Del Viernes, 19 de Septiembre de 2025 al Martes, 23 de Septiembre de 2025
Ruth Pindado dedica este obituario con el título ‘A mi querida maestra, Concepción Pedrosa’, que falleció el jueves a los 102 años. El funeral se celebrará el sábado en la parroquia de San Antonio (10 horas).
Hoy, por fin, has cerrado los ojos y te has ido silenciosa con tus seres queridos y, como siempre deseaste, estarás en el Reino de los Cielos. Lo tienes merecido.
Y yo estoy enormemente agradecida por tu partida, porque dejes este mundo que, sin duda, hiciste mejor, por el que lo diste todo. A tus 102 años, descansar en paz es ya una obligación que llevabas tiempo deseando, lo hemos hablado muchas veces, querías “dormir y morir”, me dijiste hace solo unos días, en tu último ingreso que lúcida, encaraste con resignación.
Y eso voy a contar ahora, tu último ingreso, cuando parecía que ya no podías más y levantaste sonriendo la cabeza para decirme: “Ay, Ruth, qué alegría me da verte, que orgullosa estoy de ti”- y yo sonreí porque la realmente orgullosa era yo. Tu pelo blanco, límpido como tu corazón, tus manos suaves, con las arrugas del tiempo, pero también de haber asido con amor y esperanza, esos ojos pequeños y profundos que se movían, a ritmo de la discinesia, con tu cabeza, con tus brazos, con todo tu cuerpo y te hacían singular. Un fresco olor a cítricos y flores blancas y una sonrisa que dejaba ver tu único diente, motivo de tu gran enfado y creo, de ese declive que últimamente tenías. “Estoy muy fea, ¿verdad?”- no te gustó que te sacaran las últimas piezas y eso que nunca fuiste superficial ni frívola, pero algo se había acabado en ti, y no te gustó. Yo me reí, casi a carcajada, por como tu sonrisa inicial se convirtió en una mueca infantil. Pero todo pasó pronto y, como siempre, volvimos a tu infancia, a tu Galicia natal, al recuerdo de ese padre al que adoraste y que fue tu gran maestro; a las abejas y ese primer libro que aprendiste de memoria de tanto leerlo; hablamos de la temprana muerte de tu hermano, del ingreso en el convento de Barcelona y tu salida de él; y cómo no, de tu llegada a Ávila, a tu Ávila, a la ciudad que te hizo feliz, donde, sin lugar a duda, ha estado tu casa.
Casi una hora de charla en la que reímos, me contaste por décima vez la anécdota de mi hermano Piraña y el día que se quedó encerrado en la Aneja; del primer perro callejero que te llevaste a casa y como se enfadó tu hermana, pero también lo que llorasteis las dos cuando se murió; hablamos de las compañeras de clase, de Carmencita, tu alumna predilecta, hicimos un bonito repaso a los años 80, incluso hablamos de hacer gelatina para copiar los textos libres que tanto te gustaba que escribiéramos para corregir todas juntas en el encerado; hablamos de tu salida del colegio y tu proyecto con los gitanos; de tu querido pero desaparecido Antonio, me preguntaste, única muestra de olvido, por mi padre, con unas palabras que he grabado a fuego “qué gran hombre, como quería a tu madre y como os cuidaba, le recuerdo en una excursión a Piedrahíta, vuestro pueblo, a ver ovejas merinas”- y yo volví a sonreír porque me parecía imposible que esas cosas, ciertas, claro, estuvieses perfectamente guardadas en tu memoria. Hablamos de Inmaculada Lanchas, de Mercedes Pego, de Doña Feli y de todas las maestras que coincidieron en el tiempo, y siempre con admiración y gratitud. Siempre, Conchi, con enorme cariño y respeto.
Así hoy, cuando has cerrado los ojos por última vez, y me dispongo a despedirte, quiero hacerlo de la misma forma que tú, con amor por todo lo que siempre nos diste, y gratitud, porque no puedo evitar sentir que ejemplos como el tuyo hacen a la sociedad mejor.
He tenido muchos maestros y profesores en mi vida, a todos recuerdo con gran cariño y entusiasmo, de todos guardo un profundo respeto que sé que, por su ejemplo, decidí dedicarme a la enseñanza, pero de ti tengo algo mucho más parecido al deslumbramiento, al arrobo, a la admiración. Tu ejemplo ha sido el mejor gesto de amor y entrega.
Nunca son fáciles las despedidas, aunque algunas saben a calma, a tranquilidad, a sosiego, a esto me sabe la tuya, y también a saber que lo mejor de ti lo guardo en forma de conocimiento. Gracias, Conchi, por todo.
IN MEMORIAM | Viernes, 25 de Julio de 2025 a las 18:19:16 horas
Gracias Conchi por ser nuestra maestra, por tu generosidad, por inculcarnos buenos valores, por compartir tu tiempo y tus conocimientos con tantas generaciones… Gracias.
Accede para votar (0) (0) Accede para responder