Del Viernes, 26 de Septiembre de 2025 al Miércoles, 15 de Octubre de 2025

Pepillo, historia del emblemático café de Ávila
La historia casi legendaria del emblemático Café Pepillo, que durante más de un siglo estuvo presidiendo la plaza del Mercado Grande, en un periodo que va desde 1875 a 1981, ha sido el relato ilustrado expuesto en el Museo de Ávila a propósito de la elección como pieza de verano de una valla publicitaria de carretera que se exhibe en el almacén visitable de Santo Tomé el Viejo.
El evento se produce cuarenta años después del cierre del mítico bar restaurante ocurrido el 22 de noviembre de 1981, al ser declarado el edificio en ruina y sentenciarse el desahucio de sus ocupantes después de un largo proceso judicial que duró diez años.
Ciertamente, el Café Pepillo, o “Pepillo de Ávila”, fue algo más que un café para una ciudad, y es que, además, también fue café cinema, café concierto, café musical, café teatro, café cantante, café lírico, café marisquería, café “casino”, café de juegos, café de tertulianos, café heladería, café chocolatería, café taurino, café postal, café de bodas, café terraza, café de banquetes, café liberal, café monárquico, café republicano y, sobre todo, café café.
Y esto lo fue gracias a su fundador José Álvarez Portal (1836-1912), conocido como Pepillo, que lo construyó y regentó durante 1873-1912. A su muerte le sucedió su hijo José Álvarez Ruiz, “Pepillo chico”, si bien en régimen de alquiler, dado que el edificio es embargado y adjudicado al marqués de Arenas.
En 1927, “Pepillo chico” lo traspasa a Luis Delgado Enríquez, quien, a su vez, lo vuelve a traspasar a la sociedad formada por Joaquín Trullén, Constancio González y Pedro Alcóver, quienes lo mantienen desde 1928 a 1939. Luego, será el propio Joaquín Trullén quien en 1939 él solo se hace cargo del negocio, sucediéndole este mismo año, y hasta 1981, su viuda y los hijos Joaquín, Emilio, Orencio y Pilar, junto a Rafael Albertos. El nombre original del establecimiento fue “Café de La Amistad”, si bien siempre se ha mantenido el marchamo comercial del fundador José Álvarez Portal, “Pepillo”, nombre que se impuso a partir de 1939 como única seña de identidad.
El “Café Pepillo” se edifica por su fundador bajo los soportales que cierran la plaza de Mercado Grande o plaza del Alcázar nº 12 mirando a poniente. El edificio fue proyectado en 1869 por el arquitecto municipal Mariano Marcoartu, siguiendo la traza de la arcada sur de Ángel Cosín, por encargo de Rafael Jara, quien fallece al poco tiempo y sus bienes serán embargados. Será entonces cuando José Álvarez Portal se hace con el edificio y abre el “Café de La Amistad”. Pepillo, el fundador, fue un joven camarero avispado que se propuso modernizar Ávila aprovechando la llegada del ferrocarril en 1864, la implantación en Ávila de la Academia de Administración militar en 1875, los fastos del III Centenario de Santa Teresa en 1882, las prestaciones que contrata con el casino Círculo de Recreo en 1885, la residencia temporal en Ávila del Presidente Sagasta desde 1890, la inauguración del Balneario de Santa Teresa en 1896, la puesta en marcha del Casino Abulense en 1897 que se ubica en el mismo edificio que el café, y el asentamiento de un pudiente colonia veraniega, contribuyen a dar fama a Pepillo por los innumerables servicios que presta a estos nuevos vecinos.
La preocupación constante de Pepillo consistía entonces en proporcionar entretenimiento y lujos acordes con su clase a la incipiente burguesía abulense y a la ingente población acomodada que llegaba, así como a la oficialidad y personalidades que visitaban la Academia de Administración militar, y también a políticos y personajes ilustres que pasaban por Ávila. Y así se anuncia en el programa de fiestas de 1901:
“Café de La Amistad. Plaza del Alcázar. Situado en el sitio más céntrico de la población: amplios salones, billares, tertulias y precioso café de verano. En este acreditado establecimiento se expenden todos los artículos propios del ramo. Las más acreditadas marcas de vinos y licores. Cervezas del país de todas las clases y las extranjeras de Munich, Babiera, Paleale y Stont. Especialidad en helados de todas clases. Esmerado servicio para bodas, bautizos y banquetes. Esta casa tendrá habitación destinada a restaurant, donde se servirán almuerzo, comidas y cenas a precios económicos”.
