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Fiesta del pan en Robledillo en 2023. Con ello, una vez más, el pan se convierte de nuevo, aunque con vocación supralocal y global, en una poderosa pieza catalizadora para la celebración de la unión de las poblaciones de Solosancho, Baterna, Robledillo y Villaviciosa. La tercera edición se celebra el sábado.
La singularidad de esta fiesta radica, precisamente, en la recreación de hábitos alimenticios en los que se aprovecha la infraestructura de un horno del común de los vecinos para la fabricación panadera, distinto de los que existían en algunas casas particulares y de otros de carácter privado, o de los que funcionaban en tahonas para la venta a gran escala.
Su utilización sigue el mismo modelo que se emplea en el uso de otros servicios en el medio rural, como fuentes y lavaderos, encerraderos, corrales concejiles, potros de herrar, eras de trilla, pastizales y montes públicos, por ejemplo.
Y no solamente eso, sino que la fiesta también sirve como ejemplo reivindicativo de la cultura popular y de la puesta en valor de viejas costumbres e identidades en las que participan las gentes que habitan estas tierras, aun sabiendo que la tradición panadera tiene carácter universal. Lo mismo que lo es el pan en la alimentación de los humanos a lo largo de la historia desde que surgieron los primeros hornos en el antiguo Egipto.
Ahora, la revitalización festiva de antiguas tradiciones con el apoyo de los hombres y mujeres que las conocieron y experimentaron de primera mano contribuye, sin duda, a su puesta en valor y rescate.
Importancia mundial
La importancia mundial del pan, incluyendo los procesos de elaboración a partir de la siembra y recolección en «tierras de pan llevar», la posterior trilla y limpia en «eras de pan trillar», y la molturación de los granos cerealistas y posterior cocción en «hornos de pan cocer», propició que la Unión Internacional de Panaderos y Pasteleros instituyera el Día Mundial del Pan el 16 de octubre, sumándose al Día Mundial de la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Así pues, aprovechando la oportunidad que nos brinda el evento festivo de Robledillo, trataremos sobre la cultura del pan y la multiplicidad de aspectos que concurren en la historia que gira a su alrededor, deteniéndonos en aquellos elementos comunes de la celebración que nos ha convocado en este pueblo de Ávila.
En esta ocasión, Robledillo, convertido en epicentro de la tradición panadera de esta zona del Valle Amblés, aglutina una entrañable experiencia culinaria protagonizada por el pan elaborado tal y como se hacía antiguamente, a la vez que se recupera el sabor auténtico de un alimento fundamental de nuestra civilización.
Para ello, el pueblo disponía de dos hornos comunitarios de uso colectivo, uno rehabilitado en la calle del mismo nombre y otro en estado de ruina, además de buenos panaderos. Hornos que también se cuentan en Solosancho y Villaviciosa.
Al mismo tiempo, con la fiesta se rinde homenaje a la singular y sencilla historia culinaria que gira en torno a la actividad artesanal de hacer pan. Y para recordar entonces antiguos modos de vida, en las distintas ediciones se incluyeron una demostración de cocción en el horno tradicional, elaboración de barras, medianas, bollos preñados, mantecados y huesillos. Además, en las primeras convocatorias se sirvieron aperitivos acompañados de pan de distintos tipos con queso y otras viandas, migas del pastor, y sopas de pan y panceta.
Sorolla
Ávila entera tiene su fiesta panadera en la imagen alegórica pintada por Joaquín Sorolla con el título la ‘Fiesta del pan’ dedicada a Castilla, el granero de España, donde se recrea la región castellana con las murallas de Ávila como telón de fondo, donde también aparece la fuente abulense del Pradillo y en pequeño el Acueducto de Segovia y el Alcázar de Toledo.
En la fiesta el pan de Sorolla los personajes abulenses, segovianos, maragatos, charros, manchegos, lagarteranas lucen vistosos trajes típicos que destacan entre el centenar de figuras, las cuales componen cuadros procesionales y un mercado de granos con sacos de trigo que acarrean carros y caballerías. A la cabeza del desfile que sombrea el pendón castellano, cuatro mujeres portan bandejas con panes. Es la ofrenda acompañada por la música de flauta y tamboril que hace el pueblo castellano.
De la misma manera que en Robledillo, el pan también es protagonista en otras tantas celebraciones festivas dedicadas al pan que tienen lugar en España, y esta Fiesta del pan de viene a sumarse a otras iniciativas surgidas en el medio rural centradas en la revitalización de distintas actividades con las que se iba llenando el ciclo vital de nuestros pueblos.
