La obra entrelaza elementos del género negro, la poesía simbólica y el drama psicológico para construir una historia alegórica donde el arte, el deseo y la muerte se funden en una trama de tensión y misterio.

La figura de Aracne, convertida aquí en una dama gótica que acecha desde las sombras,  emerge como protagonista ambigua: mujer, artista, asesina. Su universo está hecho de símbolos, telarañas físicas y emocionales, citas mitológicas y una teatralidad barroca que impregna cada rincón del relato. La narrativa viaja entre el delirio de lo onírico y la crudeza del crimen, con pasajes de erotismo visceral y perturbador que remiten tanto a la tragedia griega como al romanticismo oscuro de Friedrich o Piranesi.

Los autores estructuran la novela con alusiones visuales que crean una escenografía literaria que enriquece la dimensión simbólica de la trama. La ciudad de Bilbao se convierte así en un gran teatro de sombras donde nada es lo que parece: la ría como Estigia, las escaleras del Teatro Arriaga como eje del laberinto, los espejos como umbrales hacia el alma atormentada de sus personajes.

Entre los protagonistas, destacan dos fuerzas femeninas opuestas y complementarias: Aracne, la tejedora de muerte, y Glenn Close, interpretándose a sí misma como actriz en duelo por sus compañeras asesinadas, mientras prepara un monólogo sobre Odiseo. A su alrededor, un grupo de investigadores de la Ertzaintza se adentran en los recovecos de una mente criminal tejida con seducción, arte y venganza.

Más allá de la trama de crímenes y pasiones, Aracne es también una reflexión sobre el dolor, el deseo, la identidad y la escritura como forma de catarsis donde sus autores elaboran una obra coral que explora a las personas con una estética literaria cuidada.