Del Martes, 30 de Septiembre de 2025 al Sábado, 04 de Octubre de 2025

El cactus gigante, peregrino de la Vía de la Plata, en Sevilla
--- Ramón Morales Valverde es trabajador e investigador el Jardín Botánico de Madrid durante 44 años.
En el 30 aniversario de la Expo’92, sigue viviendo ante el pabellón de México un cactus de grandes dimensiones. Dada su avanzada edad y las peripecias de su viaje hasta Sevilla desde su México natal, merece que se le dedique este pequeño homenaje y se le dé el nombre de cactus peregrino.
A finales del mes de marzo de 1992 llegó al recinto de la feria sobre un tráiler una extraña jaula que pesaba más de 20 toneladas con un gigante en su interior de 14 metros de longitud, formado por 13 brazos, un tronco y 2 metros más de raíces. Había llegado al aeropuerto de Sevilla en un avión ruso desde México. Su edad estimada eran 1500 años, más viejo que la catedral. Ya vivía en tiempos del rey visigodo San Hermenegildo y coetáneo San Isidoro de Sevilla (570-636), autor de las Etimologías. En 1492 ya tenía en torno a 1000 años.
Este cactus es de los de mayor talla y vive en el desierto de Baja California, en el Valle de los Gigantes, junto a San Felipe y no lejos de Mexicali, en la frontera con California en EEUU. Se estima que en la zona se encuentran más de 4000 cactus gigantes. Su nombre científico es Pachycereuspringlei y en México se denomina sahuaro o cardón. Pachycereus alude a vela de cera muy ancha (pachy), en este caso gigante. Especie endémica de Baja California y Sonora, en donde estas plantas habitan sobre sustratos muy pobres en materia orgánica. Sus raíces son capaces de fijar nitrógeno gracias a las bacterias que albergan. Llegan a medir hasta 20 metros y el tronco alcanza 1 metro de diámetro. Su madera fue utilizada por la población nativa para construcción. Sus tallos columnares se dividen en forma de candelabro. Sus espinas pueden llegar a medir 30 centímetros y servían para tejer lana. Las ramas jóvenes son carnosas y contienen alcaloides, compuestos químicos tóxicos que les defienden de animales que apetecen su carne jugosa en el desierto. Sus flores de color blanco amarillento son muy numerosas y huelen a sandía. Sus frutos globosos miden unos 6 centímetros. Las semillas son de color negro y se comen tostadas. Se estima que un ejemplar puede producir unas 80.000 semillas; alguna llegará a prosperar y producir nuevos cardones.
La idea de que este ejemplar de cactus representara a su país en Sevilla’92 fue de Juan Siles Aguilera, encargado de la decoración exterior del pabellón de México. Su proyecto fue aprobado y en diciembre de 1991 comenzaron los trabajos para trasplantar el cactus milenario de América a España. Elegido el ejemplar, se hizo una gran excavación a su alrededor para no dañar sus raíces, estas de suma importancia en todos los vegetales. Se envolvió el cactus con una jaula metálica de hierro hecha a la medida, de unas 4 toneladas. Por fin tres grúas lograron extraer cuidadosamente el cardón y cargarlo en un tráiler especial. El 18 de marzo de 1992 comenzaba el gigante su largo viaje. El trabajo técnico fue realizado por Alfredo Silvestre Anaya y su equipo. Todo fue un acontecimiento en la región, y a la despedida acudieron miles de personas, que cantaron la famosa canción de Las Golondrinas. Además sirvió para concienciar a los habitantes de la zona del valor natural del Valle de los Gigantes, que fue declarado Santuario de los Sahuaros.
Muchas plantas han cruzado mares y llegado a nuevos lugares, como frutos, semillas o ejemplares crecidos, y sobre todo plantas cultivadas por propio interés humano. Pero sin duda este traslado tan distante de un ejemplar de semejantes dimensiones se trata de un caso único en la historia de la humanidad.
El plan de viaje inicial era en barco desde el puerto de Veracruz hasta Sevilla, pero una buena oportunidad hizo que el cactus volara en un avión ruso desde Hermosillo en México. El 23 de marzo aterrizaba en el aeropuerto de Sevilla con la enorme jaula en su bodega. Fue trasladado al recinto de la Expo’92 con no pocos trabajos y plantado en el lugar en que hoy vive. Después de 30 años está muy bien adaptado a su nuevo medio urbano. Aunque para sus 1500 años de edad esos pocos años transcurridos no suponen casi nada.
Un incidente digno de contar es lo que le ocurrió a Alfredo Silvestre Anaya, encargado técnico, que trabajaba dentro del avión. Sin avisarle, se cerró la bodega y el avión despegó, con lo cual llegó a Sevilla con lo puesto y sin documentación en regla. Los funcionarios sevillanos, viendo las circunstancias especiales, arreglaron el asunto. Fue un visitante invitado durante unos días. A su vuelta a San Diego en EEUU tuvo que pagar una multa.
Cuando visité la Expo’92 quedé impresionado por la magnificencia de este cactus. Enrique Estrada Barrera publicó en julio de 1992 el libro: “Un cactus milenario. Embajador de México en España”, en donde cuenta todos los percances del viaje del cactus.
Este monumento vegetal vivo que llego a Sevilla, en la Vía de la Plata, merece ser tenido en cuenta como un peregrino excepcional. Además, como ya indicó Emilio Casinello, comisario de la exposición, ha de seguir siendo “un ejemplo de la gran amistad entre México y España” pese a las controvertidas opiniones de algunos políticos de turno.
Manuel P. Ron | Sábado, 02 de Marzo de 2024 a las 06:38:49 horas
Me gustaría poder contactar con el autor de esta tribuna, el señor Ramón Morales Valverde.
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