La singularidad de la elaboración del pan de forma autónoma por cada familia mediante la cocción en un horno público, como ocurría en Robledillo, también en Solosancho y Villaviciosa, así como en otros muchos pueblos, llamó la atención del antropólogo alemán Albert Klemm, autor del libro La cultura popular de Ávila cuya experiencia y trabajo de campo nos sirve para documentar esta peculiar actividad panadera.
Klemm estudió en 1932 los hornos particulares y comunales de los pueblos de Casas del Puerto, El Barco de Ávila, Los Llanos del Tormes, La Zarza, Hoyos de Miguel Muñoz, Hoyos del Espino, Niharra y Moraleja, entre otras localidades. De ellos, nos dio todo un lujo de detalle, lo que nos sirve para identificar el horno de Robledillo, constituido por una simple cúpula en cuyo el interior se hace el fuego.
Utensilios para la cocción
Además, Klemm describe los distintos utensilios empleados en la cocción (cedazo, raspaderas, ralladeras, hurgunero o hurgandero, barredero de trapos y pala), a la vez que anota que en pago por el uso del horno común solía dejarse una pieza de pan que en muchas regiones tiene el nombre de poya, si bien en Robledillo era gratuito.
Así mismo, todo el proceso culinario de panificación es descrito de forma pormenorizada por el investigador alemán, que incluye la preparación de la levadura y el cernido de la harina. Luego, con las manos se revuelve la levadura y la harina con agua y un poco de sal en una artesa, hasta que se forme una masa dura que no se pegue a las manos. La masa se deja fermentar en la artesa tapada con un paño. Después se vuelve a amasar y se forman los panes que se dejan reposar en largas tablas.
Atendiendo entonces al rol femenino dice con gracejo una copla popular:
“La tía Melitona
ya no amasa el pan,
porque la falta la harina y la sal.
Y la levadura la tiene en Pamplona,
por eso no amasa
la tía Melitona”.
Y así lo recitaba el maestro que fue de Piedrahíta José María Gabriel y Galán:
“¡Oh, cómo se suaviza
el penoso trajín de las faenas
cuando hay amor en casa
y con él mucho pan se amasa en ella
para los pobres que a su sombra viven,
para los pobres que por ella bregan!”
(‘El Ama’, 1901).
A la vez que se hace la masa, se prepara el horno utilizando como material de combustión leñas y arbustos de monte bajo y pajas. Alcanzada la temperatura necesaria, el horno se limpia y se introduce el pan para su cocción durante una hora u hora y media, cuidando que el pan no se queme para evitar el dolor que, alegóricamente, advertía el poeta César Vallejo:
«Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé...
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema»
(‘Los heraldos negros’, 1915-1918).
A continuación, ya se pueden extraer lo panes cocidos, los cuales se colocan en las tablas ya dispuestas y se tapan con un paño «para que no se abra la corteza» y resultando “el buen pan con ojos y el buen queso sin ellos”.
Para su conservación, en Robledillo, el pan apretado y consistente se conservaba en costales de lienzo hasta durante dos meses.
Neruda
Y todo el ritual en los “hornos de pan cocer” nos lo cantó el poeta Pablo Neruda (‘Las odas elementales’, 1954):
“Pan
con harina, agua y fuego te levantas,
espeso y leve, recostado y redondo,
repites el vientre de la madre,
equinoccial germinación terrestre.
Pan,
qué fácil y qué profundo eres:
en la bandeja blanca de la panadería
se alargan tus hileras como utensilios,
platos o papeles,
y de pronto, la ola de la vida,
la conjunción del germen y del fuego,
creces, creces de pronto
como cintura, boca, senos,
colinas de la tierra, vidas.
Sube el calor, te inunda la plenitud,
el viento de la fecundidad,
y entonces se inmoviliza tu color de oro,
y cuando se preñaron / tus pequeños vientres (…).
El pan, el pan para todos los pueblos.
Y con él lo que tiene / forma y sabor de pan
repartiremos:
la tierra, la belleza, el amor.
Todo eso tiene sabor de pan,
forma de pan, germinación de harina.
Todo nació para ser compartido,
para ser entregado, para multiplicarse".
En el horno comunitario, las mujeres amasaban el pan y lo cocían en un ritual casi religioso:
“Dios te crezca y Dios te bendezca”,
decían mientras preparaban la masa, y
“Dios te haga pan, que el horno ya está”,
añadían cuando el pan estaba en el horno, expresiones recogidas en los pueblos de Ávila por Klemm.
