Según los hechos probados, cuando la niña tenía “nueve o diez años de edad” acudía, en ocasiones, a la vivienda del procesado, y “aprovechaba los momentos en que estaba a solas con la menor de edad para realizar tocamientos sobre las piernas y el pecho de la niña, sin que pueda concretarse el número de veces en que ocurrieron hechos de este tipo”.

“En una de estas ocasiones -se añade- hallándose la menor tumbada, el procesado procedió a subirse encima de ella, besándola en el cuello y tocándola en las zonas íntimas. Posteriormente, pero en todo caso cuando la niña contaba entre 10 y 12 años, la menor comenzó a acudir al domicilio del procesado a fin de que éste la ayudase con los deberes escolares, momento en que el procesado continuó con los tocamientos sobre el pecho, piernas y zonas genitales de la menor, tanto por encima como por debajo de la ropa”.

En una de estas ocasiones en que la niña acudió al domicilio del procesado para la realización de los deberes escolares, “éste comenzó a tocarla las piernas y, al tratar de levantarse para marcharse y eludir la situación, el procesado trató de tumbarse encima de ella, logrando, sin embargo, la menor de edad zafarse de su agresor y escapar, golpeándose una rodilla en la huida, lo que le produjo una lesión en la misma”.

Años después

Después en septiembre de 2015, la niña viajó con su familia a Roquetas de Mar (Almería), adonde se había mudado el procesado, hospedándose en su domicilio para pasar allí una semana de vacaciones. “Una vez instalados en dicho lugar, el procesado procedió una noche, aprovechando la circunstancia de hallarse en su propio domicilio y la ventaja que le ofrecía la confianza de los padres” de la niña, “que nada sospechaban, a meterse en la cama donde dormía la menor, manoseándola por todo el cuerpo, tanto en la zona genital como en el pecho”.

“Todos los tocamientos y hechos perpetrados por el procesado sobre el cuerpo de la menor, lo fueron con el evidente propósito de satisfacer sus deseos libidinosos”, se afirma en la sentencia.

En el juicio celebrado el 20 de octubre el acusado confesó los hechos. Por ello, la Audiencia Provincial le ha condenado como responsable de un delito continuado de abuso sexual, en el caso de lo sucedido en el domicilio de Las Navas del Marqués, y otro de delito de abuso sexual a un menor, por el suceso de Roquetas de Mar, por lo que se le impone una pena de dos años de cárcel y prohibición de aproximarse a la menor a menos de 500 metros, o de comunicarse con ella por cualquier medio o procedimiento durante nueve años.

Además, el procesado deberá de pagar 24 meses de multa con una cuota diaria de dos euros (1.440 euros) y con la responsabilidad personal subsidiaria legalmente prevista en el artículo 53 del Código Penal. De conformidad con lo establecido en el artículo 192 apartado primero, le impone además la medida de libertad vigilada por el plazo de siete años, a concretar y ejecutar con posterioridad a las penas privativas de libertad.

Asimismo, se le impone la pena de inhabilitación especial para cualquier profesión u oficio, sea o no retribuido, que conlleve contacto regular y directo con menores de edad, por un plazo de tiempo superior en cinco años a la pena de prisión impuesta en la presente sentencia. Y deberá indemnizar a la menor con la suma de 5.000 euros.