Desde que llegamos al mundo, nos enfrentamos a una sociedad que, aunque se disfraza de acogida, muchas veces nos recibe con hostilidad. Un entorno que no siempre entiende la diferencia, que teme lo que no encaja y que convierte la vulnerabilidad en blanco de juicio. Desde pequeños, antes incluso de que podamos hablar con claridad, ya nos están moldeando. Nos encajan, nos doblan, nos marcan. Y ese proceso, muchas veces silencioso, deja huella.
 
No elegimos nacer con gafas, ni con ortodoncia. No elegimos ser más delgados o más anchos, ni tener pecas o el pelo rojo. Tampoco elegimos pronunciar o no pronunciar la "r". A veces, ni siquiera elegimos los zapatos que llevamos al colegio -y sin embargo, unos simples zapatos pueden convertirnos en motivo de burla, en el blanco de los comentarios crueles que los adultos suelen minimizar como "cosas de niños".
 
Lo que sí elegimos, con el tiempo, es cómo mirar al otro. Cómo tratamos al que camina a nuestro lado. Y ahí es donde entra esa palabra a menudo usada, pero poco comprendida: respeto. Porque respetar no es simplemente “tolerar” o “soportar”. Respetar es reconocer la dignidad ajena, aunque no se parezca a la tuya. Es asumir que nadie tiene que justificarse por ser como es.
 
Cuando llega junio y aparecen banderas arcoíris en ventanas, plazas o perfiles de redes, se reabre un debate tan cansino como superficial: “¿Todavía hace falta esto?” “Si ya está todo conseguido…” “Si ahora tienen más derechos que nadie…” Son frases que se repiten con la convicción de quien cree que decir algo muchas veces lo vuelve cierto.
 
Pero no, no está todo hecho. Y sí, sigue haciendo falta. El mundo sigue siendo un lugar difícil para muchas personas, especialmente para quienes se atreven a ser -y mostrarse- tal como son. Siguen existiendo agresiones, burlas, silencios impuestos. Sigue habiendo miedo. Y mientras haya miedo, mientras haya quien no pueda vivir con libertad, hablar de respeto no es solo necesario: es urgente.
 
Por eso visibilizar no es provocar. Celebrar no es confrontar. Y recordar la historia no es revolver el pasado: es prevenir el futuro. Porque si algo hemos aprendido —o deberíamos haber aprendido— es que lo que no se entiende, se margina. Y lo que no se recuerda, se repite.
 
Así que este mes, y todos los meses, hablemos de respeto. No como consigna, no como eslogan, sino como compromiso. Respeto con R, aunque algunos aún no puedan pronunciarla.
 
        
        
   
	    
    
    
	
Egmgrafics | Martes, 24 de Junio de 2025 a las 14:48:36 horas
Reescribo lo dicho. Todo lo que apuntas es cierto y creo que el ser humano se está acercando más a SER que a HUMANO en todos los aspectos, ya no solo con las diferencias de sexos, sino con todo en general. Buscamos una perfección que tenemos en la cabeza y todo lo que eso genera es caos y desorden. Quizá sea hora de que todo explote para empezar de cero, quizá siendo "homos" pudiéramos poder decidir si queremos merecemos "Sapiens"...
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