Además, Pepillo ofrece funciones cinematográficas y de variedades, conciertos de piano y violín, actuaciones de ilusionismo, reparte postales fotográficas, sirve convites envidiables, y atiende los más variados eventos sociales, por lo que no en vano su nombre figurará en los distintos programas festivos y guías de viaje, y será frecuente referencia en la prensa y ecos de sociedad.
Por otro lado, José Álvarez Portal fue un miembro activo de la sociedad abulense, participó del desarrollo urbanístico de la ciudad construyéndose una casa de dos plantas frente a la fachada norte de San Vicente donde explotaba un pozo de nieve para obtener hielo (1881); fue premiado en la Exposición Provincial del Centenario de Santa Teresa por su instalación de vinos, licores y pastas (1882); fue condecorado con la Encomienda de Isabel la Católica (1883); milita en el Partido Liberal de la Restauración por su actividad de vinicultor y comerciante de coloniales (1885); presta los servicios de biblioteca con el acceso a la prensa local y madrileña y atendiendo la cafetería y organizando bailes y actividades de entretenimiento el casino Círculo de Recreo (1885) y luego en el Casino Abulense (1898); idea una cooperativa de consumos y promueve la creación de la Cámara de Comercio de Ávila (1899); embellece e ilumina el edificio del Mercado Grande en fiestas (1900); fue concejal liberal en 1901; participa en la cuestación para construir un mausoleo a Sagasta que esculpe Benlliure (1903); es noticia por el llamativo el menú de boda de la hija del gobernador que incluye langosta y otros productos de delicatessen propios de los mejores restaurantes europeos (1904); recibe con halagos y versos colocados en la fachada la visita del rey Alfonso XIII: «Siempre Ávila por su Rey/ un amor de corazón/, más firme que las murallas/ que guardan la población». Debajo de los versos aparece un retrato del Rey con una inscripción que dice: «¡Viva el Rey más joven y más simpático!» (La Época, 21/06/1904); participa en la Cocina económica de la Casa de Misericordia para los más desfavorecidos con los ingresos de las funciones del cinematógrafo (1907); funda el “Coliseo Abulense” en la calle Estrada como sala de cine, teatro y espectáculos artísticos, local que años después se convertirá en el restaurante “Piquio” (1907); ofrece a la vecindad actuaciones de vistosas bandas de música (1908); por su notoriedad como industrial gastrónomo y “cineasta” figura en la serie de “caricaturas abulenses” dedicada a la personalidades abulenses que publica El Diario de Ávila (1908); y sirve convites por doquier, tanto en el restaurante como en la Academia, en el Coliseo o en fincas y dehesas, como en San Miguel de las Viñas (1909). Finalmente, su muerte a los 76 años provocó una gran conmoción en la ciudad, siendo enterrado con honor de multitudes en el cementerio de la ciudad, donde reposa en una humilde sepultura (1912), y su memoria se recuerda en la prensa local cada cincuenta años de su muerte (1962 y 2012).
“Pepillo chico” continuó la senda emprendida por su padre en el Café de la Amistad, «empresa ésta, que considerada muy necesaria para la atracción de visitantes, cuyo fundador, D. José Álvarez “Pepillo”, fallecido recientemente, mereció siempre el aprecio de sus convecinos, estimación que conserva el actual dueño, D. José Elías Álvarez Ruiz, hijo de aquél, por su afable trato, laboriosidad y honradez, y por su esmero en sostener la gran fama de la Casa, cuyo servicio es inmejorable» (El Liberal, 5/07/1913). A lo que añadimos el siguiente anuncio: «El Café de la Amistad, más popularmente “Pepillo”, se halla en la plaza del Alcázar, 12, y se ve concurridísimo, formándose en él animadísimas tertulias. Ese año ha inaugurado una magnífica terraza. Su restaurante tiene fama de estar servido siempre por cocinero meritísimo. Ir a Ávila y no entrar en el café de Pepillo es una equivocación lamentable» (El Heraldo de Madrid, 7/06/1914).
