Afincado en Holanda, donde ejerce como profesor, Moreno está becado durante tres meses en la capital americana para investigar sobre este templo, lo que fue motivo de su exposición en el Instituto Cervantes de Nueva York, ciudad en que se encuentra en residencia por tres meses.

Moreno ha seguido la pista a este templo segoviano, ejemplo de muchos otros elementos arquitectónicos, algunos declarados monumentos nacionales, que en la primera mitad del siglo XX fueron vendidos a millonarios americanos.

Fascinado por el montaje y desmontaje de edificios en este tipo de casos, Moreno investiga sobre “la huella del ábside románico” de Fuentidueña, instalado en el museo The Cloisters, de los claustros, del Museo Metropolitano de Nueva York, en Manhattan y junto al tío Hudson.

El ábside llego “de forma óscura”,  ya que era monumento nacional, gracias a la compra de los Rockefeller. Esto le da pie a “reflexionar sobre el caso desde un ángulo muy personal”.

“Un proceso arquitectónico -señala- que conllevaba el marcado de cada una de las piedras, el desmantelamiento del edificio, el empaquetado de 3.300 piedras calizas del siglo XII, y el transporte por mar de todo ello para finalmente reconstruir el edificio, en un horizonte totalmente distinto”,

Moreno (1980) dedica su trabajo a investigar “diferentes nociones de valor”, interesado por “interactuar con las biografías de los objetos, las imágenes y el lenguaje”, así como “observar como esos elementos viajan a través de diferentes estados de valor”.