No olvidemos que en la liturgia cristiana el pan es un elemento básico en la eucaristía, donde sirve para la ofrenda, la consagración, la comunión y la adoración, aparte de ser referencia que, en numerosas citas aparecidas en los textos sagrados:
“Yo soy el pan de vida”, “No solo de pan vive el hombre”.
Como quiera que los «hornos de pan cocer» estaban dispuestos para el servicio de todos los vecinos, fue preciso ordenar su funcionamiento y dictar normas para ello. A tal efecto, el Ayuntamiento de Solosancho tiene regulado hoy día el uso de los hornos de Robledillo y Villaviciosa, condicionando su utilización a la preceptiva autorización previa, la cual se concederá por orden de solicitud y asumiendo los usuarios el compromiso de limpieza y la responsabilidad de reparación de posibles daños.
Con la misma finalidad, resulta ilustrativa la ordenanza de 1740 del ayuntamiento murciano de Molina de Segura:
“Que ninguna mujer de las que fuesen a cocer pan al horno tenga ruidos, ni quimeras, ni murmuraciones unas con otras, sino es que una entienda a su ministerio entrando con su vez, sin quitársela a otras, ni menos se atropellen, ni echen maldiciones. Pena para la primera vez de un ducado (en seis reales), a las que contravinieren por la segunda, tres días de cárcel, y se procederá a lo demás que hubiera lugar por derecho con debida aplicación”.
Así mismo, en 1766, el ayuntamiento molinense ordena a los horneros que compartían la cocción con los vecinos que “tengan desde salir el sol, en adelante, barridos y cuidados los hornos y las panaderías. Han de cocer de madrugada, de modo que a las siete en verano y a los ocho en invierno de la mañana, han de dejar desocupados los hornos para las cocederas, y no han de poder cocer dichos panaderos entre el día y la tarde, sin licencia y esta Real Justicia, bajo la multa de dos Ducados”
Por su parte, la Mancomunidad del Valle Amblés se ha ocupado de inventariar los distintos «hornos de pan cocer» de la comarca, en los cuales los vecinos horneaban el pan y sus propios dulces en un ritual que se sucedía periódicamente.
Según la descripción que se recoge en el mencionado inventario, y tal y como hemos podido comprobar, dichas construcciones públicas son pequeños edificios aislados ubicados en el interior del caserío del pueblo, ocupando pequeños espacios o plazoletas creados en las afluencias de calles secundarias en otras principales. Estos edificios públicos suplen la necesidad de dotar las viviendas con hornos particulares, lo que también era común en otros municipios.
“Son de planta única, con la mitad meridional del edificio ocupada por el horno, que se manifiesta al exterior mediante una chimenea troncopiramidal. El horno propiamente dicho consiste en una bóveda de ladrillo revocada con barro, con una boca en arco de medio punto para manipular el pan, bajo la cual, enmarcado en una estructura de mampostería de piedra, se sitúa la boca de alimentación del horno. Desde la bóveda se desarrolla la chimenea”.
Honos vecinales
La sencillez de arquitectura de los hornos vecinales se incluye dentro del patrimonio menor de nuestros pueblos, junto con fraguas, fuentes, potros de herrar, palomares, molinos y lagares, además de viviendas y de otros variados ejemplos constructivos rurales.
De la existencia de dichos hornos encontramos ejemplos en las siguientes localidades abulenses, las cuales abarcan una distancia de extremo a extremo del Valle Amblés de unos sesenta kilómetros: La Hija de Dios; Mironcillo; Oco, desaparecido (La Torre); Robledillo, Santa María del Arroyo (particular); Salobralejo (Muñogalindo), particular; Solosancho y Villaviciosa.
En cuanto al cereal del que se obtenía la harina para fabricar el pan, desde finales del siglo XV procedía de frutos e, incluso, raíces, y se empleaban, fundamentalmente, la avena, el centeno, la cebada, el panizo, el trigo y el mijo, y también los garbanzos, las castañas y las bellotas. Y dado que en el término de Solosancho y sus anejos, y en toda la comarca, se produce trigo, cebada, centeno, garbanzos, patatas, habas, lino y algo de legumbres, quedaba así garantizada la materia prima.
A tal respecto, la sabiduría y el refranero popular han recogido descripciones de los diferentes tipos de pan según la harina empleada:
“Pan de centeno: Para tu enemigo es bueno”; “Pan de mijo: No se lo des a tu hijo”; “Pan de cebada: Comida de asno disimulada”; “Pan de panizo: Fue el Diablo el que lo hizo”; y “Pan de trigo candeal: Lo hizo Dios y mi pan es”.
Santa Teresa, por su parte, llamó "pan de convento" al elaborado de centeno y untado luego de mantequilla para mejorar su sabor.
