Los responsables del proyecto, impulsado por el equipo de Terra Levis-Masav, subrayan que se trata de una investigación ambiciosa, tanto por su dimensión científica como por su impacto social, cultural y económico. El director de excavaciones, Juan Pablo López, explicó que los trabajos no se limitan a excavar, sino que apuesta de forma decidida por la conservación y la divulgación, como “la puesta en valor de algunas de las casas excavadas en años anteriores, como es en el caso de La Coba”.

“Al final, además de un proyecto científico y cultural, lo que busca también es enriquecer el patrimonio de nuestra provincia, generar visitantes a nivel turístico y, en definitiva, generar economía en nuestro territorio a partir de la cultura, que revierta esa inversión que se hace tanto instituciones públicas como privadas en la comunidad”, ha explicado.

La Mesa de Miranda
El recorrido cronológico comienza en la Mesa de Miranda, uno de los grandes referentes del mundo vetón. López recordó que se trata de uno de los yacimientos más importantes del hierro céltico, “no solamente de la provincia sino a nivel internacional”, y destacó que, pese a su relevancia, “del poblado hasta la fecha se sabía más bien poco”.

Los trabajos están cambiando ese panorama. “Con las campañas que realizó González Tablas entre 2004 y 2007 y las que estamos realizando ya desde el año 2024 y 2025, estamos obteniendo unos resultados que abre el prisma de una manera bastante espectacular”. Entre los hallazgos más relevantes figura la excavación de un edificio anexo a la conocida Casa C, “lo que parece ser un complejo productivo”, y lo que considera “más interesante” como es el basurero.

Ese vertedero antiguo ha permitido algo inédito en el estudio de los vetones y con dataciones con carbono 14, las muestras analizadas confirman una ocupación continuada “desde el siglo VI antes de nuestra era hasta el siglo II antes de nuestra era”.

Ternera y cánidos
El análisis de los restos óseos está aportando información clave sobre la alimentación y la estructura social, y “empezar a plantear hipótesis sobre la dieta de nuestros antepasados vetones”, señaló López, con evidencias claras de consumo de bóvidos, ovicápridos y cerdo, destacando la selección de animales jóvenes: “La vaca se consume desde los primeros momentos de ocupación del yacimiento hasta los momentos del abandono”, y “ya se alimentan de animales juveniles de estas especies”, algo que apunta a élites con capacidad de elección. Incluso aparece una referencia de fuerte carga simbólica: “La ternera de Ávila ya se consumía por nuestros antepasados vettones”.

Más complejo aún es el hallazgo de restos de cánidos con marcas de descarnado. “Estas gentes llegaron a consumir perro, o al menos cánido”, explicó López, abriendo un debate que conecta con rituales conocidos en otros enclaves vetones e ibéricos y con posibles situaciones de crisis asociadas al abandono precipitado del castro.

Pared de los Moros
Desde el punto de vista cronológico, el siguiente enclave es Pared de los Moros, en Niharra. El director científico del proyecto, Carlos Tejerizo, subrayó su importancia como nexo entre el mundo vetón y el romano. Las excavaciones están confirmando que se trata de “una gran villa romana”, con una monumentalidad excepcional. 

Se trata de una “villa de peristilo, típica del mundo romano, pero una gran villa que también contaba con sus termas”, que es lo que ahora de excava. El conjunto podría superar los 2.000 metros cuadrados y se data en el siglo IV después de nuestra era, como residencia de las élites que explotaban el territorio del Valle Amblés.

El yacimiento no se agota en época romana, porque hay una reocupación en torno al siglo V y después con un cementerio en torno al siglo VII, “lo que llamaríamos la época visigoda”. El estudio antropológico ha identificado una población de entre 60 y 70 personas, con signos claros de estrés demográfico y patologías poco habituales, dado que se han detectado casos de tuberculosis además de otros indicadores como artrosis o caries.
Navasangil: lujo, comercio y poder en los llamados “siglos oscuros”.

El yacimiento de la Cabeza de Navasangil, en Solosancho, está arrojando luz sobre un periodo tradicionalmente mal conocido. En apenas 20 metros cuadrados han aparecido elementos de alto valor, como antifijos romanos, “un elemento de decoración típicamente romano y que sólo aparece en edificios de grandísimo lujo”. A ello se suman objetos que evidencian redes de intercambio a larga distancia, como “productos que vienen de Andalucía e incluso influencias del norte de Europa”, visibles en una fíbula singular, ha explicado Tejerizo.

Las pizarras visigodas y los restos de cereal explican la base económica de ese poder, reforzando la idea de Navasangil como nodo clave de articulación territorial.

La Coba y El Palomar
El proyecto se completa con los trabajos en La Coba, en San Juan del Olmo, y en El Palomar, en Chamartín, enclaves que muestran “la otra cara de la moneda”, la de las sociedades campesinas. “Estamos demostrando todo lo contrario” a la idea del despoblamiento del Duero, ha defendido el director científico. “Era un espacio vivo, un espacio lleno de gente”, ha asegurado.

Los estudios arqueobotánicos en estos yacimientos están revelando una gestión compleja del entorno. “Estamos estudiando todos los carbones, semillas y todos los pólenes antiguos”, con resultados que destacan el papel del pino, trasladado hasta allí, como recurso esencial para la construcción y la vida cotidiana, gestionado de forma sostenible durante siglos.

Las excavaciones abiertas en la provincia de Ávila no solo están ofreciendo respuestas, sino también nuevas preguntas. “Estamos en un punto muy interesante de la investigación”, concluyó Tejerizo, porque lo que emerge es una historia de larga duración: “Todo este poblamiento altomedieval es el origen del actual”.