Del Viernes, 12 de Septiembre de 2025 al Domingo, 14 de Septiembre de 2025
La muerte de un ser querido siempre es dolorosa. Y la pérdida en de un paisano en el medio rural ahonda el vértigo por la despoblación y el olvido de su memoria. Por esto, cuando quien se nos va es uno de los guardianes de la cultura y de los rescatadores de la historia de nuestros pueblos, la pena da paso a un tremendo vacío.
Y esto es lo que ha sucedido con el reciente el fallecimiento de José Mª Hernández Escorial (1949-2022); cronista abulense de los pueblos de la cabecera del río Adaja en el Valle Amblés; editor de la revista cultural El Papel de Villatoro (1994-2016) y de colecciones fotografías de nuestros pueblos (2015); autor de los libros ‘La matanza rural’ (Coalba Energía, 1999) y ‘Villatoro: Historia, leyendas y cuentos’ (Círculo Rojo, 2021); y activista por el patrimonio en redes sociales.
José María, en su modestia, se le reconoce sabedor de la historia de su tierra y de ser un estudioso de la sabiduría de las gentes, y sobre sus orígenes familiares añadimos, como él decía, que sus “antepasados del segundo apellido provienen de San Miguel de Corneja, al menos desde 1650. Uno de ellos, Feliciano, en 1795, decidió vivir en Villatoro y desde entonces el apellido pervive en este lugar”.
Estudió en la Universidad Complutense, se casó y tenía dos hijas y cuatro nietos. Desarrolló su carrera profesional como funcionario en el Ministerio de Agricultura, y de la historia de este ministerio nos trasladó la figura del abogado abulense Nicasio Velayos Velayos (1891-1976), quien fue ministro del ramo en 1935, así como de Francisco Martín Garrido, agente de Extensión Agraria de Arenas de San Pedro donde tiene nombre de calle.
También de su compañero de trabajo José Luis Sastre González, con quien compartía especial querencia por la historia y la cultura popular, cuando éste editaba la revista Olalla. Cuadernos de Zorita de los Molinos, y él se ocupaba de El Papel de Villatoro, al tiempo que uno ya lo venía haciendo en Mingorría en la revista Piedra Caballera.
Su compromiso con la historia y la cultura popular destacó desde 1993 con la edición de la revista trimestral El Papel de Villatoro, de la que se publicaron cuarenta números y algunos monográficos.
Revista
Era una publicación artesanal, de pequeño formato que él mismo escribía, fotocopiaba y encuadernaba. Se repartía gratis entre los vecinos de su pueblo, y con ella se regalaba un asombroso bagaje documental y ricos testimonios de los hombres y mujeres protagonistas de las historias y relatos que se contaban.
Entre sus páginas, especial atención merecieron la historia del monasterio de Nuestra Señora de El Risco (Amavida), ‘Los carros de labranza’, motivo también de una exposición, ‘La mujer rural y el trabajo’, ‘La música popular’, ‘Los maestros’, ‘Los alcaldes’, ‘Los poetas’, ‘Dichos y coplas’, Plantas y hongos’, ‘Estampas antiguas’, ‘El catastro de Ensenada’, etc. Al final, toda esta miscelánea la recogió en el entretenido libro ‘Villatoro: Historia, leyendas y cuentos’, donde las gentes de nuestros pueblos rebosan vitalidad y son lección para las nuevas generaciones.
Como empleado de la administración pública en el ámbito agropecuario, Hernández Escorial era un entusiasta del mundo rural, y con él compartimos espacio en el Hogar de Ávila en Madrid cuando presentamos ‘Rutas mágicas por los pueblos del Adaja’, entre otras publicaciones de Ávila.
Él, por su parte, dedicó especial atención a la tradición popular de ‘La Matanza’ del cerdo, sobre la que escribió un lujoso libro al que volvía cada 11 de noviembre en las redes sociales con el siguiente recuerdo:
“La llamaban la ‘Hucha del Pobre’, porque con los restos de la cosecha, las sobras del huerto de la casa y alguna nasa de harina se iba engordando el cerdo para nutrir de proteínas a la familia durante meses. ‘Quien tiene buen huerto, cría buen puerco’”.
Sobre su reivindicación más señera, Hernández Escorial escribió: “Desde hace treinta y ocho años vengo reclamando los verracos de Sotalvo, la Fuente de la platería y otros enseres (un escudo eclesiástico y varias peanas y capiteles) abandonados en Madrid por el Ayuntamiento y la Excma. Diputación Provincial de Ávila”.
Dichas piezas se cedieron la exposición de la Feria del Campo de Madrid de 1952 para el pabellón de Ávila y nunca fueron retiradas, por lo que hoy se encuentran deslocalizadas en la Escuela de Capacitación Agraria de San Fernando de Henares. De todo ello se hizo eco la prestigiosa Revista de Arqueología (nº 49, mayo 1985), a la vez que su ‘lucha’ por la recuperación y devolución a Ávila de dichas piezas sigue viva en las redes sociales, dada la poca acogida que tuvo ante las instituciones abulenses, decía.
Por navidades, nunca faltaba la felicitación que Hernández Escorial componía haciendo una portada de El Papel de Villatoro, y muchos nos acordábamos de felicitarle por su cumpleaños. En respuesta a ello, el día de su última onomástica del 17 mayo de 2021, me dijo:
“Sanchidrián, ni que decir tiene que agradezco la felicitación, aunque aprecio tanto o más los artículos e ilustraciones, todos ellos culturales que públicas. Uno de los últimos, el relacionado con Ramón Gómez de la Serna, me ha obligado al ejercicio de mirar en los lugares donde voy dejando los libros. Me refiero a ‘Pombo’ o ‘Café del Pombo’, no lo sé, un libro de segunda mano, que compré hace años en la Cuesta Moyano de Madrid, y que me recordó tu publicación. Aún no lo he encontrado, habrá que seguir buscando”.
Ahora, recordando a Pombo y a escasos días del cumpleaños de 2022, felicidades de nuevo, José María.
Finalmente, el pasado lunes, unos días antes de su muerte, José Mª Hernández Escorial, en una triste premonición y a propósito de mi artículo publicado en este mismo medio dedicado a la memoria de Gonzalo Crespí Valldaura (XXI Conde Orgaz), que acababa de fallecer, me escribió: “Como siempre, certero, ameno y fácil de leer. Un acierto. Felicidades”.
Quien me iba a decir entonces que ahora tendría que escribir estas líneas para hacer justicia a su memoria. Esperamos haber sido “certero” en este sencillo recuerdo de reconocimiento a su trabajo, el cual también sirve de especial acompañamiento sentimental para su familia.
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