Del Sábado, 06 de Septiembre de 2025 al Miércoles, 10 de Septiembre de 2025
La Asociación de Amigos del Museo de Ávila ha visitado Arévalo. En la comitiva estaban el director del Museo de Ávila, Javier Jiménez Gadea, y el presidente de la Asociación de Amigos, así como las directoras de la Biblioteca de Ávila, Blanca Asenjo Barahona, y la del Archivo Provincial, Carmen López Sanchidrián, como parte de un grupo de 33 amigos, acompañados de Jorge Díaz de la Torre, acreditado guía, arqueólogo y gestor de patrimonio cultual con quien hicimos una ilustrativa y didáctica ruta.
Hasta Arévalo, la Muy Nobel, Muy Ilustre y Muy Leal, orgullosa de los títulos concedidos por Alfonso VIII por su valor en la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, llegamos cruzando el río Arevalillo por el puente de Medina (s. XIV) construido con tres arcos apuntados de ladrillo. Hicimos la entrada dejando a un lado el llamado Arco de Medina (1769), por donde se bifurca el acceso entre el Castillo (s. XV) y la imponente iglesia mudéjar de San Miguel (s. XII) construía por el linaje de los Montalvo. La primera parada de la comitiva abulense se produjo con el “desembarco” en la plaza del Arrabal, también llamada del Mercado, que el centro comercial de Arévalo. Cuando llegamos, estaba a punto de inaugurarse la Feria del Libro con doce mesas repletas con las obras de la editorial Suseya, la Librería Letras, de Ávila, B. J. Libros, de libros descatalogados, y las asociaciones de escritores La Sombra del Ciprés. de Ávila, Sierra Norte, Generación del 23 y autores de Arévalo. Allí estaba Ricardo Guerra, el cronista de Arévalo, quien nos dio la bienvenida.
La jornada por la rica historia de Arévalo empieza a los pies de Isabel de Castilla, una escultura juvenil de Francisco Aparicio situada ante la puerta del Arrabal. Con ella rememoramos la infancia de la futura reina cuando aquí vivió y los símbolos escultóricos de su reinado: la espada, el astrolabio, el evangelio y la corona. En el mismo lugar, otro monumento dedicado al ‘Tostón’ rinde homenaje al plato típico de Arévalo, el cochinillo asado esculpido en bronce sobre un pedestal de piedra.
En la misma plaza, abre sus puertas la iglesia de Santo Domingo, de estilo románico-mudéjar (siglo XIII) transformada en épocas renacentista y barroca. La portada principal tiene tres arcadas de sillares de granito almohadillado, al estilo grecorromano, con escudos abaciales de Santo Domingo de Silos, de las que solo están abiertas puertas en las dos laterales, encima de ellas un frontón circular, rematando con la clásica bola herreriana -como base de la veleta y de la cruz que coronaban el conjunto- un yamur, es decir tres esferas de cobre como las que se ponían en los alminares de las mezquitas. En el interior de la iglesia se veneran los restos de los patronos de la ciudad, San Victorino y la Virgen de las Angustias, también la imagen de San Francisco de Asís, esculpida por Gregorio Fernández. Es la principal iglesia de Arévalo, y la única abierta al culto entre los más de una docena de los antiguos templos y ermitas que contaba hace siglos.
Dejando atrás el histórico templo mudéjar con su imponente ábside, transitamos por la calle de San Ignacio de Loyola, vía nominada en honor del santo cuando se llamaba Íñigo y aquí vivió desde los 16 a los 26 años, antes de fundar la compañía de los jesuitas. Enseguida aparecen los vestigios del lienzo sur de la muralla con restos del “acueducto” que se ven entre la calle Entrecastillos y el Callejón de los Novillos. Al otro lado, el mirador del río Adaja, donde un pequeño monolito rinde homenaje al escritor José Jiménez Lozano, ofrece una sorprendente vista sobre el paisaje ribereño y la llanura cerealista. A continuación, el conjunto que forma la iglesia de San Nicolás de Bari y el Colegio Jesuita de Santiago (s. XVI), abierto hasta la expulsión de los jesuitas en 1767, sorprende a los visitantes por su monumentalidad, de cuyo estado ruinoso se han recuperado las cubiertas de crucero y de la cabecera, y se han reforzado los muros de la nave y de las capillas. Un futuro esperanzador para los edificios se ha abierto al formar parte del proyecto del centro de creación, investigación y exposición de arte contemporáneo Collegium, diseñado por Tatiana Bilabo.
Mientras tanto, el programa de Collegium desarrolla sus actividades en la cercana iglesia de San Martín (s. XII), la “de las Torres Gemelas”, que se abre a la Plaza de la Villa y en la que destacan el atrio románico al estilo segoviano, las bóvedas de la nave norte y la cúpula del crucero con yeserías barrocas. Aquí puede admirarse la original exposición “Doblad mis amores”, la cual toma su título de una cita del poeta Ramón Llull, «que sirve como punto de partida para reflexionar acerca de la capacidad del arte para generar y multiplicar los afectos, contrarrestando los múltiples dolores que a veces la vida nos trae». La exposición comisariada por Chus Martínez está compuesta por proyectos inéditos de artistas españoles jóvenes de trayectoria internacional: Pep Vidal (habitación forrada de números de lotería), Teresa Solar (montaña levitante), Regina de Miguel (película del reencuentro dialogante de una superinteligencia de origen humano), Álvaro Urbano (160 escultura esférica que son naranjas esparcidas por el suelo de la iglesia) y Belén Rodríguez (telón textil retrato de un bosque de Cantabria).
