Del Viernes, 26 de Septiembre de 2025 al Miércoles, 15 de Octubre de 2025
Palacios de coleccionista en Ávila
'Palacios de coleccionista en Ávila' es el título que damos a la ciudad palaciega que, en un tiempo, también lo fue de coleccionistas aristócratas que apostaron por el arte como signo de distinción, lo cual no podía ser de otro modo, ya que con ello se vestían las llamativas mansiones que exigían una decoración a la altura de su señorial arquitectura.
El texto que sigue es el guión de la conferencia que dimos en el Museo de Ávila el pasado jueves 27 de marzo de 2014 con motivo de la celebración del 150 aniversario del nacimiento de Bernardino de Melgar y Álvarez de Abréu (1863-1942), marqués de Benavites, de Piedras Albas y Grande de España y luego marqués de Canales de Chozas.
Dicha conferencia se enmarcó dentro del programa de actividades de promoción y divulgación de la figura de Bernardino de Melgar por su contribución al enriquecimiento cultural de Ávila, cuya labor puede observarse en la exposición que sobre su legado se muestra en el Museo de Ávila.
También tuvieron lugar en el ciclo de conferencias organizado las pronunciadas con éxito e interés por María Mariné, directora del Museo, sobre ‘Don Bernardino de Melgar, bibliófilo y coleccionista’, y por Javier Jiménez Gadea, conservador del Museo, con el título ‘El mundo de los toros y el Marqués, una investigación, un libro y un museo’.
El tema en el que nos detenemos ahora pretendía acentuar la faceta de coleccionista que con tanta fortuna cultivó el Marqués.
Y ello en relación con las colecciones artísticas, entendidas éstas en el más amplio sentido de la palabra, que se formaron, en alguna medida, por los nobles y aristócratas abulenses en torno a los palacios que fundaron en la ciudad ricos caballeros de antiguos linajes, lo mismo que hizo Bernardino Melgar.
No se trató de la riqueza artística que guardan iglesias y conventos, ni de los museos monásticos, ni de colecciones externas que puedan tener fondos de Ávila.
Y sí de la herencia de algunas de las casas fuertes de la ciudad y/o de las colecciones que formaron los linajes ligados a las mismas, pues éste es el punto de encuentro con el Marqués.
Y hablamos entonces de los personajes que conservaron y reunieron en sus casas objetos de coleccionista.
De los palacios que algún día custodiaron artículos de interés cultural.
Del conservador Museo de Ávila nacido para preservar el patrimonio histórico y artístico de la Ávila y su provincia.
De los ilustres veraneantes que aireaban los caserones cerrados durante el año.
De la curiosidad y misterio que rodean a los viejos palacios.
De los verracos vettones que fueron motivo de adorno de las residencias palaciegas de los Canales de Chozas, los Verdugo, los Abrantes o los Crecente.
De algunas colecciones museísticas de Ávila que exhibieron sus palacios.
De los parlamentarios por Ávila y damas teresianas que dejaron su nombre aristocrático como impronta señorial.
De la venta de colecciones como síntoma de decadencia.
De la impresionante colección pictórica de Goya, Madrazo y Sorolla que aglutina a numerosos personajes de la historia abulense, con quienes existen lazos familiares y/o de vecindad o paisanaje que tanto unen.
Y de las colecciones que guardan en otros palacios fuera de Ávila; y de las colecciones que no tienen palacio, y de los palacios que no tienen colecciones.
Y todo lo expusimos y contamos de una forma ilustrada y visual, en un breve espacio de tiempo que no permitió profundizar en exceso en cada uno de los temas seleccionados, aunque fue suficiente para aproximarnos a los mismos y contagiarnos de su interés para otras oportunidades.
Efectivamente, Ávila palaciega fue en un tiempo también Ávila de coleccionistas aristócratas que apostaron por el arte como signo de distinción.
Lo que no podía ser de otro modo, ya que con ello se vestían las llamativas mansiones que exigían una decoración a la altura de su señorial arquitectura.
Los históricos palacios renacentistas que dieron renombre y relumbrón a la ciudad medieval fueron, en algún momento, con mayor o menor relevancia, ricos contenedores culturales de ilustres propietarios de los que desconocemos su aportación a la ciudad.
Uno de los mejores ejemplos de ello es el palacio del regidor Juan Henao (actual parador de turismo) que guardaba la colección formada por Bernardino Melgar y Álvarez Abreu, marqués de Benavites y marqués de Piedras Albas.
Lo mismo que destacan el palacio de Superunda, donde se reúne la colección del pintor Caprotti.
Y el palacio de don Suero del Águila, que fue del duque de Valencia, donde se agolpaban igual numerosas obras de arte y otras antigüedades y se está preparando desde hace años para sede del Prado disperso.
También el palacio de Abrantes mantiene su decoración de antaño con mobiliario y carruajes de época.
Hubo un tiempo en que la casa señorial se convirtió en un museo que reunía gran multiplicidad de objetos de valor que daba prestancia y prestigio a sus dueños.
El mismo que ahora reivindicamos como patrimonio común para orgullo de la ciudad, lugar que configura la arquitectura urbana de la que forman parte las residencias palaciegas de nobles caballeros.
Y añadimos que la fuerte personalidad de alguna celebridad de las grandes familias nobiliarias españolas que tuvieron casa en Ávila transciende del ámbito local.
Lo que nos sirve de excusa para compartir sus interesantes colecciones artísticas, tales como la del museo Cerralbo, y otras que lo fueron, como las de los duques de Parcent y de Tamames.
A los cuales unimos los nombres de los Alba, Montijo y Medinaceli, quienes tuvieron parte de su patrimonio en la capital abulense que administraban través de apoderados.
Todo queda relacionado en torno a la institución palaciega y sus dueños, porque los propietarios de las mansiones señoriales, personajes de la aristocracia, eran los solían formar colecciones de interés, ya que se lo permitía su posición económica y social.
De ahí que sus nombres y genealogías se repitan constantemente cuando hablamos de palacios abulenses.
Nombres a los que despojamos de la aureola de antaño para hacernos imaginariamente con sus colecciones o las de sus señores con el fin de convertirlas en patrimonio cultural de todos.
Y aunque Ávila también aporta bienes de la ciudad a otras colecciones, públicas o privadas, entre cuyos fondos sobresalen obras artísticas creadas, inspiradas o procedentes de aquí, no trataremos ahora sobre ello.
Y dejamos de lado ejemplos como los vistos en la Biblioteca Nacional, donde está la Biblia de Ávila.
En el Museo del Prado, donde se exhiben pinturas de Berruguete.
En el Museo del Romanticismo, donde se hallan cuadros de Valeriano Bécquer.
En el Museo de Lázaro Galdiano, en el que están los dibujos de Carderera.
En el Museo de Escultura, que guarda los apuntes sobre Ávila de Genaro Pérez Villaamil.
En el Museo Reina Sofía, donde Ávila se representa en la pintura de Zuloaga y Echevarría.
En el Museo Arqueológico, que exhibe algunos verracos vettones de Ávila.
En el Museo del Traje, que luce ropajes y atuendos de nuestros paisanos.
Y en otros muchos lugares que podríamos seguir citando en una larga lista que nos sobrepasa.
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