Del Viernes, 10 de Octubre de 2025 al Lunes, 20 de Octubre de 2025
El reciente vertido de 'pellets' en las aguas de Galicia nos trajo de vuelta imágenes muy similares a las que se vieron en 2002 con el accidente del Prestige. Miles de voluntarios y voluntarias pasaron días retirando plástico de nuestras costas para devolverlas a su estado original, y volvió a extenderse la preocupación en el sector pesquero ante las posibles consecuencias ecológicas del incidente.
Si bien tanto el Prestige como el vertido de los 'pellets' son dos incidentes aislados, lo cierto es que encajan como dos piezas de puzzle en el difícil recorrido de las aguas de la región durante las últimas décadas. La comisión de investigación oficial del Prestige se dio por finalizada a los pocos meses del vertido, pero posteriores análisis de titulación química han mostrado restos de contaminación persistente incluso décadas después del derrame.
El incidente de los 'pellets', entonces, viene a llover sobre mojado. La contaminación plástica derivada de estos materiales sintéticos se suma a los restos de contaminación del Prestige que siguen afectando al ecosistema de la región. A falta de estudios que la cuantifiquen adecuadamente, resulta difícil estimar el alcance de esta contaminación: pero no cabe duda de que está ahí.
La dificultad para regular el tráfico marítimo
La Unión Europea estableció importantes cambios en sus regulaciones tras el incidente del Prestige, comenzando por la prohibición de los buques petroleros de un solo casco, y pasando por la actualización del protocolo de emergencia que se debe seguir en caso de vertido. Aquel derrame castigó nuestras costas, pero sirvió para mejorar los niveles de seguridad del tráfico marítimo en todo el continente.
Sin embargo, el tráfico en aguas internacionales sigue estando desregulado en gran medida, y, además, no todos los buques que pasan frente a nuestras costas tienen como origen o destino un puerto europeo. Los buques cisterna rusos, por ejemplo, no siguen las directrices de la UE para exportar petróleo o gas licuado a terceros países, y pueden transitar sin restricciones a muy pocos kilómetros de nuestras costas.
La contaminación de las aguas también proviene de las ciudades
Otro problema son los vertidos de aguas residuales provenientes de nuestras propias ciudades, que desembocan en nuestros ríos o directamente al mar. Aunque existen sistemas de saneamiento para estas aguas, lo cierto es que siguen vertiéndose al océano grandes volúmenes de aguas fecales y residuales que presentan un riesgo importante para el ecosistema marino y que incluso han llevado al cierre de playas en Vigo.
En este aspecto, sin embargo, disponemos de un mayor margen de acción, porque podemos implementar mejores sistemas de tratamiento de las aguas residuales gallegas. Esto no solo se traducirá en una mejora del ecosistema en nuestras costas, sino también en nuestros ríos, e incluso en nuestros acuíferos. Medidas similares ya se han llevado a cabo en el País Vasco, donde también han tenido lugar tareas de limpieza del río Nervión.
Los residuos industriales, un problema aparte
La actividad minera industrial que tiene lugar en Galicia también genera importantes vertidos que terminan afectando al ecosistema marino. Resulta especialmente preocupante la gran cantidad de vertidos incontrolados que siguen produciéndose en nuestra región, sobre todo en las pequeñas industrias. Este tipo de vertidos pueden aumentar los niveles de nitratos, metales pesados o incluso pesticidas en nuestras aguas dulces, y luego terminan en el mar.
No se trata solo de los vertidos directos. En una región tan pluviosa como la nuestra, los escombros industriales y otras acumulaciones de basura en campo abierto quedan expuestos a la lluvia, que arrastra los contaminantes al subsuelo y termina depositándolos en nuestros acuíferos. Esto es especialmente peligroso, porque pueden abrirse camino hacia nuestra agua potable, y, si no se detectan a tiempo, causar problemas de salud entre la población.
Se hace necesario un mayor control
Por todo esto, resulta imprescindible adoptar las medidas necesarias para controlar los contaminantes procedentes de nuestra propia Comunidad Autónoma. Si bien no son tan visualmente impactantes como un derrame de crudo como el del Prestige, este tipo de vertidos siguen teniendo un impacto severo en nuestro ecosistema.
La acumulación de elementos tóxicos procedentes de distintas fuentes –el Prestige, los 'pellets', nuestras propias aguas residuales– está empeorando gradualmente la calidad de las aguas gallegas. El proceso es lento y no es perceptible de un día para otro, pero el ecosistema se resiente. Cuanto mayor sea el número de medidas que establezcamos para reducir esos vertidos, mayor será el nivel de preservación de las aguas de Galicia.
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