En esta nueva etapa, José Álvarez Ruiz sigue ofreciendo ricos menús propios de la cocina francesa, tal y como se recoge en la carta de escrita también en francés, un idioma del que se presumía se hablaba en este restaurante. Así, sirvió lunch y bufetes en los soldados y oficiales de la Academia de Intendencia en la fiestas de jura a la bandera (1913); no faltaron los conciertos musicales de los Hermanos Anallatam (1914); homenajeó con un banquete en el casino al poeta e hijo adoptivo de Ávila Carlos Luis de Cuenca (1915); sirvió café al torero Juan Belmonte (1915); atendió a los comensales reunidos en torno al presidente de gobierno y político liberal el Conde de Romanones (1915); se ocupó del ágape a los asistentes a un mitin maurista (1919); atendió al ministro y diputado por Arévalo Pascual Amat y sus correligionarios en un banquete memorable (1919); la música del “Cuarteto Imperium” sonaba en los salones (1921); no faltaron los banquetes nupciales (1921) ni los conmemorativos del III Centenario de la canonización de Santa Teresa ofrecidos a las autoridades civiles, religiosas y militares, y a la prensa acreditada (1922); igual que los liberales del ministro Santiago Alba y el diputado por Ávila Nicasio Velayos celebraron su banquete en el Café de la Amistad (1922); hizo los honores gastronómicos en la recepción al agregado militar americano (1923); programó funciones cinematográficas (1924); y ofreció un almuerzo a los voluntarios y autoridades participantes en la fiesta del Somatén de Ávila (1926).
A partir de 1928, los nuevos titulares, Joaquín Trullén y sus socios se hacen cargo del negocio manteniendo vivo el espíritu del Café Pepillo. En sus mesas de mármol se sienta y escribe el pintor Gustavo de Maeztu (1928), y el periódico madrileño “La Época” publica:
"El gran Café de ‘La Amistad’ es uno de los más importantes de la ciudad, al que se conoce como Café de Pepillo. Responde a las exigencias de la vida moderna que, obligados por a la concurrencia a cafés y bares, exige sitios de solaz y esparcimiento para viajeros, turistas, veraneantes y público en general. Se sirven chocolates, licores y bocadillos. Cuenta con modernas instalaciones, terraza y salón de billares a la altura de las grandes poblaciones españolas".
En 1931, en la fachada de Café Pepillo se cambia el nombre de la plaza que deja de llamarse de Santa Teresa para denominarse plaza de la República. En esta nueva etapa se anuncia como «Café - La Amistad Bar- Antiguo Café “Pepillo”. Se sirven bodas y banquetes. Riquísima cerveza. Extenso surtido en tapas y aperitivos. Se reciben mariscos directamente del puerto» (El Eco de Castilla, 31/12/1934).
En este periodo, escribe el fiscal José Luis Galbe Loshuertos, que tomaba café en los soportales del Café Pepillo o en el Casino, donde se jugaba a los dados, o al ajedrez, y departía con los carcas sosteniendo francas opiniones izquierdistas, a la vez que escuchaba hazañas putañeras con viejas prostitutas en la ciudad de la Santa.
En 1936 estalla la guerra civil y el Café Pepillo se convierte en “el lugar de cita y reunión de la oficialidad de los diferentes regimientos que encendían la llama del patriotismo”, escribió Luis Montan. Los alemanes de la Legión Cóndor beben cerveza en la terraza del café, el limpiabotas Merejo atiende a los clientes de los cafés de la plaza del Mercado Grande, y en la plaza, que había recuperado su nombre de Santa Teresa, se suceden desfiles y celebraciones militares de apoyo al bando sublevado.
En 1939, vuelve el torero Juan Belmonte que ataño tomaba café en Pepillo, y fallece Joaquín Trullén, por lo que se hacen cargo del café su viuda Felisa Sánchez y sus hijos Joaquín, Emilio, Orencio y Pilar, siendo los varones lo que llevarán la marcha del negocio.
En 1942 se acomete una gran reforma del local que ocupa más de mil metros cuadrados en planta baja y entreplanta, según proyecto del arquitecto Clemente Oria, abriéndose una nueva etapa de esplendor. Nuevamente, el local mejora sus instalaciones en 1958 bajo la dirección del arquitecto Ramón González de Vega, cuando años atrás a su espalda se había construido el Cine Lagasca (1954).
