Del Sábado, 06 de Septiembre de 2025 al Miércoles, 10 de Septiembre de 2025

Salvemos nuestros bosques
--- Catalino Casillas Nieto es veterinario.
Apagado el terrible incendio de Navalacruz, aplacados los humos y controladas las emociones, procurando sujetar la pluma para no darlas rienda suelta, quisiera exponer mi punto de vista sobre este suceso, o mejor dicho, sumarme al punto de vista expuesto por el que fuera Catedrático de la Facultad de Veterinaria de León, el Dr. Eduardo Zorita, en una lección magistral impartida el 10 de mayo de 1994 en el Colegio Oficial de Veterinarios de Zamora y que llevaba por título: “La utilización del territorio en la España Peninsular mediante sistemas pastorales de producción animal”.
En síntesis, exponía las fases de evolución histórica de la ganadería en España, teniendo en cuenta factores como el medio físico, condiciones económicas y de desarrollo tecnológico, así como las demandas sociales imperantes en cada época.
Consideraba que todos los paisajes peninsulares eran fruto de la acción antrópica sobre el medio, usando tres instrumentos: el arado, el hacha y los animales domésticos. Esta interacción hombre-medio habría perfilado los bosques, dehesas, riqueza cinegética y diversidad de especies, fruto de la observación y experiencia aplicadas de una manera puramente científica; propiciado el consumo del exceso de biomasa generado en periodos de lluvia, extendiendo y manteniendo la cubierta vegetal, diseminando semillas, fertilizando cumbres, etc., con un prudente y sabio manejo de plantas y animales.
Todo esto sufre un brusco cambio con la industrialización y modernización de nuestro país, generando movimientos migratorios a gran escala hacia centros más desarrollados dentro y fuera de España. Resultado: creciente desolación rural con el abandono de aquellas actividades, la aparición de incendios forestales cuya frecuencia y extensión les convertía en un problema de primera magnitud, así como la desaparición de aquella fuente de información científica acumulada durante tantos años en labriegos, ganaderos y pastores. Hablaba de varias falacias: la tecnocrática, relacionada con el desajuste en la formación de los técnicos al servicio de las administraciones públicas, la petulante actitud de los políticos aniquilando organizaciones ancestrales y despreciando la opinión y conocimientos de pastores y ganaderos respecto al manejo de estos ecosistemas; la falacia demográfica, mencionando porcentajes de población activa ; y la falacia contable con relación a la economía nacional: el valor de los servicios ecológicos proporcionados por las explotaciones tradicionales y los productos vendibles, son más rentables que sostener tantos servicios oficiales de vigilancia, prevención y extinción de incendios, lucha contra la erosión y contaminación generados por tales eventos. Se preguntaba si no sería más rentable sostener a un pastor con su rebaño arraigado en el pueblo, que a esos servicios, por otra parte, cada vez más costosos.
Vida rural
Estoy seguro que la inmensa mayoría de mujeres y hombres que vivimos o tenemos alguna vinculación con el medio ruural, suscribimos las acertadas palabras de este gran catedrático de Nutrición. El profesor apuntaba también a otra falacia, la ecológica, la cual me sirve de excusa para plantear la dualidad en el modelo actual del enfoque del problema: el que se percibe desde la llamada España vacía o vaciada, integrada por el 'Homo Sapiens Sapiens Ruralis', con un concepto de ecología de conservación, mejora de los ecosistemas, mantenimiento de la vida rural, valores paisajísticos y ocupación del territorio; y el percibido por la España Full que usa el concepto de vacío como eslogan político, integrada en su mayoría por grupos urbanos, ecologismo de masas, paisaje de asfalto y cemento, con gran predicamento mediático y económico. Aquellos que creen que sin la intervención del hombre y la ganadería, nuestra península sería un paraíso terrenal como el jardín del Edén, cuando esto no tiene base científica alguna.
Hay una realidad que se superpone a todo: consecuencia de ese abandono rural y la gestión de su territorio, e independientemente del calentamiento global y cambio climático que los hace extensivo en amplias épocas del año, la aparición de incendios forestales -según los expertos- van camino de superar la sexta generación. Bosques muy densos e impenetrables, acumulación en su entorno de grandes masas de combustible seco e inflamable, cobertura de vegetación herbácea no pastoreada, cortafuegos mal conservados e insuficientes, faltos de cuidados en épocas propicias para ello y un sinfín de causas más, propician estos incendios que “generan tanta energía como para romper la estabilidad atmosférica, alterar su perfil vertical y dominar la meteorología de su entorno, generar grandes nubes de humo en la atmosfera que cuando se desploman, provocan ráfagas violentas de viento y focos secundarios” en palabras de esos mismos expertos.
