Del Viernes, 31 de Octubre de 2025 al Domingo, 02 de Noviembre de 2025
Cuando pensamos en el paraíso mediterráneo, Menorca aparece en el mapa como un lugar donde el tiempo parece detenerse. Es la hermana tranquila de las Baleares, menos bulliciosa que Ibiza y más relajada que Mallorca, pero con un encanto que conquista a cualquiera. Playas escondidas, pueblos llenos de historia, atardeceres mágicos y una gastronomía que te hará volver solo por comer de nuevo. ¿Lo mejor? Que llegar es facilísimo y parte de la experiencia: viajar en Ferry a Menorca es una manera cómoda y divertida de comenzar tu aventura, porque no hay nada como arrancar las vacaciones sintiendo la brisa marina antes incluso de pisar la isla.
Si ya estás imaginando arena fina bajo tus pies y agua turquesa frente a ti, déjame contarte 7 cosas que no puedes dejar pasar en Menorca. Spoiler: querrás hacerlas todas.
1. Descubrir las calas vírgenes
Hablar de Menorca sin mencionar sus calas sería como hablar de Italia sin hablar de pasta: imposible. La isla presume de algunas de las playas más bonitas del Mediterráneo, con ese azul que parece Photoshop pero que es 100% real. Cala Macarella y Cala Mitjana suelen llevarse la fama, y con razón, pero si quieres sentir que has encontrado tu propio rincón secreto, anímate a caminar un poco más y llegar a calas vírgenes como Cala Turqueta, Cala Pregonda o Cala Escorxada.
El acceso no siempre es sencillo: en algunos casos tendrás que caminar por senderos rodeados de pinos, pero créeme, cuando llegues y te des el primer chapuzón, todo el esfuerzo habrá merecido la pena. Eso sí, no esperes chiringuitos ni hamacas, porque en estas calas todo es natural. Así que prepara tu mochila con agua, algo para picar, protector solar y una toalla. Piensa en ellas como tu propio “spa natural”, pero gratis y sin límite de tiempo.
2. Perderse por Ciutadella
Ciutadella es un auténtico viaje en el tiempo. Sus calles estrechas de piedra, sus plazas llenas de vida y sus palacios señoriales hacen que pasear por allí sea como caminar dentro de un cuento medieval. La ciudad fue la antigua capital de Menorca, y todavía conserva ese aire señorial que la hace única.
Uno de los lugares más emblemáticos es la Plaza del Borne, con su obelisco en el centro y edificios históricos alrededor. Muy cerca, la Catedral de Santa María se alza majestuosa, y entrar en ella es como dar un salto a otra época. El puerto, por su parte, es ideal para pasear al atardecer y sentarse en alguna terraza a disfrutar de la brisa marina.
Pero si hay algo que no te puedes perder es la gastronomía de Ciutadella. La caldereta de langosta es el plato estrella y una auténtica delicia. Acompáñala con un buen vino local y prepárate para un festín de sabor. Y si eres más de tapeo, encontrarás bares con tapas tradicionales que te harán querer repetir. Ciutadella es, sin duda, una parada obligatoria que combina historia, ambiente y buena comida.
3. Subir al Monte Toro
El Monte Toro es el punto más alto de Menorca, y aunque con sus 358 metros no parezca gran cosa, la vista desde arriba es simplemente espectacular. Desde allí puedes contemplar toda la isla, y en días claros incluso se llega a ver Mallorca. Es uno de esos lugares donde te das cuenta de lo especial que es este pequeño rincón del Mediterráneo.
En la cima encontrarás el Santuario de la Virgen del Toro, un lugar con mucha historia y espiritualidad. Es perfecto para hacer una pausa tranquila, respirar aire puro y desconectar. Llegar es sencillo: puedes hacerlo en coche, en moto o incluso en bicicleta si te animas con un poco de ejercicio.
Lo mejor de este plan es que no requiere mucho tiempo, así que puedes incluirlo fácilmente en tu itinerario. Te recomiendo subir al atardecer: la combinación de los colores del cielo y la panorámica de la isla es un espectáculo que no olvidarás. Y sí, es uno de esos sitios donde la foto para Instagram sale sola.
4. Recorrer el Camí de Cavalls
Si eres de los que disfrutan con un poco de aventura y contacto directo con la naturaleza, el Camí de Cavalls es tu plan perfecto. Este sendero histórico, que rodea toda la isla a lo largo de 185 kilómetros, era utilizado en el pasado para defender Menorca y conectar poblaciones. Hoy, se ha convertido en un recorrido imprescindible para senderistas, ciclistas y amantes del aire libre.
No te asustes con los kilómetros, porque no hace falta hacerlo entero. Puedes elegir un tramo corto y disfrutarlo a tu ritmo. El camino te lleva por playas escondidas, acantilados con vistas impresionantes y zonas boscosas que parecen sacadas de una postal. Es una manera fantástica de descubrir Menorca desde otra perspectiva, lejos del turismo masivo.