De los años cincuenta, el médico Isidoro Heras Díaz recuerda a Camilo José Cela tomando notas en el modernizado Pepillo para la guía de Ávila (1952) y el libro “Judíos, moros y cristianos” (1957), donde escribe: «En la terraza de un café [de la plaza de Santa Teresa], y cazando a la espera, el vagabundo se encontró con Merejo, limpiabotas y matador de reses bravas, del que también era amigo». La terraza es el mismo sitio donde se detuvo la escritora Frances Parkinson Keyes, hija adoptiva de Ávila por su libro “Tierra de santos y de cantos” (ABC, 12 de julio de 1959), donde incluyó al Restaurante de “Pepillo” en el plano monumental de Ávila dibujado por Sánchez Merino, añadiendo que la terraza de “Pepillo”, junto a las del “Oro del Rhin” y “El Águila de Gredos”, también “El Florida” que regentaba Joaquín Trullén, son lugares agradables para tomar una leche helada de forma pausada pues desde aquí que hay mucho que mirar.
De igual forma, “Pepillo” fue referencia literaria en la trama del libro “Las dos barajas” (1956) de Ángel Ruiz-Ayúcar; y tema fotográfico de los retratos de la alemana Erika Groth, quien tomó interesantes vistas callejeras realizadas desde el Café ‘Pepillo’ mientras desayunaba (1959).
Del periodo de 1954 a 1977 el mejor testimonio de cuanto sucede en el Café “Pepillo” lo cuenta el camarero Pepe Muñoz del Río, quien se convierte en el camarero oficial de Ávila y relata, junto a José Ignacio Dávila, su paso por el café en sucesivas entregas publicadas por el Diario de Ávila entre marzo y septiembre de 2009. En ellas, se da cuenta detallada de todo cuanto sucedía en este café, sus tertulias, sus clientes, las tapas que se servían, el variopinto público que acudía, los personajes famosos que por allí pasaban, cuya reveladora relación excede de este espacio. Uno de estos personajes era “Paquillo”, el de los caramelos que también vendía cigarrillos sueltos, a quien unimos el recuerdo de la recepción brindada en el café a Claudio Sánchez-Albornoz cuando regresó en 1976 a España desde el exilio con música de dulzaina, tambor y bombo, al tiempo que el Ayuntamiento le nombra hijo adoptivo.
Y todavía hoy recuerda Pepe cómo “en los años cincuenta y sesenta, al no recibir el café tostado, que venía crudo y en grano, cada mañana, con mucha paciencia y sacrificio, lo tostaba en la buhardilla de Pepillo, al fuego que proporcionaban las tablas de las cajas en que venían las bebidas, en un bombo, que se conserva en el Museo de Ávila (nº inv. 1998/23/2), ¡Olía el Grande a café! Una vez tostado, lo bajaba en baldes, lo movía para enfriarlo y daba olor a café a toda la cafetería. Hacía el natural y el torrefacto. El bombo para tostarlo, de manivela, se movía vuelta y vuelta, para que no se pegara en las paredes el café”.
Y a los anteriores testimonios se añade el interesante libro de firmas del restaurante abierto en 1956. En él uno escribe: "yo me comería en “Pepillo” un plato de ancas de rana, unos cangrejos picantes, las truchas escabechas, el “asao” de cochinillo, la merluza rebozada, yemas de Santa Teresa, y de postre las murallas, y todo con vino de Valdepeñas".
Otros dan fe de su excelente acogida como el equipo de rodaje de la Ruta de los conquistadores (1956), el escritor venezolano Armando Rodríguez (1957), el Ballet de Marifé de Triana (1960), y así hasta centenares de comensales japoneses, americanos, portugueses, italianos, etc. y otros tantos de casi toda España, quienes dejaron su grato recuerdo junto a su rúbrica. Curioso es el recuerdo en este libro de la famosa bailadora gitana Micaela Flores Amaya “La Chunga” (musa de Blas de Otero, León Felipe, Cela, Picasso, Dalí, etc), quien plasmó un original dibujo en el libro de firmas el día 22 de marzo de 1961, cuando acabada de casarse con José Luis Gonzalvo (director de cine) y en la iglesia de San Pedro de Ávila, a las ocho de la mañana, en una boda íntima. Después de la ceremonia, el matrimonio desayunó en el Café “Pepillo” huevos con chorizo, lo que fue recogido en un interesante reportaje de Ramón Masat en la “Gaceta Ilustrada”.
