Bardem ha subrayado que la obra nace de una pulsión íntima, porque “llevaba tiempo reflexionando sobre un error histórico: la relación del ser humano con la naturaleza”. Y aunque reconoció que una trama contemporánea habría sido una elección lógica, optó por un marco histórico distinto: “una elección obvia hubiera sido situarlo en nuestros días con el cambio climático en una sociedad hiperconsumista, pero quizá por mi formación de historiador soy de los que piensa que cuando ponen las cosas en un ciclo más largo se entienden mejor”.

Ese marco más amplio llegó a partir de un recuerdo de infancia ligado a Madrid. El escritor evocó la historia real de un rinoceronte indonesio exhibido en el siglo XVI en un corral de la calle de la Abada: “desde muy chiquito me había impresionado mucho la idea de que en esa calle estuvo encerrado un rinoceronte indonesio”. Aquella imagen terminó convirtiéndose en escenario para abordar, desde la ficción histórica, la violencia estructural que acompaña al dominio humano sobre el mundo natural.

Bardem reconoció que la novela tuvo un origen más convencional, centrado en múltiples voces humanas, “de un grupo de seres humanos que daban distintas versiones sobre los mismos hechos”. Pero la investigación le llevó a modificar por completo el enfoque: “según estaba estudiando, se me hizo cada vez más patente que si querías decir su actuar, había que darle voz”.

Fábula animalista

Esa decisión introduce uno de los elementos más singulares de ‘Badaq’: la narración desde la perspectiva del propio animal, que motiva “una de las originalidades de la novela, que tiene su parte de fábula animalista”.
Esa voz se convierte en un espejo que interpela al lector y cuestiona las pulsiones humanas y así “este animal dotado de un sentido común aplastante se convierte en juez de lo que hacemos como ella nos llama los monos sin pelo”. Para el autor, cada personaje es en parte extensión de su propia mirada: “yo soy la rinoceronta, pero también soy el resto de los personajes”.

El escritor abordó también el trasfondo histórico de la novela, ambientada en tiempos del imperio de Felipe II, y rechaza así cualquier idealización de las expansiones imperiales: “Todas las conquistas, son todas atroces aunque luego se edulcoran, se idealizan y se romantizan”.

Bardem, que prepara nueva película y novela, ha apuntado que los mecanismos se repiten en todo proceso de ocupación: “un proceso de conquista es un proceso de depredación, y como la gente tiene la fastidiosa costumbre de defenderse, la mayoría de las veces se convierte también en asesinatos a gran escala, o sea, en genocidio”. Por eso señaló que uno de sus objetivos era reflejar ese coste desde la perspectiva de los “descubiertos”, especialmente en la isla indonesia que inspira el título de la novela: “intentó darle también voz a estos, a los descubiertos, esos señores llevan viviendo ahí  siglos y de repente llegan unos señores y dicen que los han descubierto”.

También estableció un vínculo directo entre la lógica de las conquistas humanas y la relación secular con la naturaleza. A su juicio, ambas comparten el mismo proceso de deshumanización o desvalorización del otro: “lo primero que haces cuando quieres conquistar o colonizar a alguien es ponerlo en un plano de inferioridad, y en la relación del hombre con la naturaleza ha existido algo muy parecido”.

Para Bardem, esa visión explica en parte el deterioro ambiental contemporáneo y la relación del hombre con la naturaleza, lo que “nos ha llevado a la situación de precolapso medioambiental que vivimos hoy en día”. Por ello, afirma que su novela es también una llamada de atención para que “repensemos nuestra relación con la naturaleza, de que somos parte de la naturaleza y nos tenemos que reintegrar en ella desde el respeto y desde la preservación”.