Antes, entre el colegio jesuita y San Martín, pasamos por la Biblioteca Municipal y la La Alhóndiga (1759), una institución pública que regulaba el comercio y tratamiento de los cereales y los caudales generados. Aquí nos recibe el alcalde de Arévalo, Francisco León, con un amable y acogedor saludo. A continuación cruzamos la Plaza de la Villa, magnífico ejemplo de plaza castellana formada con casas de entramado con relleno de ladrillo y fachadas con soportales. Al extremo contrario de la iglesia de San Martín que habíamos visitado y la fuente de los Cuatro Caños, está la iglesia mudéjar de Santa María (s. XII) con esbelto ábside semicircular y la casa de los Sexmos, donde se ratificó por los Reyes Católicos el Tratado de Tordesillas de 1494 y que hoy es Museo de Historia de Arévalo (Arevalorum).
Desde aquí nos dirigimos al barrio de la morería. Pasamos por la Plaza del Real y la iglesia de San Juan Bautista, también llamada San Juan de los Reyes (s. XII), de una única nave, que se encuentra adosada a la muralla. Luego nos situamos frente al Palacio de Valdeláguila de arquitectura mudéjar renacentista (s. XVI), conocido como La Fonda, y que desde 1910 a 2007 fue el Hostal del Comercio y hoy está cerrado. Desde aquí seguimos por la Calle Principal de la Morería. En medio, en el cruce con el Pasadizo del Paraíso (ante calle del Albaicín), está el Palacio de los Gutiérrez Altamirano con una peculiar portada esquinera con balcón angular. Cerca, en la calle Larga, formada por casas de típica morfología mudéjar del siglo XV, está la Casa de las milicias concejiles (s. XVII) o cuartel para la defensa de la ciudad, construido con portada de piedra, tres plantas y bodegas.
En esta zona todavía nos queda la sorpresa del Palacio de los Ossorio (s. XVII), en la plaza de San Andrés, donde antes estuvo la iglesia del mismo nombre, que se conoce con el nombre de su antigua propietaria ‘La Francesa’, el cual ha sido rehabilitado para apartamentos que todavía están sin vender. Ya en la plaza de San Francisco, donde tuvieron convento los franciscanos, preside el centro ajardinado una escultura de Fray Juan Gil, el fraile trinitario de Arévalo que en 1580 rescató a Cervantes de su cautiverio en Argel.
La siguiente parada es la plaza de El Salvador, frente al palacio renacentista de Los Cárdenas, construido en los solares de la judería, actualmente destinado a viviendas particulares que conservan el patio original. Preside la plaza la Iglesia románico-mudéjar de El Salvador (s. XIII), con modificaciones barrocas el s. XVI. A un lado una reproducción del verraco vettón llamado “Marrana Cárdena” (s. II a. C.) y restos del convento de Las Montalvas fundado en la casa palacio de Ana y Sancha de Montalvo (s. XV) y que actualmente es un edificio de oficinas bancarias.
La ruta que conduce Jorge Díaz nos lleva después por la plaza del Arrabal, donde sigue la fiesta del libro, hasta la plaza del Real. Accedemos por el Arco del Alcocer que fue antigua cárcel y hoy oficina de turismo, dando fachada a la plaza donde se ubicaba la Casa del Concejo que hoy es un Centro de interpretación de la Naturaleza y Museo del Cereal. La plaza debe su nombre a que aquí estuvieron las Casas Reales o Palacio de Juan II que fue hogar de Isabel la Católica y a partir de 1524 convento de monjas cistercienses Bernardas. Desgraciadamente, fue demolido en 1978 para construir viviendas. En esta plaza se encuentra también la casa consistorial que conserva una hermosa fachada renacentista (s. XVI) con columnas de granito y pináculos blasonados propios de la casa palaciega de los nobles Río Ungría. Se completa la decoración de la plaza con las esculturas realizadas por Juan de Ávalos del escritor y diplomático Eulogio Florentino Sanz (1822-1881) y del periodista y escritor Emilio Romero (1917-2003), testigos del acervo cultural de Arévalo.
Seguimos por la calle de Santa María, eje principal norte-sur del Arévalo intamuros en dirección al Castillo. En esta calle están los palacios de Ballesteros Ronquillo (s. XVI), casa del conocido alcalde Roquillo, azote de los comuneros, y el palacio de los Sedeño o del marqués de los Altares (s. XV-XVI). De estos palacios solo se conservan las fachadas y los escudos de sus linajes que dan fe de su renombre, mientras que el resto está en ruinas. Pasamos por la remozada plaza de San Pedro y llegamos a las inmediaciones del castillo, cuya visita dejamos para la tarde, aunque antes de comer nos acercamos a la Bodega del Arriero.
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