Así lo establece la resolución publicada en el Boletín Oficial de Castilla y León (Bocyl), que fundamenta la medida en la relevancia cultural, social e histórica de esta práctica tradicional ecuestre vinculada estrechamente a la ganadería de reses bravas en la Comunidad.

Según la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte, esta tradición representa "una manifestación cultural viva de indudable relevancia", integrada por un conjunto de saberes transmitidos de generación en generación y que evidencian la interacción entre cultura, territorio y medio rural.

Raíces en la historia militar y ganadera
La doma vaquera hunde sus raíces en la equitación militar medieval, especialmente en la técnica de la "monta a la jineta", desarrollada durante la época musulmana. Esta forma de montar permitía al jinete controlar el caballo con una sola mano, dejando libre la otra para manejar armas. Este legado evolucionó con la aparición de las ganaderías de bravo en el siglo XVIII, cuando surgieron figuras como el mayoral y el vaquero, esenciales para el manejo y selección del ganado.

La tradición en Castilla y León está particularmente ligada a zonas históricas como Sahagún (León), donde las órdenes monásticas impulsaron la formación de grandes cotos ganaderos. También destaca la ganadería Raso de Portillo, fundada en 1880 en Boecillo (Valladolid), considerada la más antigua de España y origen de uno de los cinco encastes fundacionales del toro bravo.

La ganadería de reses bravas en Castilla y León se ha desarrollado en diversas provincias, como Salamanca, Ávila y Valladolid; en León solo hay la ganadería de Valdellán. “Pero actualmente”, se destaca, “el gran epicentro de la crianza del toro bravo se sitúa en el campo charro y así lo demuestran las 152 ganaderías que pastan en la provincia de Salamanca.

De la faena al deporte reglado
La doma vaquera se manifiesta tanto en su vertiente tradicional como en su faceta deportiva. En este ámbito, la Real Federación Hípica Española reconoce tres disciplinas: la doma vaquera de competición, las faenas y doma de campo —herederas del acoso y derribo— y la equitación de trabajo. La primera edición del Campeonato de España de Acoso y Derribo se celebró en Salamanca en 1970, reflejo del protagonismo regional en la consolidación de este deporte ecuestre.

Ciudad Rodrigo ha acogido desde entonces competiciones clave, como su emblemático concurso en el marco del Carnaval del Toro, consolidando a Castilla y León como uno de los grandes escenarios de referencia en España.

El arraigo cultural de la doma vaquera también se refleja en sus elementos materiales. Tradicionalmente, los jinetes salmantinos vestían el traje charro, adaptado al entorno ganadero. En la actualidad, predomina el traje corto andaluz en competiciones, con variantes de campo o paseo, junto a guarniciones específicas como monturas con estribos grandes que ofrecen mayor estabilidad.

La transmisión de este patrimonio inmaterial se produce, en gran medida, de forma oral y práctica en el medio rural. La experiencia directa en el manejo del caballo y del ganado, especialmente durante encierros tradicionales como los de Cuéllar o Soria, garantiza su pervivencia. Paralelamente, las escuelas de equitación y las federaciones hípicas contribuyen a su enseñanza formal como disciplina deportiva.

Salvaguarda de un legado cultural
La resolución recoge que "la doma vaquera reúne los requisitos de antigüedad acreditada, continuidad histórica, arraigo territorial, función social activa y transmisión intergeneracional", en coherencia con la Ley 7/2024 de Patrimonio Cultural de Castilla y León. Esta catalogación como BIC, aún en fase de tramitación, tiene como objetivo garantizar la protección y salvaguarda de este patrimonio, respetando su evolución como manifestación cultural viva.

En caso de que no se alcanzaran los criterios exigidos para su declaración como BIC, el procedimiento prevé su inclusión en el Inventario de Bienes del Patrimonio Cultural de Castilla y León, asegurando en todo caso su reconocimiento institucional.