La fiesta, que dicen que se remonta a hace más de dos siglos para ahuyentar a los malos espíritus y las enfermedades con el humo para purificar, ha contado con la asistencia de cientos de personas, pero al caer en martes en un número inferior que cuando se acerca el fin de semana.

Tras la bendición, poco después de las 21 horas, y con música de dulzaina y tamboril, los caballos han desfilado por las calles de la localidad. Una hora después, con mayor demora que ningún año y con el público impaciente, han comenzado los saltos sobre las hogueras, que tienen su escenario principal en la empinada calla de la Virgen

Y todo ello con un humo que se levanta sobre la localidad y se avista desde lejos, gracias a las escobas y piornos, recogidos el fin de semana, y que han alimentado las hogueras, además de regarlas con agua para que la humareda fuera aún mayor. En esta ocasión, el fuerte viento reinante ha provocado que hubiera momentos en que resultaba difícil respirar y no hubiera visibilidad.

En todo caso, los cascos de los caballos, al chocar con los adoquines, avisan a los espectadores de la llegada de los caballos para que salten sobre las hogueras, estampa que deja esta fiesta que se celebra con motivo del patrón de los animales, y a la que no ha molestado la lluvia que ha caído a última hora.