Del Martes, 30 de Septiembre de 2025 al Sábado, 04 de Octubre de 2025
A propósito de las actividades programada en torno a la lana sobre, el esquileo de ovejas y su aprovechamiento textil dentro del ambicioso proyecto ‘Bestiarium’ que la capital abulense acoge el fin de semana, rescatamos para la ocasión esta singular ruta de la lana, también en Ávila.
Dicho programa incluye la exhibición de fotografías del coordinador del evento José Barea, a las que se suma el proyecto ‘Hilandia' de Blanca Fernández Navas, que promueve la actividad textil artesana presentando el tapiz ‘Mapa de lanas’, lo que se completa con la exposición ‘Entre lanas’, que guía Lala de Dios, talleres, esquileos, documentales, ponencias, bailes, presentación de libro y degustaciones de cordero. Todo organizado en colaboración con el Ayuntamiento de Ávila por Interovic (Organización Interprofesional Agroalimentaria del Ovino y el Caprino) y la Fundación Oxígeno y la Asociación de Creadores Textiles de Madrid.
Por nuestra parte, nos adentramos en la pequeña historia del medio rural abulense, donde la cría del ganado ovino para la obtención de lana y carne ha sido una actividad característica de las formas de vida en el medio rural. Ello favoreció que, en Ávila y en los municipios de la ribera del Adaja y del Voltoya, naciera una primitiva industria textil a mediados del siglo XVIII que ocupó un lugar destacado en el conjunto de la provincia. Viajar entonces por los pueblos que se significaron en el desarrollo de esta actividad fabril, supone reencontrarse con viejos batanes y esquileos, y con manufacturas de la época, tales como mantas, colchas, lienzos, sayales, etc., que nos ayudan a conocer y entender formas de vida casi olvidadas.
Esta ruta es un viaje mágico a través de distintas manifestaciones, que todavía pueden verse en algunas localidades, demostrativas del proceso fabril que se desarrollaban a partir de la lana que se obtenía de las ovejas. El oficio de pastor, el rito anual del esquileo, los encerraderos y construcciones auxiliares de los grandes esquileos, los arruinados molinos batanes que se asoman al río Adaja, los restos de casas que fueron telares, alguna rueca o huso para hilado, y las viejas mantas que aún se conservan, constituyen muestras vivas de una importante actividad artesanal que concluía con la fabricación de paños para mantas de campo, vestimenta de labradores y otros usos agrícolas.
En este recorrido por las carreteras y caminos que discurren entre los ríos Adaja y Voltoya, enseguida se observa que el mantenimiento de rebaños de ovejas debió ser el origen de la fabricación de paños de lana. Así, el esquileo sigue siendo una actividad digna de contemplación, los restos de los molinos bataneros, situados en el Adaja conservan todavía restos de su construcción en bellos parajes que traza el río. Las dependencias de los esquileos de "Aldealgordo" y "Las Gordillas" testimonian la importancia de una primitiva industria textil. En algunas casas de Velayos, Santo Domingo de las Posadas y Mingorría todavía se conservan viejas mantas de lana, mientras que en Cardeñosa los hombres lucen bellas capas y en Peñalba se conserva alguna rueca de hilar. En el recuerdo quedan los numerosos telares que existieron durante los siglos XVIII y XIX en Velayos, Mingorría y Santo Domingo de las Posadas.
Volviendo la vista atrás, comprobamos que la fabricación de paños marcó una época importante de la historia abulense, y fue un primer intento de industrialización del campo. La industria textil en Ávila ha sido estudiada con especial rigor por Gonzalo Martín García (‘La industria textil en Ávila durante la etapa final del Antiguo Régimen’, 1989) y el Catastro del Marqués de la Ensenada.de 1751 también aporta datos muy interesantes: Mingorría, Velayos y Santo Domingo de las Posadas, mediado e l siglo XVIII, ocupaban un lugar destacado en el panorama industrial de la provincia por su producción textil, sin contar los tejedores aislados de Gotarrendura, Vega de Santa María y Zorita, cuyo tejedor también era sacristán.
Además Cardeñosa llegó a contar con una escuela de hilazas; Mingorría tenía entonces 14 centros cardadores y ocho te lares, que daban trabajo a 19 tratantes y fabricantes de estameñas, 12 cardadores y peinadores de lana y dos aprendices, y a ocho maestros de tejer sayales y estameñas; Velayos tenía 35 peinadores, 15 cardadores, 27 telares y 31 tejedores, entre ellos había seis fabricantes-tejedores que empleaban entre todos a 30 operarios, seis fabricantes-peinadores que elaboraban lana para estameñas y sayales, y un fabricante-peinador y tratante de pieles de cabra; Santo Domingo de las Posadas tenía tres peinadores, cuatro telares y cuatro tejedores. Estas localidades, junto con Villanueva de Gómez, eran las únicas de toda la Moraña y la zona centro de la provincia abulense donde se desarrollaba la actividad textil, destacando en el resto Las Navas del Marqués, Pedro Bernardo, Villafranca, Mijares, Bonilla, Casavieja, Solana de Rioalmar y Santa María del Berrocal.
Las operaciones preliminares del proceso de manufacturación daban comienzo con el esquileo de las ovejas. Esta es una actividad que actualmente se sigue realizando en el medio rural, y su importancia para la industria textil de la zona puede comprobarse en las dehesas de Las Gordillas (Maello) y Aldealgordo (Tolbaños), sobre las instalaciones de esta última escribió Madoz en 1845:
“Tiene la dehesa dos esquileos de ganado lanar con sus lonjas correspondientes, llamadas rancho de arriba y rancho de abajo, cuatro encerraderos, un sudadero, un comedor para los pastores con su despensa, un lavadero de nueve varas de frente y 48 de fondo y con su cocina. Tiene un prado que sirve de tendedero de lana, dentro del cual hay una lonja para apartar las lanas y ensacarlas después de lavadas. El río Voltoya sirve para el lavadero de las lanas”.
