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José Manuel García Prieto, vecino de Ávila, decidió apostar por un empleo público en un momento en que la estabilidad laboral parecía escaparse para muchos. Con 54 años y después de una remodelación en su empresa, encontró en las oposiciones una salida para rehacer su vida profesional. Su historia muestra cómo la perseverancia y un buen plan de estudio pueden abrir oportunidades, incluso en etapas avanzadas de la vida.
P: ¿Qué te llevó a plantearte el estudio de unas oposiciones y por qué, entre todos los cuerpos que existen, elegiste Administrativo del Estado?
R: La remodelación de mi empresa y el edadismo en el sector privado me empujaron a buscar estabilidad en un empleo público. Me incliné por el cuerpo Administrativo del Estado por su temario accesible y por la oportunidad de prepararlo en un plazo razonable. Con materiales bien estructurados, como el temario de Administrativo del Estado, pude enfocarme en estudiar de manera intensiva en un periodo de 6-10 meses, sin descuidar mis compromisos familiares en Ávila.
P: ¿Cuál era tu situación laboral y familiar durante los meses de preparación?
R: Estaba en una etapa compleja. En Ávila, mi pareja y yo afrontábamos el reto de la hipoteca y otras responsabilidades, aunque no tenemos hijos. Agradezco enormemente su apoyo, que entendió que dedicarme a las oposiciones era también una forma de mantener nuestro proyecto de vida aquí en Ávila. La seguridad que buscaba en este empleo público era, en parte, por la estabilidad que anhelamos en nuestra vida aquí.
P:¿Cuánto tiempo estuviste preparándote hasta que lograste aprobar? ¿Y a cuántas convocatorias te has presentado?
R: A dedicación completa estuve preparándome 7 meses. Con anterioridad, un par de meses anteriores, digamos que “ojeaba” el temario mientras trataba de convencerme de la viabilidad del proyecto. Conseguí aprobar la oposición al primer intento.
P: ¿Has tomado ya posesión de tu plaza? Si es así, ¿desde cuándo?, ¿dónde estás trabajando?, y ¿cómo te va?
R: Sí, tomé posesión en agosto de 2024 y he sido destinado al Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en Palamós, Girona. Aunque me siento muy satisfecho con mi trabajo, el hecho de estar lejos de Ávila y de mi pareja ha añadido cierta dificultad a la experiencia. Estar en Palamós implica mantener dos residencias, con todos los desafíos económicos y emocionales que eso conlleva. Sin embargo, valoro la oportunidad de formar parte activa del sistema de protección social, el mismo que me permitió prepararme para las oposiciones. Aunque no era mi destino ideal, estoy descubriendo aspectos positivos en esta nueva etapa profesional.
P:¿Cómo fue la fase inicial de preparación?
R: Al principio te sientes bastante descolocado, con muchas dudas sobre si el método propuesto resulta idóneo a tus capacidades. Y te mueves siempre en una marcada dualidad: de un lado, la enorme motivación que supone el logro de la seguridad proporcionada por un empleo público, a la vez que te sientes abrumado por el gran reto que supone. Para personas de mi edad es un todo un hándicap participar en procesos que, si bien no hay duda de que son objetivos, están excesivamente basados en la memorística. Ese fue el principal temor que tuve que vencer. Y planeando de fondo la certeza de que me la jugaba de todas a una, pues por mis circunstancias (edad, cargas económicas y familiares, etc.) era evidente que no contaría con más oportunidades. Fue todo un acierto dejarme asesorar por quienes llevan mucho tiempo dedicándose a la preparación de opositores o conocen bien la Función Pública.
P: ¿Tuviste momentos difíciles o bajones a lo largo del proceso?
R: Muchos. Y llegué a dudar muchas veces de que lo lograse, cayendo a menudo en el desánimo. Pero abandonar nunca se me pasó seriamente por la cabeza, por compromiso conmigo mismo y con quienes me habían apoyado. La preparación de una oposición va mucho más allá del estudio. Por implicar una fuerte tensión sostenida por mucho tiempo, requiere resistencia, seguridad emocional, y aislamiento de las numerosas distracciones de la vida cotidiana. Ya sé que sonará a tópico, pero la comparación con una «carrera de fondo» resulta totalmente acertada. El corredor debe estar preparado no solo física, sino mentalmente, y tiene que adoptar una estrategia para no terminar exhausto a mitad de camino. En mi caso conté con la ayuda de un preparador excepcional que no solamente me orientó en los aspectos académicos, sino que ejerció magistralmente de coach motivacional.
P: ¿Qué tipo de rutina o planificación de estudio seguías?
R: Dedicación exclusiva de lunes a sábado. Un mínimo de ocho-diez horas diarias al estudio, que aumentaban a dos más para repasos y practicar con test. Aunque importa aclarar que cada hora u hora y media me tomaba diez o quince minutos de descanso, utilizando la técnica «pomodoro» y aunque fuera para pasear por los pasillos de la casa. El estudio continuado por tantas horas, sin acometer estos descansos, lleva a la saturación mental y a un bajo rendimiento. Sin ser copiosas, me cuidé mucho de respetar los horarios de las comidas, y asegurar un descanso mínimo de 7 horas de sueño. En cuanto a las técnicas, el subrayado de conceptos esenciales, algunas reglas mnemotécnicas básicas y los clásicos esquemas. Pero, sobre todo, y aunque al principio se requiera más tiempo, aplicar la premisa esencial de que las primeras lecturas de los temas deben ser muy atentas, comprendiendo muy bien lo que se lee. Resulta un esfuerzo ineficiente tratar de memorizar ideas y textos que no se han asimilado bien. Luego, en las sucesivas vueltas al temario, será más fácil ejercitar la retentiva.
