Del Sábado, 15 de Noviembre de 2025 al Domingo, 30 de Noviembre de 2025
Ávila libra desde hace más de un siglo una batalla por mantener el abastecimiento de agua a la población.
Desde principios del siglo XX, cuando la ciudad apenas superaba los 12.000 habitantes, la dependencia de pozos y fuentes públicas la hacía vulnerable a la escasez, especialmente en épocas de sequía. Esta precariedad sentó las bases de un desafío que actualmente persiste, como acaba de comprobarse con la declaración de agua no potable para el consumo.
En 1915, la concesión para el abastecimiento se otorgó a la Sociedad Española de Aguas y Saneamientos (SEAS) de Valladolid. La empresa se comprometió a captar nuevos caudales y expandir la red, pero las dificultades no tardaron en aparecer.
En septiembre de 1918, SEAS incumplió sus obligaciones al no presentarse a un concurso para desviar arroyos cruciales para el proyecto y, alegando problemas económicos derivados del encarecimiento de materiales y mano de obra durante la Primera Guerra Mundial, así como desacuerdos sobre las garantías de pago, la compañía entró en conflicto directo con el Ayuntamiento.
Para finales de 1919, solo dos tercios de las obras estaban completados, y la situación se volvió crítica. Tras intentos fallidos de acuerdo, el Consistorio tomó una decisión en marzo de 1922: rescindir el contrato y municipalizar el servicio de aguas.
Esta ruptura marcó la primera gran crisis documentada del agua en Ávila, atribuible tanto a las sequías como a la falta de infraestructuras y los incumplimientos de la empresa. Con el control del servicio de nuevo en manos del Ayuntamiento, las autoridades locales buscaron soluciones urgentes. Así, exploraron la captación de aguas subterráneas para evitar la costosa construcción de filtros, e impulsaron la creación de infraestructuras propias.
Embalse de Becerril
Fruto de aquello, en 1930 se inauguró el embalse de Becerril, una pequeña presa con una capacidad de unos dos hectómetros cúbicos, que se convirtió en la primera infraestructura moderna y, aunque de forma limitada, permitió aliviar las penurias hídricas de la ciudad durante las décadas siguientes.
En 1983 se finalizó la construcción del embalse de Serones, en el río Voltoya, con una capacidad de seis hectómetros cúbicos, al que años más tarde, en 1994, se unió el pantano de Fuentes Claras, de un hectómetro cúbico y próximo a la ciudad, que se convirtió en la tercera presa de la que Ávila puede echar mano en situaciones de escasez.
La red se complementa con algunos sondeos de aguas subterráneas en El Soto, cerca del río Adaja, utilizados puntualmente en sequías severas.
![[Img #160036]](https://avilared.com/upload/images/06_2025/4728_agua_mayoral.jpg)
El envejecimiento de la red de abastecimiento de Ávila ha sido una fuente constante de problemas porque las principales conducciones de Serones y Becerril ofrecen signos de envejecimiento, haciéndolas vulnerables a roturas.
El incidente grave más reciente ha ocurrido hace unos días, cuando una excavadora, durante unas obras en el polígono industrial de Vicolozano, rompió de forma accidental la tubería principal que conecta el embalse de Serones con la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) de Ávila. Esta tubería, de 20 kilómetros de longitud y con más de 40 años de antigüedad, es la que suministra agua desde Serones, el principal embalse actual.
La rotura inicial fue reparada, pero la fragilidad de la antigua instalación se hizo patente al restablecer la presión: se produjeron siete roturas consecutivas en distintos tramos y la obligación de abastecer desde Becerril y Fuentes Claras ha tenido como consecuencia la declaración de no potable.
Periodos de sequías
La climatología semiárida de la Meseta es el mayor desafío histórico para el abastecimiento de Ávila. De hecho, ya en las primeras décadas del siglo XX, las sequías mermaban los manantiales y regatos locales, lo que obligaba en ocasiones a imponer restricciones en el suministro.
Sin embargo, los episodios más críticos han ocurrido en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI, coincidiendo con el paulatino aumento de la población y, en consecuencia, de la demanda de agua.
La inauguración en 1983 del embalse de Serones, en el río Voltoya, fue fundamental para mejorar el abastecimiento de la ciudad, pero una sequía y la falta de cálculo para su vaciado provocó el peor año que se recuerda en materia de abastecimiento en la capital. En 1986 la ciudad sufrió una escasez severa tras un invierno y primavera casi sin lluvias, que coincidió, además, con el vaciado por mantenimiento del embalse de Serones. A finales de ese verano, el Ayuntamiento se vio obligado a imponer restricciones drásticas, reduciendo hasta la mínima la llega de agua a los grifos. Los camiones cisterna repartiendo agua por las calles fue una imagen habitual entonces.
Otro episodio reseñable tuvo lugar en la primera mitad de la década de 1990, cuando la sequía llevó las reservas de Ávila a niveles críticos, lo que llevó a construir, no sin polémica, el embalse de Fuentes Claras, que data de 1994 como cola del pantano de Las Cogotas en el río Adaja.
Sequía
Con posterioridad, en el otoño de 2019, considerado uno de los años hidrológicos más secos en décadas, el embalse de Becerril se quedó a solo un 1,5 por ciento de su capacidad útil mientras los otros dos embalses rondaban en conjunto apenas el 25% ciento de llenado. Poner en marcha captaciones que llevaban hechas varias décadas en El Soto, y construir una conducción nueva, solventó la situación.
Los diversos estudios técnico-científicos que se han ido publicando señalan que la ciudad cuenta con una garantía de suministro inferior a nueve meses, un valor que se encuentra entre los más bajos de las capitales de provincia.
Desde hace años se viene planteando como solución conectar Ávila con el embalse de las Cogotas en el río Adaja, de 59 hectómetros cúbicos y construida en 1994 por el Estado para riego y abastecimiento de municipios. Con el nombre de Plan Cogotas, impulsado Gobierno, Junta y Ayuntamiento, fue desechado por el Ayuntamiento tras la creación de un Comité de Expertos del Agua, que a finales de 2021 dio a conocer sus conclusiones.
Entre ellas se destacaba que “los datos históricos de aportaciones de las cuencas de las que se abastece la ciudad y los estudios existentes muestran que las infraestructuras de almacenamiento actuales deberían ser suficientes para atender la demanda, incluso en los años de sequías normales”.
“Una correcta gestión de los recursos de los embalses de Serones y Becerril, incluido el sistema del río Mayor, junto a los recursos existentes en la subcuenca del río Adaja, en la que se incluye el acuífero del Valle Amblés, deberían permitir el abastecimiento de la ciudad de Ávila, sin que se produzcan situaciones excepcionales, incluso en años secos”, indicaban las conclusiones del documento del comité de expertos del agua.





Ramon | Lunes, 30 de Junio de 2025 a las 09:26:03 horas
Deberían los ingenieros actuales inspirarse en las obras públicas romanas que, más de 2000 años después, siguen funcionando.
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