Creció en el seno de una familia de diez hermanos donde la ciencia histórica se impregnó de la mano de su padre, Eduardo Ruíz Ayúcar (Sepulcros artísticos de Ávila, 1985; El alcalde Ronquillo, 1997), abogado y académico, y Cronista oficial de Ávila y Arévalo en el periodo 1960-1995. Siguiendo dicha tradición familiar por la historia abulense destacaron singularmente las hermanas Irene (El proceso desamortizador en la provincia de Ávila (1836-1883), 1991) y María Jesús (Capilla mayor del monasterio de Gracia, 1982; La ermita de Ntra. Sra. de las Vacas, 1987; y Escultores del s. XVI en Ávila, 2009). 

Juan Antonio, por su parte, apasionado también por la historia de esta tierra, ejerció el periodismo en el Diario de Ávila durante 35 años, hasta 2013, año en el que se jubiló, aunque no del todo, pues siguió colaborando con una columna que llamó ‘Quince barrios’. Tal fue la experiencia acumulada durante su trabajo, que pronto se convirtió en el depositario de la historia de los 125 años del periódico y en su hemeroteca viva.

Al principio de cada año nos ponía al día de las fiestas patronales de todos los pueblos de la provincia, cuyas celebraciones también seguía. Él fue en verdad un cronista de vida social y cultural de Ávila, y el referente de cuanto en ella acontecía, lo que apuntaba con detalle en unos cuadernos de cabecera a modo de diario personal que en realidad lo era de toda la ciudad. Y cuando uno empezó a colaborar en las páginas de El Diario en 1984, Juan Antonio, así firmaba entonces, era el periodista que se ocupaba de pasar al papel prensa mis primeros artículos y reseñas, a la vez que se hacía eco de la revista cultural ‘Piedra Caballera’ que hacíamos en Mingorría.

En 1990 se hizo cargo del suplemento ‘El Cárabo: la noche de Ávila’, una fructífera y atractiva etapa de difusión de actividades musicales y otras de ocio, entretenimiento y diversión que él mismo había ideado. Aquí se relataba forma desenfadada la vida nocturna abulense con gran profusión de imágenes, lo que sirvió para atraer a las páginas del Diario a nuevos lectores que disfrutaban viéndose retratados. 

Además de un periodista todoterreno, también firmaba como ‘Jaraz’, su interés por la historia local, en lo que coincidimos, le hizo escudriñar en los archivos municipal y provincial y en la hemeroteca, de cuyas pesquisas se servía para alumbrar las secciones ‘Historias con historia’ (2007-2010), descubriéndonos interesantísimos datos del siglo XIX, ‘110 años de comercio y publicidad’ (2009-2010), y ‘Ávila hace… 25 años’ (2010), “Historia. Hitos en…’, entre otras aportaciones. A ello colaboramos, por nuestra parte, facilitando en ocasiones la documentación gráfica con la que ilustraba sus originales y didácticas crónicas.

Juan también participó como vocal en las actividades de la Asociación de Periodista de Ávila y fue miembro colaborador de la Institución Gran Duque de Alba, dependiente de la Diputación de Ávila, donde publicó ‘Ávila en guerra. Aportaciones a la Guerra de la Independencia’ (IGDA, 2010), ‘Ávila, frente a la amenaza carlista, 1836-1840’ (Cuadernos abulenses 40/2011), y ‘La Audiencia Provincial de Ávila en el periodo 1882-1948’ (50 años de cultura abulense, IGDA, 2012).

Otras de sus facetas vitales fue la ser un bibliófilo empedernido y, más aún, la de poeta, lo que le hizo hacerse escritor desde su juventud. Entonces, en 1970, participó en la antología  poética ‘La sombra y el árbol’ (IGDA, 1970) bajo el sello El Toro de Granito que dirigía su profesor en el Colegio Diocesano Jacinto Herrero Esteban. De esta obra rememora con su maestro la introducción donde se cita a Gabriel y Galán, Gustavo Adolfo Bécquer y, especialmente, a Miguel Hernández, a quien todos admiraban: “Cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando desde la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido. Ante la sombra de dos poetas nos levantamos con otros dos, y ante la nuestra se levantarán otros mañana. Nuestro cimiento será siempre el mismo». Sobre ello, Juan nos contó también el porqué del título de la antología en palabras de Jacinto Herrero: «el árbol crece y a su sombra los renuevos despuntan. Su presencia asegura ‘otro milagro de la primavera’ que acreditan sus años”.

De aquella experiencia de juventud, Juan nos trajo el año pasado el recuerdo de su vena poética al rememorar su participación en la ‘Pequeña Antología de Poesía Abulense’ publicada por El Diario de Ávila en su centenario (1998), rescatando el poema ‘Amanecer en Castilla’ (DA, 22/04/2022), de cuya composición se enorgullecía: “Llega de nuevo la mañana, tan clara/ y distante, mordiendo hielos/, abriéndose camino, surco a surco/, entre las espigadas olas/ de la mar dorada y repentina/. Castilla entera se despierta, se deshace/ en un haz de brazos luminosos/, como los pájaros de trigo incendiados/ por la tierra reseca y desgranada. /Todo huele a sol y a piedra. Todo es sudor/ desprendido por mil sombras penitentes, /hastiadas de ser clamor de nube/ entre sueños milenarios de campana. /Meseta silenciosa que ayer fueras el vientre/ y la palabra: olvida el dolor en tus heridas/ irremediablemente frescas, /como la triste pena que arrastra el vino/ hasta perderse en un grito de inusitadas bocas”.

Ya en tiempo de actualidad, ante el avance de los medios digitales, Juan pronosticó en 2017 que la prensa escrita aún podía salvarse, pero que si no fuera así, esperaba “no estar aquí para verlo”. Hizo esta premonición en el debate sobre ‘Pasado, presente y futuro de la prensa escrita’ dentro de las I Jornadas sobre Periodismo celebradas en Ávila, donde se ponía de relieve la supervivencia o decadencia de la información en papel. Y paradojas, hoy Juan nos ha dejado, y la información en papel todavía pervive para su recuerdo y nuestro deleite. 

Finalmente, como apuntan sus compañeros de redacción del Diario de Ávila, con la muerte de Juan Ruiz-Ayúcar (así firmaba sus últimos artículos) “la ciudad pierde a un abulense que la amaba; y el periodismo abulense pierde a un profesional que trabajó para contar lo que ocurría y también para ayudar, desde esa atalaya, a que la capital y la provincia fuesen siempre a mejor”. Sin embargo, su memoria de periodista de larga trayectoria ya forma parte de nuestra pequeña historia, la cual permanece en sus múltiples artículos que nos hablan de la ciudad que tanto queremos. Descansa en paz, querido amigo.