La directora y coreógrafa, Sara Sánchez, explica que el objetivo de este trabajo rodado en este pequeño pueblo próximo a la capital consiste en “hacer un homenaje a algo que se está perdiendo, lo sencillo”.

“Un pasado que casi solo se aprecia en las palabras de Abuela María”, lamenta la responsable de este corto de poco más de siete minutos, antes de indicar que “en estos momentos en los que la inmediatez, el inconformismo y la frustración están tan presentes en las vidas, se necesita volver a la raíz, y recordar lo que nos hacía feliz” a la gente.

Se trata, señala la directora, de “una forma de vivir y contemplar el mundo más lenta, cerca de los demás, compartiendo tiempo de calidad”.

Un recorrido por el pueblo

Así aparece reflejado en este trabajo que arranca con los sonidos de los pájaros y la imagen del campanario de la iglesia, antes de pasar a la imagen de uno de los protagonistas durmiendo en la pala de un tractor.

A partir de ahí, los primeros minutos se centran en distintos rincones del pueblo, recorridos por los protagonistas, como la panadería, el bar o la fuente, mientras Abuela María relata mediante una voz en off su experiencia en el pueblo: “Éramos más felices que ahora”; “cuanto más tenéis, más necesitáis” o “no nos faltaba de nada”, son algunas de sus frases.

Mientras tanto, el espectador sigue contemplando las coreografías de las actrices y bailarinas, junto al único hombre que participa en el corto. Todos ellos van mostrando diversos puntos de Mediana de Voltoya mientras comen melón o sandía, beben una cerveza en el bar o bailan junto al ganado o los burros.

La acción termina en la fuente-bebedero en la que los protagonistas se libran del calor y disfrutan mojándose unos a otros.