P: ¿Qué papel jugaron tus seres queridos durante todo el proceso?
R: Jugaron un papel esencial. Desde el punto de vista familiar, en mi caso, que estoy casado, es indispensable contar con el apoyo de tu pareja, que la inversión en esfuerzo, tiempo y recursos se tenga como parte integrante del proyecto común. Esto ayuda enormemente a asumir con éxito la ardua tarea de las oposiciones que, necesariamente, supone importantes sacrificios en el seno de la unidad familiar. El resto de los familiares y amigos también ofrecieron su apoyo, incluido mi preparador, que forma parte de mi círculo más íntimo de amistades. La mayoría de las veces basta con que te trasladen una sensación positiva. Así ayudaron a reafirmar la misma seguridad en mí mismo que pudo verse quebrada en los momentos de mayor zozobra. Contar con esto ayuda mucho a mantener, entre otros, el necesario equilibrio emocional para enfrentar las pruebas.
P: ¿Cómo gestionaste la presión cuando se acercaba la fecha del examen?
R: Según avanzaban los meses, después de realizar muchos test, podían apreciarse los progresos. Comprobar que te mantenías por encima de la media del aula era motivador y buscabas mejorar el ranking. Por otro lado, por el esfuerzo tan continuado también se agudizaban las señales de agotamiento físico y mental. En la recta final te repetías a ti mismo: «un esfuerzo más». Fue toda una prueba de resistencia.
P: El día del examen suele ser uno de los más tensos. ¿Cómo viviste ese momento?
R: Guardo pocos recuerdos del entorno a mi alrededor. A estas alturas, la mente no reconoce otra cosa que lo necesario para culminar el proceso de una vez. Llega el momento en que te dices «¡ya está!, no hay nada más que pueda hacer». Puedes ser consciente de las carencias y fortalezas con las que llegas al examen, pero debes evitar ese debate, que a esas alturas es inútil, y debes concentrarte exclusivamente en terminar la faena. Una vez puesto a contestar, fui consciente de la dificultad de la primera prueba, pero no podía permitirme el lujo de especular, había que seguir adelante. Gracias a eso tuve tiempo suficiente para repasar las respuestas. Mi consejo para que no te venzan los nervios es mantener esta especie de frialdad y dejar las malas pasadas de la mente para después del examen. Efectivamente, lo peor vino después del examen. Salí muy desanimado. Es algo muy común en quienes somos muy exigentes con nosotros mismos, porque nos fijamos más en los fallos que en los aciertos. Entonces sí que se podía especular y la sensación no era muy halagüeña. Pero los días siguientes comprobé en las redes que, con gran revuelo, la sensación era compartida por la inmensa mayoría de los aspirantes. El examen había sido complicado, hasta el punto de que debieron bajar la nota de corte de la primera prueba por debajo de un 50% que yo sí había superado.
P: Y tras superar el gran día, la espera de los resultados se te hizo muy cuesta arriba o ya tenías claro que habías aprobado. ¿Cómo fue para ti ese periodo?
R: Las redes sociales hervían y te hacían dudar de tus propias impresiones. Todo parecía posible, con lo que la tortura parecía no tener fin. Había quien quería impugnar medio examen –con poco fundamento objetivo, a mi modo de ver–. Al final, como mecanismo de defensa, me propuse tomar distancia y concentrarme en atender los numerosos asuntos que habían quedado postergados por los meses de preparación.
P: Ahora que has conseguido tu plaza, mirando hacia atrás, ¿qué le dirías a esa versión tuya que estaba empezando a opositar?
R: Que mereció la pena. Mi enseñanza, la que me proporciona la experiencia propia, es que por muy difícil que parezca, por muchos obstáculos que veas en el camino –en mi caso el hándicap de la edad, de la ausencia de tiempo– no debe cejarse en el empeño. Porque cuando el logro no está supeditado a condicionantes caprichosos, sino que obedece a parámetros objetivos, es posible alcanzar la recompensa a tanto esfuerzo.
P: Finalmente, ¿qué consejo les darías a las personas que están ahora mismo en plena preparación?
R: Solo puedo dar consejos que a su vez yo he tomado, los que repiten los expertos preparadores hasta la saciedad, porque no hay atajos posibles. Los resumiría así: disciplina en el estudio; aplicar la memorística en sucesivas vueltas de repaso, pero solo sobre programas cuya comprensión ha tenido lugar previamente en la primera y más ardua de las fases; vencer los momentos de zozobra y perseverar; y, muy importante, contar con un material didáctico apropiado y ejercitar muchos simulacros. Muchas de las herramientas para conseguirlo te las pueden proporcionar los profesionales y centros preparadores, pero lo verdaderamente decisivo es el trabajo propio y el compromiso del alumno consigo mismo.
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