Años después, la historia, la fama y el cariño hacia el Café Pepillo, no pasa desapercibida para el Hogar de Ávila en Madrid que lo distinguió en 1973 con el premio “Popular del Hogar de Ávila”.
En 1980, Pepillo se convierte en el lugar de venta de entradas de la corrida de toros que tuvo lugar en Ávila con los diestros Manuel Benítez “El Cordobés” y Palomo Linares.
Por otro lado, a partir de 1971 se abre un periodo de incertidumbre que se cierne sobre el futuro del café. Entonces los propietarios del edificio solicitan la declaración de ruina del edificio con lo que se inician tortuosos procedimientos administrativos y judiciales que concluyen en 1979 con una sentencia del Tribunal Supremo que declara el inmueble en ruina económica. A ello sigue una demanda de desahucio que, igualmente, termina en 1981 con el lanzamiento de la familia Trullén del local que ocupaba el Café Pepillo, el cual termina cerrando sus puertas el 22 de noviembre, meses después en los que Camilo José Cela volviera a sentarse en su terraza con motivo del homenaje que le brindo el grupo de montaña Almanzor. Entonces, la pastelería La Flor de Castilla tuvo entrañables palabras de apoyo a los Hermanos Trullén
De nada sirvieron las numerosas palabras de ánimo, ni las treinta y cinco mil firmas de apoyo, ni la idea de declararlo bien protegido como sugirió Rafael Gómez Montero desde Granda, donde el café Suizo de la ciudad corría la misma suerte, igual que otros tantos cafés históricos. El edificio fue demolido en 1984, y en el solar vacío se construyó entonces la nueva sede de la Caja General de Ahorros de Ávila.
Ahora, el Café “Pepillo” ya forma parte del imaginario colectivo, de la memoria sentimental de muchos abulenses, y de la historia y la literatura. Y es que Pepillo fue tema literario, además de en los títulos ya citados, en el relato de Honor Tracy (Winter in Castille, 1973), en la escritura de Ignacio Sanz (Castilla a pie, 1979), y en la guía sentimental de Víctor Alperi (Ávila muere, 1981). Lo mismo que es referencia obligada en textos del poeta Jacinto Herrero (Diario de Ávila, 18/04/1984), del escritor José Jiménez Lozano (Ávila, 1988); del catedrático de cinematografía Emilio D. García Fernández (Ávila en el cine, 1995), del periodista y profesor Maximiliano Fernández (Casino abulense, 1997); del profesor José A. Bernaldo de Quiros (Teatro y actividades afines en la ciudad de Ávila, 1998), del doctor Eduardo Cabezas (Los de siempre, 2000), del poeta José Mª Muñoz Quirós (En Ávila mis ojos, 2000) y del historiador José Belmonte (Ávila en mis ojos, 2011). Y a estos títulos sumamos el libro de la historia del café de Emilio Muñoz Yuste (“Pepillo” de Ávila: nuestro último café, 1996), el recuerdo hacia Orencio Trullén que le brindó Adolfo Yañez (Forjadores del siglo XX en Ávila, 1997), y los de la historia de la plaza del Mercado Grande que preside “Pepillo” y que uno mismo ha publicado (Mercado Grande Ávila, 2003; y Álbum del Grande, 2006). VER MÁS FOTOS DE LA HISTORIA DE PEPILLO.
Castellano | Domingo, 11 de Julio de 2021 a las 01:54:57 horas
Realmente interesante este artículo sobre una parte de la historia abulense que desgraciadamente ya no existe.Me gustaría añadir que el café Pepillo y parte de su personal aparece durante unos minutos, junto con otros lugares de Ávila,en la película" las estrellas están verdes" de 1973 dirigida por Pedro Lazaga y protagonizada por Alfredo Landa, José Sacristán,Teresa Gimpera y Charo López,entre otros.La película no vale gran cosa pero merece verse los primeros 12 ó 13 minutos por ver el interior de este desaparecido Café Pepillo,a su personal o como eran en ese momento el Mercado Grande o el Mercado Chico
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