“Estábamos viendo lo que estaba pasando en las noticias y queríamos hacer algo y ayudar de alguna manera”, ha comentado Nerea González, de 17 años. La expedición fue organizada por su tío Ángel Herranz, de la Ganadería Herranz López y el apoyo logístico de Muebles Navaluenga, una empresa propiedad de un amigo de su abuelo. La logística se centró en un punto de recogida establecido en la Venta San Isidro, donde se recolectaron productos de limpieza, palas y otros suministros necesarios.

Los integrantes se desplazaron en dos todoterrenos y una furgoneta, cargados con más de 5.000 kilos de ayuda humanitaria. El equipo optó por distribuir los artículos entre los vecinos de las localidades más afectadas.

La expedición acudió a Massanassa, Sedaví y Paiporta, localidades que habían sufrido las consecuencias más severas de las inundaciones. “Fuimos a las zonas más afectadas, donde todavía no podían llegar bien las ayudas ni la gente podía salir mucho”, ha explicado. Gracias a los vehículos todoterreno, el grupo pudo acceder a áreas de difícil acceso para turismos.

Garajes y vehículos

Repartieron ayuda “mano a mano a los vecinos”, si bien los en un día y medio se les agotaron: “estuvimos el jueves entero repartiendo, el viernes por la mañana y se nos acabó todo”. Sin embargo, el grupo continuó trabajando hasta el domingo, ayudando a limpiar garajes y a sacar vehículos atrapados en zonas inundadas con sus todoterrenos.

La joven ha descrito la experiencia como “muy dura” pero también “muy bonita”. Observar de cerca los efectos devastadores de las riadas fue impactante: “ves la realidad de cómo está todo y como el barro ha llegado a todos los lugares, en unas imágenes que no se muestran ni un 10% por la televisión”. A pesar de la dureza de la situación, destacó la gratitud de las personas que recibieron la ayuda: “y es que te daban las gracias mil veces, te daban un abrazo por una botella de agua y se ponían a llorar”, ha recordado emocionada.

Junto a los gestos de agradecimiento, los damnificados demostraron un espíritu hospitalario. “La gente era superacogedora, te ofrecían quedarte en sus casas, aunque estuvieran apretados”, ha relatado la joven.
“La experiencia -ha afirmado- es muy satisfactoria porque puedes ayudar a mucha gente y además sientes que has hecho algo por contribuir a quienes has sufrido las riadas, pero también es muy duro porque ves la realidad de cómo está todo tras los efectos de las inundaciones”.