¿Soluciones? Las de siempre: visitas de los políticos a las zonas afectadas. Recomendación que hago a las autoridades locales: que les pongan de patitas en las calles de nuestros pueblos, les obliguen a convocar mesas de diálogo y escuchen a los que verdaderamente saben de estos temas.A nuestros Científicos de verdad, a nuestros mayores depositarios en su memoria histórica de los valores de gestión y conservación de esos espacios naturales de los que dependían y vivían. Y para los ecologistas de postín, a esas grandes y poderosas organizaciones que vierten informes rimbombantes acerca de “la necesidad de hacer una gestión forestal sostenible para proteger nuestros bosques y a las personas que lo habitan”, que se pregunten lo siguiente: ¿Qué puñetas creen ustedes que hacían, y hacen en la actualidad, los pocos seres humanos que permanecen en el medio rural? No solamente se les ha expulsado de la gestión de unos terrenos de los que son legítimos dueños, sino que además –según me informa el Dr. Antonio Pino- durante cinco años quedan excluidos de las ayudas de la PAC sin poder hacer uso de ellos. O sea, gestión “por petulantes políticos y técnicos” y consideración de presuntos delincuentes a quienes viven de ellos.
Actuación inmediata
Como cualquier ciudadano, deseamos que los dineros recaudados con nuestros impuestos se dediquen de forma adecuada a las necesidades del país. Cuando un coche comienza a arder en una carretera, nos da igual que la solución la aporte la Diputación, las Consejerías de Fomento y Medio Ambiente o Agricultura y Ganadería, o el Ministerio de Fomento o el MAPA o de Transición Ecológica, e incluso, los bomberos. Lo esperable, dada la cantidad de organismos concernidos, es una actuación inmediata para evitar lo sucedido. Sobre todo cuando tenemos la sensación del extraordinario engrase que recibe el tupido bosque de nuestra administración. Abordar el tema del coste que genera apagar esto incendios –esperemos que la Junta de Castilla y León los haga visibles en breve- es verdaderamente desolador, hasta el punto que en algunos medios de información se habla de “auténticos negocios y vicios recurrentes: apagar los fuegos en verano, gastando millones de euros es tirar el dinero público. Los incendios, señores alcaldes y consejeros, se apagan en invierno tomando medidas de prevención y planificación (Nueva Crónica)”. El uso de helicópteros, hidroaviones (más de 3.000€/hora), bomberos forestales, camiones autobombas, vehículos nodriza y ligeros, máquinas para abrir cortafuegos, góndolas para transportar bulldozers,…………, constituyen el grueso de estos gastos. Las cifras que aparecen reflejadas en algunos medios son escalofriantes.
Deberían ponerse en marcha medidas que tuvieran como objetivo prioritario, la protección especial de las mujeres y los hombres que viven en el medio rural, así como mejorar su estado de Bienestar Humano, declarándoles especie en peligro de extinción. Medidas que fijen población, favorezcan el relevo generacional o la nueva incorporación de personal a nuestros pueblos. Junto a los sistemas tradicionales de aprovechamiento y gestión del territorio, introducir los nuevos avances científicos y tecnológicos, mapear cada municipio y elaborar proyectos de mejora: los incendios se apagan en invierno, como se dice hasta la saciedad. El control, de una vez por todas, del exceso de especies salvajes que campan a sus anchas portando y transfiriendo enfermedades a los animales domésticos. La protección especial del lobo en las reservas asignadas al efecto: esta especie es INCOMPATIBLE con la ganadería extensiva y su proliferación genera daños irreparables a los ganaderos y un sufrimiento incalculable a los animales objeto de su depredación, es decir, corderos, cabritos, terneros o potrillos. Si los seres humanos necesitan de la labor de los psicólogos para superar conflictos emocionales, las madres de estas criaturas, también.
Más empatía con los bosques, miremos las cosas desde su altura y nos daremos cuenta de lo que no tienen a su alrededor: mujeres y hombres que los cuiden, generaciones de Joselitos, Saturninos, Clementes, Laureanos, Germanes, Ricardos, Florentinos, Pericos, Melchores, Gonzalos, Eloys, Pacos,………… o Silverias, Angelitas, Benitas o Auroras, Prudencias, Elenas, Martinas, Marimares o Adoraciones,…….; tantas y tantos que tuvieron y tienen como objetivo fundamental, el cuidado de sus queridos pueblos. Generación tras generación fueron transmitiendo un legado de conocimientos de como conservar y vivir en el medio rural. Como vengo exponiendo en este escrito, nunca como en estas décadas, nuestros bosques han tenido tanta hierba, maleza y matorrales agostados y secos, descuidados sus cortafuegos, rodeados de piornos que alfombran de amarillo las primaveras de las sierras y dehesas, pero que se convierten en un verdadero combustible en sus proximidades. ¿Habremos aprendido algo? Tengo la ligera impresión de que no. Mi más sincera solidaridad con las gentes de Navalacruz y su entorno.
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