalidad y técnica de la pintura al fresco. Una clave de ello puede estar en la siguiente placa municipal de Morelia: «En las calles y en los muros, el pueblo hace y escribe la historia de su ciudad». Igual que otra placa en el pedestal de la escultura de Vasco de Quiroga que mira a otra de Cervantes en la Plaza de las Rosas de Morelia nos da idea de su relevancia histórica: «Viandante: Este es Tata Vasco, oidor de la Segunda Audiencia de México, ilustre obispo de Michoacán, humanista excelso y padre de los indios tarascos. ¡Descúbrete!». Con todo, la estética y plasticidad del muralismo será el medio de expresión más potente en el amplio programa de arte estatal, el cual resurge en México a través de la pintura mural en edificios públicos con el propósito de transmitir los ideales posrevolucionarios de la nación al pueblo. Con ello, nace el género de la pintura mural pública de gran formato que se identifica con el “realismo socialista”. A la cabeza de esta corriente pictórica estuvieron Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo, entre otros. Artistas de los que en 1946 se ocupó el exiliado Francisco Barnés, antes profesor y diputado republicano por Ávila, encargado de formar un diccionario de pintores mexicanos. Y tal fue la fascinación que produjeron los artistas “muralistas” en Guido Caprotti, el pintor italiano adoptado en Ávila, que éste pronto apostó por su promoción internacional y consiguió que participaran en la Bienal de Venecia de 1950, en la que Siqueiros obtuvo el primer premio (C. Palencia, Novedades, 25/06/1950).
Por su labor en la muestra veneciana y la apuesta decidida en favor de la pintura de mexicana, Caprotti fue nombrado Miembro Correspondiente del Ateneo de Ciencias y Artes de México en 1950, y se le otorgó la Cruz y Placa General de División Ignacio Comonfort, así como también la Orden Mexicana del Águila Azteca que se concede a los extranjeros por destacados servicios prestados a la nación. Estos reconocimientos podemos hacerlos extensibles a la ciudad de Ávila, donde se conserva el legado del pintor italiano.
En esta época, Caprotti coincidió con José Mª López Mezquita (1883-1954), un extraordinario pintor de las gentes de Ávila donde ambos tenían su casa estudio. Por entonces, en 1950-1951, los dos se alojaban en el hotel Ritz de México D.F., donde Mezquita hizo dos notables cuadros de “indios” para la cubana Viuda de Gurruchaga. Aquí conoció a los muralistas, y de Rivera envió una postal a su hijo. Antes, en 1930, Mezquita había retratado a Caprotti en Ávila, obra que también puede verse en el museo de la ciudad.
Por otro lado, Caprotti, además de los lienzos con motivos y tipos mexicanos que se conservan en Ávila, pintó varios frescos en Mazatlán (Sinaloa) en 1952, y en San Miguel de Allende (Guanajuato) trabajó durante 1959-1960 en un grandioso mural para la sucursal Lomas de Chapultepec (México D.F.) del Banco Nacional de México, al haber ganado el concurso convocado al efecto frente a otros pintores como Rivera. Se trata de un gran mural alegórico de (16x4m.) que combina figuras de obreros porteadores y siderúrgicos con grupos de indígenas en escenas cotidianas de la vida y el trabajo. Una temática propia del “realismo socialista” imperante entonces en México que respondía al ideario de «expandir la conciencia de clase y el conocimiento de los problemas sociales y las vivencias personales». Es la misma reivindicación de justicia social que tanto ejerció Vasco de Quiroga en la que hemos encontrado especiales vínculos de unión a través de los murales históricos de Michoacán, en los que confluyen las técnicas al fresco de pintores de vanguardia encabezados por Diego Rivera. Y a ello contribuyó también el muralista burgalés José Vela Zanetti, pintor luego de la Castilla campesina, con su obra “Los misioneros” (1957) para la Casa del oidor Juan Manuel de Ciudad de México, C.F.
Finalmente, apuntamos que otras obras que pueden admirarse en Morelia de artistas queridos en Ávila se encuentran en el “Centro Cultural Tres Marías”, donde se exhiben un dibujo taurino de Diego Rivera, un óleo de Eugenio Lucas, alumno de Goya que tiene obra en el Ayuntamiento abulense, y una pintura de Ignacio Zuloaga. Zuloaga, a quien siguió Rivera en su estancia en España, fue retratista de Ávila como trasfondo de los retratos del escritor argentino Enrique Larreta, del enano Gregorio el botero y del Cristo de la sangre, así como del paisaje desde el cerro de san Mateo. También aquí se conservan varios grabados de Goya, pintor en Ávila por Arenas de San Pedro y Piedrahíta, quien fue actualidad en la Universidad de Morelia en el ciclo “Francisco de Goya. Los Caprichos y Disparates” que organizado en 2014 en el Centro Cultural Clavijero de Morelia. De igual forma, el Museo Caprotti conserva también una colección de estos grabados, y la Biblioteca de Ávila exhibe una muestra de los caprichos goyescos en estas fechas. También, en las “Tres Marías” se guardan estampas y abundante bibliografía del torero Mazzantini, quien fue gobernador de Ávila y maestro del empresario de la plaza de toros moreliana Rafael López. Y todos, compartiendo espacio en la biblioteca del centro con la rica historiografía reunida sobre la figura del madrigalense de Ávila Vasco de Quiroga, de quien se dice fue misionero laico, legislador, hombre de la justicia y del derecho, emprendedor y visionario.
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