La plaza del ayuntamiento se convirtió en el escenario de un ritual que se resiste a desaparecer y que, en Mirueña, representa mucho más que una mera actividad festiva. Esconder los carros y tallar a los quintos son prácticas que evocan tiempos pasados, cuando los jóvenes que partían al servicio militar se despedían de su pueblo dejando su impronta en un acto público que sellaba su transición hacia la edad adulta.

“Es un momento de gran carga simbólica, porque representa el relevo generacional y el compromiso con nuestras raíces”, según los organizadores del evento. En esta edición, los jóvenes firmaron un documento público en el que se comprometen a mantener viva la tradición, gesto que fue recibido con aplausos por los vecinos, muchos de ellos antiguos quintos que vivieron la ceremonia décadas atrás.

Carros escondidos
Como manda la costumbre, los carros se ocultaron en rincones del pueblo, reviviendo el juego ancestral que da nombre al acto. Después llegó el tallaje, realizado “como se hacía antes”, con herramientas de madera y manos firmes, entre sonrisas, miradas cómplices y alguna lágrima contenida.

El acto fue presidido por los responsables municipales y vecinos de todas las edades, que compartieron recuerdos. “Aquí cada generación se talla con la memoria de las anteriores”, destacó un vecino veterano.

El alcalde del municipio, José Luis López Sánchez, subrayó el valor de mantener este tipo de manifestaciones culturales, que “no solo enriquecen nuestras fiestas, sino que refuerzan el sentimiento de pertenencia y nos ayudan a transmitir valores como el respeto, la unidad y la memoria compartida”.