Sus espectáculos han obtenido algunos de los galardones internacionales más prestigiosos: la Varita Mágica de Oro, en Mónaco, o el Premio Siegfried and Roy, en Las Vegas.

En los últimos años ha presentado su magia en lugares de reconocido renombre como el Kodak Theater de Los Angeles o la Exposición Universal de Shangai. En septiembre actuó en Ávila y ahora, tres meses después, Jorge Blass, de 32 años, trae su espectáculo al Teatro Fundación Caja de Ávila.

“No es igual actuar en un teatro con público de todas las edades, como este sábado en Ávila, que en una presentación de un perfume a altas horas de la noche con público adulto”, confiesa en declaraciones a avilared, a la vez que insiste en que “cada actuación debe ser especial”, pensando siempre en “las inquietudes y los deseos” de la audiencia que tiene delante.

Ilusionarse
Desde su punto de vista, en épocas difíciles, como la actual, “es aún más imprescindible ilusionarse” y ahí es donde actúa la magia, que “enseña a mirar la realidad de otra forma, con los ojos de un niño” y ayuda a ver “lo que otros no ven, aunque lo tengan delante”.

Al margen de su pasión por la magia, Blass ocupa su tiempo en la Fundación Abracadabra, que, de manera periódica y con el respaldo de 80 magos en toda España, realiza actuaciones solidarias en hospitales y centros de discapacitados. A pesar de las dificultades, “seguimos creyendo en la magia y seguiremos regalando ilusión”, vaticina sin descartar tampoco venideros proyectos televisivos, al ser la televisión un medio que le fascina y para el que continuará “generando ideas y contenidos” porque “la magia ha dado grandes resultados en el pasado y lo seguirá haciendo en el futuro”.

Acercar la magia
Con respecto a la percepción social que los ciudadanos tienen de los ilusionistas, Jorge Blass es partidario de que los magos del siglo XXI acerquen la magia a su público, toda vez que “las audiencias que tenía Houdini hace 100 años no tienen nada que ver” con el público actual. “Sí noto que los espectadores hoy son más escépticos, pero a todos les gusta fascinarse y disfrutar con un arte escénico como la magia”, explica.

Tras admitir que todavía se quita el sombrero ante magos como Juan Tamariz, “que consigue que vuelva a ser niño” cada vez que cenan juntos, Blass destaca que los magos, a lo largo de la historia, siempre se han fijado “en los deseos del público”. No en vano, recuerda, “en la Edad Media los magos hacían aparecer frutas y un conejo de una chistera, pues la gente pasaba hambre”, aunque con posterioridad surgieron otros “deseos materiales y también universales, como volar ó teletransportarse”.

En cuanto a sus referentes, habla de Tamariz, “por su forma de concebir la magia”, del holandés Fred Kaps, “que fue el mago más completo y el mejor intérprete”; y de  Lance Burton, “el mago, con técnica impecable”, aunque acumula “un largo etcétera” porque “la magia tiene una historia de miles de años” y los magos actuales se deben “a las creaciones y avances de los grandes magos del pasado”.

Forma de vida
Para Jorge Blass “ser mago no es un trabajo, es una forma de vida”, o sea que no tiene un horario al uso. Dedica a la magia “todo el tiempo” que tiene disponible, “y el que no, a veces también,  ya que siempre está pensando “en ideas y en nuevas ilusiones” aunque admite que se está quitando de llevar una baraja encima, pues le gusta “improvisar magia con lo que haya disponible en cada sitio”, ya sea un papel, una moneda u otro objeto. “Es una especie de magia jazz”, indica.

Asegura también que en la magia y el ilusionismo “hay mucho inventado, pero a la vez esta todo por inventar” y precisamente “eso es lo más increíble y fascinante”, ya que “cuando uno piensa que ya no se puede ir más lejos, surge una nueva idea, proyecto ó compañero de profesión que demuestra lo contrario”.