Día Domingo, 26 de Octubre de 2025
Ha llegado a su fin en el Museo de Ávila la exitosa exposición dedicada a Valentín Carderera, a quien se homenajeó con tal motivo en la ilustrativa conferencia del profesor José Luis Gutiérez Robledo.
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Así se ha despedido la exhibición de 30 dibujos procedentes de la Fundación Lázaro Galdiano, que ha podido verse en la Casa de los Deanes desde el 17 de mayo hasta el 1 de julio de 2018 en una muestra promovida por la Asociación de Amigos del Museo de Ávila que ha tenido más de 1.500 visitantes.
La conferencia giró en torno a los tiempos de la desamortización y su repercusión en la ciudad de Ávila en aquellos años terribles de 1840 que conoció Valentín Carderera, un personaje generoso y defensor del patrimonio artístico español que nos dejó inestimables testimonios gráficos de entonces reflejados en hermosos dibujos de sus monumentos.
Gutiérrez Robledo, autor de un ineteresante estudio de aquellos sucesos que culminaron con el abandono y ruina de conventos y monasterios y el triste despojo de las obras de arte que custodiaban las órdenes religiosa (‘Cuadernos abulenses’ num. 28/1999), repasó aquellos sucesos que propiciaron el enriquecimiento, más aún, de la aristocracia y burguesía, como escribió Irene Ruiz-Ayúcar (‘El proceso desamortizador en la provincia de Ávila’, 1990-1991), y con ello el empobrecimiento cultural de España y la destrucción de una parte importante de su patrimonio histórico, lo que tanto lloró Zorilla en versos de desesperanza y lamentó con rabia el gobierno de la Primera República (Decreto de 16/12/1873). Situación aquella que amenaza con repetirse en la actualidad con la “tercera gran desamortización” que se avecina, dijo Gutiérrez Robledo, propiciada por el abandono de conventos y monasterios que sufren el vacío de sus moradores originales, todo un preludio de su ruina.
Pero entonces, a partir de 1836, como gracias a la intervención de figuras como la de Carderera, académicos y otros ilustrados de la época pudo salvarse una parte importante de ese legado compuesto por pinturas, esculturas, archivos, bibliotecas y arquitecturas monumentales. Y como buen ejemplo de ello hay que citar también a José Bachiller, a quien se debe la salvación del monasterio de santo Tomás, después de haberle arrebatado las tablas de Berruguete y causado daño en el sepulcro del príncipe don Juan, e incluso de la basílica de san Vicente que por entonces restauraba el arquitecto Andrés Callejo con discutibles intervenciones.
Contó Gutiérrez Robledo que entonces salieron de la provincia de Ávila un total de 542 piezas (pintruas y esculturas), de las que 164 procedían de los conventos de la capital de los conventos de Santo Tomás, San Francisco, La Antigua, la Santa, San Jerónimo, Sancti Spiritus, San Antonio y Carmen Calzado. Estos objetos fueron a parar al recién creado museo de la Trinidad y luego al Museo del Prado en unas condiciones lamentables, en lugar de hacerlos a los museos locales cuya creación defendía Carderera, cosa que consiguió con sus propios medios para el museo de Huesca.
Seguidamente, haciendo un repaso de la obra artística de Carderera, de un valor documental incalculable, el conferenciante se adentró en la evolución arquitectónica que han tenido la plaza del Mercado Grande, la alhóndiga, el alcázar derribado con absoluto desprecio, y las caballerizas que ocupaban una parte de la muralla; la catedral y su ábside militar y la girola idealizada de su interior; del arco de san Vicente y sus construcciones defensivas adosadas; la portada norte de san Vicente sin la calle de la Avenida de Madrid rompedora de su fisonomía exterior; el monasterio de la Encarnación sin su entorno urbanizado; el patio del palacio de Polentinos sin el cuerpo interior de dos plantas adosado a su fachada; el palacio de Valderrábanos con señorial portada y su antigua torre; la fachada del monasterio de Santa Ana son sus cuerpos adosado hoy nexistentes, etc.
Y para finalizar, un reconocimiento unánime al hombre que se ocupó de inventariar y recomponer un asombroso legado artístico que hoy puede admirarse en el museo de Huesca, en la Biblioteca Nacional, en el Museo del Prado y en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, lo que hizo ejerciendo una sana dedicación académico, coleccionista, anticuario y bibliófilo.
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