La lana era apartada o clasificada, desmontada, lavada y arqueada o esponjada, quedando entonces blanca pero áspera y tirante, por lo que las fibras debían ser preparadas convenientemente mediante el peinado o el cardado para volverlas más sedosas antes de someterlas a la hilatura. El hilado so lía hacerse por las mujeres en sus casas, utilizando tornos y ruecas de madera, entregándose después las hilazas a los telares, donde se ocupaban los tejedores.
Tal y como dice Gonzalo Martín, la operación de tejido era la fase más importante del proceso de producción y la que daba al paño sus características esenciales. Del te lar salían los paños crudos, aptos ya para ser utilizados en muchas ocasiones, pero algunos de ellos, de mayor calidad; eran sometidos después a una nueva serie de operaciones que tenían la finalidad de procurar un acabado más perfecto, dando al paño una apariencia de limpieza y superficie uniformes que aumentaban el valor comercial de la pieza. Las principales eran el batanado, el tundido y el tinte.
Con el bataneo se trataba de limpiar las impurezas que se habían adherido al paño en los procesos anteriores y dar a la pieza las dimensiones, consistencia y brillo necesarios. Esta operación se hacía en el molino batán que se localizaba en la ribera de los ríos y arroyos caudalosos, pues la energía hidráulica era la única forma de producir energía a costes económicos.
Siguiendo a María Pía Timón en ‘El Arte Popular en Ávila’, sabemos que los batanes funcionan aprovechando la corriente de agua que se conducía de un canal que se abría o cerraba con una compuerta. En el momento de la faena se dejaba pasar el agua y al caer con fuerza sobre las palas que tenía la rueda hidráulica la hacían moverse con rapidez. Esta transmitía el movimiento al eje que presentaba unas paletas que al coincidir con las mazas le hacían levantarse y caer por su peso contra la pila donde estaba el paño, golpeándole.
El río Adaja contaba en 1751, según el Catastro de Ensenada, con tres molinos batanes, localizados en la margen izquierda de Cardeñosa el batán de Córdoba, el batán de Alejandro y el batán el Caleño, en los linderos de Zorita. Larruga cita también la existencia de un batán en Velayos en el siglo XVIII.
Concluido el proceso fabril los paños obtenidos se clasificaban en ordinarios, veintidosenos, estameñas, sayales, xergas, ataharres y cinchas. Con estos paños se confeccionaban principal- mente mantas de campo y ropas para los campesinos (capas, pantalones, chaquetones y manteos), y para las faenas agrícolas y ganaderas (mantas de mulas, costales y alforjas). Además de la fabricación de paños, también se contaban centros productores de lienzos a partir del lino: Mingorría contaba con cuatro centros de lienzos ordinarios y Velayos con dos de lienzos y estopas, cuyos productos se destinaban para la realización de prendas de ajuar y las relacionadas con las faenas agrícolas y ganaderas.
La actividad textil artesanal prácticamente desapareció con las crisis agrarias de 1780, dada la escasa productividad de la agricultura y la baja capacidad adquisitiva del campesinado: Esta desaparición fue paulatina, y de ello se lamentaba el Corregidor de la ciudad de Ávila citando el caso del pueblo de Velayos, lo mismo que reseña el historiador Martín Carramolino. No obstante, en esta localidad, según Madoz (1845-1850), todavía quedan ocho telares y 80 personas se ocupan en la fabricación de estameñas bastas.
Durante el período 1776-1 851 las fábricas textiles fueron el exponente más importante del intento de modernización e industrialización de la capital abulense. Así, primero se puso en funcionamiento la fábrica de paños del Común de la Ciudad de Ávila (1776-1782), después se estableció la Real Fábrica de algodón (1788-1816), que pasado el tiempo se transformó en fábrica de lanas (1817-1 830) y finalmente en fábrica de lino (1830-1851).
Además, también funcionaron en Ávila diversas fábricas de paños privadas, entre las que destacaron la de Francisco Solernou (1774-1798) y la de Rafael Serrano (1803-1822). Solernou era un comerciante catalán establecido en Ávila, había sido Procurador Síndico del Común, y completaba su negocio de fabricación de paños con una tienda de joyería, quincallería y ferretería, y con la compraventa de lanas. Además era prestamista -y propietario de casas y tierras en Mingorría, Las Berlanas y Monsalupe.
Rafael Serrano era natural del pueblo de Velayos y fue oficial de la Contaduría de Ávila, administrador de Tercias Reales y tesorero de Rentas Provinciales de Ávila, teniendo casas y tierras en Peñalba, Zorita de los Molinos y Cardeñosa, donde estableció una secuela de hilazas.
Desaparecida la actividad textil de la zona, su vacío fue paliado con la visita frecuente de los pañeros de Santa María del Berrocal. En Mingorría durante la siguiente mitad del siglo XX la mayoría de las mujeres se ocuparon cosiendo guantes de piel, en una importante actividad económica para la localidad. En la actualidad se siguen realizando trabajos de confección de trajes de toreros, además de manteos y tapices. Finalmente, cabe decir que en Cardeñosa la tradicional capa de paño que se tejía en la zona constituye una prenda característica de la indumentaria masculina.
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