Don Quijote alaba el poder sanador del pan:
“Emperador sempiterno
Mi pena remédiala
Y sácame deste infierno,
Porque coma del pan tierno
De Gandul y de Alcalá.
Es pan que abre alientos,
como las roscas de Utrera;
Pan que no tiene aposentos,
Ni chinches, ni Paramentos,
Como el bizcocho en galera”.
Y el poeta Gabriel y Galán, reclama pan para paliar la pobreza de las Hurdes:
“¡Pan de trigo para el hambre de sus cuerpos!
¡Pan de ideas para el hambre de sus almas!”
(‘La Jurdana’, 1904).
Azorín
Ante tanta variedad harinera, y las distintas técnicas de elaboración y las formas que se daban a las piezas, el escritor Azorín recordó las siguientes clases de panes en su exilio en París (1936-1939):
“hogaza, mollete, rosca, libreta, telera, morena, oblada, bodigo, zatico, cantero, corrusco, pan leudado, o con levadura, o leuda; pan ácimo o cenceño, sin levadura, pan pintado, en fin, pan con adornos o dibujos trazados con la pintadera. Y si hay pan blanquísimo, pan candeal, también hay pan sustancioso, pan moreno, bazo o prieto”.
Sobre la riqueza cerealista en la provincia de Ávila es destacable la producción que tiene lugar en La Moraña, donde el trigo fue un cultivo característico al que cantó Lope de Vega:
“Hoy, segadores de España,
vení a ver a la Moraña
trigo blanco y sin argaña,
que de verlo es bendición”
(‘El vaquero de la Moraña’, 1617).
Por otro lado, estrechamente relacionados con los hornos de cocer debemos referirnos a los abundantes molinos que movían el agua antes de ir a parar al Adaja en los que se transformaba el cereal en harina, proporcionando así la materia prima del pan, aparte también de que pudieran utilizarse piedras de moler manual o accionadas con animales como ocurría en tiempos antiguos, o con electricidad.
Algunos de estos molinos del Valle Amblés se conservan, en todo o en parte, en La Hija de Dios, Amavida, La Colilla, Mengamuñoz, Mironcillo, Muñotello, Narros del Puerto, Padiernos, Pradosegar, Riofrío, Santa María del Arroyo, Sotalvo, Tornadizos, Vadillo de la Sierra, Villanueva del Campillo, Villatoro y Villaviciosa.
Otros ejemplos de hornos comunales que se conservan en el resto de España y en los que pueden observarse distintas variedades tipológicas y modos de defensa de su valor patrimonial.
Abundando en los testimonios que demuestran la relevancia de los hornos de pan cocer públicos, encontramos en la toponimia del callejero de pueblos y ciudades ilustrativos testimonios de la existencia de dichas infraestructuras vecinales nominadas con su nombre, lo mismo que otras tomaron el nombre del Pan, de los Panderos o de las Panaderas.
Así, sin salir de Robledillo nos topamos con la Calle del Horno en cuya embocadura se encuentra el horno rehabilitado motivos de la fiesta del Día del Pan. En el caserío de Solosancho está la Travesía del Horno y en Villaviciosa la Calle de los Hornos. Toda una muestra de la tradición hornera de estos pueblos ahora reunidos en la fiesta del pan.
También en la capital abulense se nombran la Calle del Horno de San Benito y la Plaza del Horno del Conde, donde entendemos se hallaban «hornos de pan cocer», lo mismo que ocurría en la Calle del Horno en El Barco de Ávila.
Para saber más sobre todo lo que rodea al ciclo del pan existen numerosos museos y centros de interpretación
Finalmente, citamos el atractivo y erudito ensayo de Predrag Matvejević titulado Nuestro pan de cada día, donde con excelente estilo literario se cuenta la historia del pan y de sus hacedores horneros y panaderos:
“Nació entre cenizas, sobre piedra. El pan es más antiguo que la escritura. Sus primeros nombres están grabados en tablillas de arcilla en lenguas extintas. Parte de su pasado ha quedado entre ruinas. Su historia está repartida entre países y pueblos”.
El libro nos propone recorrer un camino que aúna poesía, filosofía, historia y ciencia, y en el que se hará visible tanto el fruto del esfuerzo humano como su valor simbólico. Porque, en efecto, según las distintas culturas,
el pan acerca Dios a los hombres, se dice en la presentación del libro, es el negador del hambre, la aspiración del miserable, la comida que le sobra al rey. Se reclama en los hospitales y los orfanatos, y es finalmente un símbolo de justicia.
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