Al mismo tiempo, dichos conciertos han sido este año el pistoletazo de salida del 5º Festival Internacional Tomás Luis de Victoria, cuyo amplio programa se desarrollará hasta el 14 de diciembre.

Tras el recital del sábado, Camerata Abulense, formada por más de 40 voces, bajo la dirección de la nueva directora Uxía Aldea, una reconocida multiinstrumentista, compositora y arreglista, interpretó con entrañable sentimiento el programa ofrecido llevaba por título ‘Magnum Mysterium’, a través del cual pudieron recorrerse las distintas facetas de la devoción cristiana tal y como Victoria las expresó en su música:  la Pasión de Cristo, la gloria de los santos, la devoción a la Virgen María y la intimidad del Nombre de Jesús, para terminar con una selección de la misa ‘O magnum mysterium’, una obra clave en la producción musical de Victoria. Aunque pertenece al tiempo de Navidad, su contemplación del misterio de la Encarnación sirvió para introducirnos en el clima de Adviento que empezaba este domingo. 

Tomás Luis de Victoria entendió la música como un puente entre la fe y la emoción humana. Por eso sus obras no se limitan a narrar un texto litúrgico, sino que lo encarnan musicalmente, creando una sonoridad rica, profunda y llena de sentido. Cada motete es un pequeño universo espiritual que trasciende lo religioso y nos sigue conmoviendo hoy como solo puede hacerlo un maestro verdaderamente atemporal. 

Dramatismo

El concierto comenzó con la pieza ‘Popule meus’, uno de los responsorios del ‘Oficio de Tinieblas del Viernes Santo’, un texto profundamente dramático en el que Cristo interpela a su pueblo con un lamento lleno de dolor: “Popule meus, quid feci tibi? Aut in quo contristavi te? Responde mihi”. “Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he ofendido? Respóndeme”.

Victoria subraya este reproche mediante contrastes de textura y un uso expresivo de la disonancia, que hace sentir al oyente el peso emocional de estas palabras. La música adopta un tono casi declamatorio, como si la propia voz de Cristo resonara directamente ante nosotros. 

A este motete solemne se añadió un breve contraste de cano llano, interpretado por algunos compañeros que pertenecen también al Coro de la Santa, y que nos devolvió momentáneamente a la pureza desnuda de la tradición litúrgica, en contraste con la interpretación de Victoria de este mismo texto. 

A continuación se escuchó el canto ‘Amicus meus’, otro responsorio del mismo oficio, pero de carácter casi opuesto al anterior. Si ‘Popule meus’ era un lamento dirigido al pueblo, aquí se evoca la traición de Judas, quizá uno de los momentos más sobrecogedores de la Pasión: “Amicus meus osculi me tradidit signo”. Mi amigo me entregó con un beso".

La paradoja constante entre amistad y traición, verdad y mentira, beso y asesinato que plagan el texto del responsorio está reforzada por una escritura más agitada, con imitaciones y ecos que parecen seguir el movimiento del conflicto interno. La música adquiere un pulso inquieto, casi narrativo, en el que se sienten la tensión, la duda y el desgarro. Victoria convierte lo que podría ser simplemente un episodio bíblico en una escena profundamente humana, donde la gravedad de la traición se manifiesta a través de la armonía, el ritmo y la intensidad expresiva. VER PROGRAMA DEL FESTIVAL TOMÁS LUIS DE VICTORIA.