Aunque hoy se asocia a la repostería, la torrija tiene un origen humilde. “Se empezó a hacer en el siglo XV para aprovechar el pan en Cuaresma, cuando sus ingredientes estaban permitidos en el ayuno”, cuenta Ángel. Rodríguez, propietario de la panadería La Tahona de Sotillo, en Sotillo de la Adrada
Su popularización comenzó en Madrid, donde se servía en tabernas con vino. Desde entonces, ha pasado de ser una necesidad a convertirse en uno de los postres más esperados del año. Y, como demuestra La Tahona de Sotillo, hay recetas que no necesitan reinventarse para seguir conquistando paladares.
Y aunque hoy se pueden encontrar versiones caramelizadas, rellenas o incluso con mermelada, muchos siguen buscando la de toda la vida.
“Para mí, la torrija son recuerdos”, afirma Rodríguez. “Es lo que hacían nuestras madres y abuelas cuando llegaba la Semana Santa. Nos conecta con la infancia”.
En su obrador, fundado en 1912 y con más de un siglo de historia familiar, la torrija se prepara con mimo. Elaboran un pan tipo brioche enriquecido con mantequilla, huevos y azúcar, que dejan reposar para infusionarlo después en leche con piel de naranja, limón y canela. “Buscamos que esté muy jugosa por dentro y crujiente por fuera”, explica, a la vez que defiende la receta tradicional por encima de cualquier tendencia.
Espacio para la innovación
Aun así, reconoce que la innovación tiene su espacio, “hoy en día vemos torrijas de muchos tipos", pero "la clave está en mantener la esencia, pero permitir que evolucionen”.
A pesar de su popularidad, cree que la torrija debe seguir siendo un producto estacional. “Como el roscón en Navidad o los buñuelos en Todos los Santos, no podemos saturar al público”, opina. En su panadería solo las elaboran unos días antes de Semana Santa, y durante la festividad, la demanda se dispara.
La popularidad de este dulce ha encontrado también un aliado en las redes sociales. “Todo entra por los ojos”, asegura. “Los jóvenes ven vídeos de torrijas con toppings o decoradas, y luego las buscan. Y no solo ellos, mucha gente entre 30 y 40 años se desplaza para probar lo que ha visto”, cuenta desde su obrador en Sotillo de la Adrada.
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