Además, es ideal si quieres sentir que te llevas un recuerdo más auténtico de la isla. Caminar por el Camí de Cavalls es como escuchar a Menorca susurrándote sus secretos más guardados. Y lo mejor es que cada tramo tiene algo diferente: uno puede llevarte a una cala virgen, otro a un faro solitario o a un acantilado donde solo se oye el mar golpeando las rocas.
5. Explorar Mahón y su puerto
Mahón, la actual capital de Menorca, es una ciudad vibrante con un aire cosmopolita, pero sin perder su esencia marinera. Su puerto natural es uno de los más grandes del mundo, y pasear por él es toda una experiencia. Allí encontrarás restaurantes, bares y terrazas perfectas para relajarte mientras ves llegar y salir barcos de todo tipo.
Uno de los rincones más especiales es el Mercado del Claustro del Carmen, donde puedes probar productos locales como quesos, embutidos o vinos de la isla. Es el lugar ideal para llenar tu maleta de souvenirs gastronómicos. Y si eres de los que disfrutan con la historia, no te pierdas la Fortaleza de La Mola, construida en el siglo XIX para proteger la entrada al puerto.
Mahón también tiene su propio encanto urbano: sus calles están llenas de tiendas, cafés y plazas con mucho ambiente. Aquí se respira una mezcla de tradición y modernidad que engancha desde el primer momento. Es una parada imprescindible para entender la cara más cultural de Menorca.
6. Disfrutar de las puestas de sol
En Menorca los atardeceres tienen algo especial, como si el sol se despidiera cada día con un espectáculo exclusivo para quienes se encuentran allí. Los colores del cielo van del naranja intenso al rosa más delicado, tiñendo el mar y creando un paisaje que parece pintado a mano. Es uno de esos momentos en los que te quedas en silencio, simplemente disfrutando de la belleza del instante.
Hay varios lugares icónicos para contemplar esta maravilla. Uno de los más famosos es la Cova d’en Xoroi, un bar-discoteca construido dentro de un acantilado. Imagina estar sentado en una terraza suspendida sobre el mar, con una copa en la mano, buena música y el horizonte encendiéndose de colores… es un plan inolvidable. Pero si prefieres algo más tranquilo, el Faro de Cavalleria o el Pont d’en Gil son perfectos. Solo necesitas una manta, buena compañía y ganas de dejarte maravillar.
Ver un atardecer en Menorca no es solo un plan turístico: es una experiencia que te conecta con la isla y contigo mismo. Es ese recuerdo que te llevas grabado en la memoria y al que volverás una y otra vez, incluso mucho después de haber regresado a casa.
7. Probar la gastronomía local
Viajar también es saborear, y en Menorca la comida tiene un papel protagonista. Su gastronomía está marcada por la tradición marinera y los productos locales, lo que da como resultado platos llenos de sabor y autenticidad.
La caldereta de langosta es el plato estrella, especialmente en Ciutadella, donde dicen que se prepara la mejor. Es un guiso con sabor a mar que te hará cerrar los ojos de placer en cada cucharada. Pero no te quedes solo ahí: el queso de Mahón con denominación de origen es otro imprescindible, perfecto para acompañar con un vino local. Y hablando de vinos, no dudes en visitar alguna bodega menorquina para probar caldos que cada vez ganan más reconocimiento.
Si eres más de tapeo, encontrarás bares donde sirven embutidos tradicionales como la sobrasada, o recetas de pescado fresco recién sacado del mar. Y para los que disfrutan con algo dulce, las ensaimadas y pastissets son la guinda perfecta para cerrar cualquier comida.
Ah, y no podemos olvidar la pomada, la bebida más típica de la isla: una mezcla refrescante de ginebra de Menorca con limonada. Es sencilla, pero tiene ese toque especial que te hará querer repetir.
En resumen, en Menorca no solo se disfruta con la vista, sino también con el paladar. Comer allí es una parte fundamental del viaje, y probablemente uno de los recuerdos más sabrosos que te llevarás a casa.
Menorca es ese destino que combina lo mejor de todos los mundos: playas de ensueño, pueblos con historia, naturaleza en estado puro, atardeceres mágicos y una gastronomía que conquista. Es un lugar para quienes buscan desconectar del ruido, pero también para los que quieren vivir experiencias únicas. Desde perderte en calas secretas hasta brindar al atardecer en un acantilado, cada rincón de la isla tiene algo especial que ofrecer.
Y lo mejor de todo es que llegar a este paraíso es tan sencillo como emocionante: subirte a un Ferry a Menorca y dejar que el viaje empiece desde el mar. Porque en realidad, las vacaciones en Menorca no comienzan al llegar a la isla… comienzan en el trayecto, con la ilusión de lo que te espera.
Así que ya sabes: prepara la mochila, el bañador, las ganas de aventura y déjate conquistar por la calma y la belleza de esta joya del Mediterráneo. Menorca no se visita una vez, se vive… y siempre invita a volver.





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