Blanco, negro, amarillo y rojo: así se dividió el público en equipos, cada uno en su esquina del escenario, con escuderos ondeando sus banderas. Los caballeros eran Don Pedro Álvarez (blanco), Don Juan Primero de Castilla (rojo), Don Diego (amarillo) y Don Richard (negro, el villano). Todos lucían un atuendo medieval impecable, al igual que sus caballos.

Pinillo, el bufón de la historia, ha abierto el telón con sus divertidos bailes y la música de fondo: ¡Estáis aquí para presenciar un maravilloso espectáculo!, gritaba. Pinillo se ha encargado de hacer bromas de cada cosa que se iba desarrollando en la arena, y recibiendo regañinas y golpes con los guantes del narrador, una relación que mostraba un ambiente animado y jovial.

El combate se dividió en tres partes, sin incluir la prueba final. En primer lugar, los caballeros debían golpear con todas sus fuerzas el estafermo; luego, recoger las anillas, donde las pequeñas valían dos puntos y las grandes uno. Tras estas pruebas, el jinete Don Diego quedó eliminado al obtener la menor puntuación y abandonó el estadio.

En el último juego, los tres caballeros restantes se enfrentaron entre sí y el vencedor pasó a disputar el combate contra el caballero negro, quien había obtenido la mayor puntuación en las pruebas. Sin embargo, cuando parecía que todo estaba decidido, se produjo un giro inesperado: el caballero blanco resultó ser el ganador. Durante toda la contienda, el bufón no dejó de hacer bromas y, entre risas, incluso tomó a un niño del público y le dijo a su madre: “Me lo llevo”. Su ocurrencia puso un toque de humor que acompañó hasta el cierre de la justa.