Esta costumbre, cuyo origen se desconoce, parece tener su origen en la tradición relacionada con los ritos de exaltación ganadera. Suele ser relacionada con las 'festas do entroido', en Galicia, o los ritos de exaltación ganadera o la tradición celta.

Como el año pasado, en esta ocasión se espera que la meteorología acompañe esta celebración carnavalera cuya riqueza antropológica es indiscutible, teniendo en cuenta el arraigo de un rito que se encuentra entre los más antiguos de Castilla y León.

Se trata de un carnaval diferente al bullicioso y colorista de Cebreros, que el año pasado estrenó su declaración de Interés Turístico Nacional. Aunque en el de Navalosa también existe el bullicio provocado por los cencerros que los cucurrumachos llevan colgados a la espalda y que no paran de hacerlos sonar desde las 17.00 horas.

La austeridad y autenticidad son dos de las características más destacadas de una costumbre que entronca con una forma de vida ligada desde hace siglos al campo. La fiesta comienza a prepararse el sábado, cuando los quintos talan el chopo cuyo tronco presidirá en la plaza del Ayuntamiento, frente al consistorio, el momento culminante de la fiesta, en la tarde del Domingo Gordo.

Antes, por la mañana, los mismos quintos recorren buena parte de las casas del pueblo para recoger el dinero o las viandas que les entreguen los vecinos para disfrutar de la fiesta. Así, los jóvenes reúnen desde huevos a golosinas, pasando por bebidas, latas, pan… una larga lista de comida que, desde el balcón del Consistorio, relata cada año la maestra de ceremonias, que va realizando alguna parada para decir a los protagonistas: “Una vueltecita y un trago”.

Después de comer

Después de comer se inicia, normalmente en los garajes de Navalosa, el ritual de transformación de los ‘quintos viejos’ en cucurrumachos, antes de ‘invadir’ las calles e inundar de paja y de ruido esta localidad, con los cencerros que llevan a sus espaldas.

Los 'quintos viejos' inician el proceso 'vistiéndose' con sacos y las mantas 'pingueras', características de esta zona de Gredos, para ocultar sus cuerpos totalmente, de manera que resulten irreconocibles para los cientos de personas que cada año, cada vez en un número mayor, llenan la plaza del Ayuntamiento.

La ropa queda ajustada con el cinturón, que también les sirve para portar la pesada carga que en algunos casos suponen los cencerros de diferente tamaño, portados por los cucurrumachos.

La transformación culmina con una llamativa máscara de madera, a la que añaden una cornamenta, junto a pelambreras realizadas con crines y colas de caballo, que contribuyen a dar a estos seres un aspecto aún más fantasmagórico.

Saltando

Completado el proceso, estos seres horripilantes recorrerán Navalosa, saltando, corriendo y jugando con un público al que, si se despista, le arrojarán paja y pequeños trozos de papel, mientras el ruido ensordecedor de los cencerros se adueña de la plaza.

Estos seres ancestrales, que portan diferentes aperos de labranza, son los protagonistas de una fiesta en la que los 'quintos nuevos' también realizan su papel en torno al mayo instalado en la plaza, donde representan escenas de la vida en el campo.

Los ‘quintos nuevos’ van vestidos de forma elegante con traje negro; sombrero del mismo color, con escarapela; coloretes en las mejillas; guantes blancos; dos pañuelos anudados al cuello -uno blanco y otro de colores- y un bastón con cintas de colores. Por su parte, las jóvenes van vestidas con el traje tradicional de serranas.

Los actos del Domingo Gordo incluyen una lectura de las coplas realizadas por vecinas del pueblo, los bailes en torno al mayo y la muerte simbólica de la vaquilla, representada por uno de los 'quintos nuevos'.

De esa manera, culminará una jornada que habrá comenzado muy pronto y culminará a altas horas, culminando así una de las celebraciones de carnaval más arraigadas en la tradición abulense.