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Nieves Álvarez en la presentación de su nueva novela. En el acto, programado por el Ayuntamiento dentro del programa literario ‘El Episcopio presenta…’, la autora estuvo acompañada por el concejal de cultura Ángel Sánchez, que presentó el acto, la editora Lidia López Miguel, del poeta José María Muñoz Quirós y de un servidor que este artículo suscribe, y arropada por un público entregado de animosos lectores y paisanos que llenaba el limitado aforo.
Poco a poco, los intervinientes fueron desgranando el proceso creativo de Nieves Álvarez y del libro que acaba de publicarse y presentado como primicia, no en vano son de un pueblo abulenses sus protagonistas, igual que el ambiente donde se desarrolla.
Deteniéndonos en la novela, comprobamos, tal y como reafirma la autora, que su título ‘Vamos a contar mentiras’ es en realidad un antónimo, pues, más bien al contrario, el relato es la “pura verdad” de una realidad olvidada que merece ser conocida. Verdades como puños, dice en el prólogo J. R. Barat, que trascienden a la historia que sirve de guía para mostrar lo que muchos sufrieron el vivir diario en una época oscura de aquella España de los años diez a los cuarenta el siglo XX.
Ciertamente, la novela es un verdadero drama protagonizado por Juan y María, quienes también son todos los hombres y mujeres que vivieron tiempo atormentados, si bien ellos se salvaron por su férrea voluntad de amarse en una lucha diaria por sobrevivir,
Historia íntima
La autora nos retrotrae es esta ocasión al tiempo pretérito de su novela anterior ‘Alicia en el país de la alegría’ (Ed. Lastura, 2019) que transcurría entre 1949-1962, y a la que sucederá una tercera parte que cerrará la trilogía. Y como decíamos entonces, “la novela traspasa el género puramente literario para convertirse en parte de nuestra historia personal más íntima, haciéndonos con ello partícipes de la construcción de una identidad cultural común que tanto nos une. Su simple lectura, ya de por si amena y entretenida, se multiplica en nuestra imaginación al hacernos cómplices, y casi protagonistas anónimos, de todo cuanto sucede». Y también aquí, la novela transcurre en un pueblo de Ávila, lugar que no se cita, pues predomina la idea de que todo pude haber sucedido en muchos de nuestros pueblos, siendo por ello que nos resulta fácil e inevitable compartir el tiempo y el espacio de la autora”.
Efectivamente, el pueblo de Nieves Álvarez es el escenario desde donde se proyecta el trágico devenir de sus gentes en un convulso periodo histórico marcado por el miedo, el dolor y la tristeza, contra el que sus protagonistas se rebelan con la única arma del amor sincero que se profesan como modo de liberación y esperanza .En ello observamos que el trayecto vital del protagonista de la novela se asemeja a la biografía de Arturo Barea en ‘La forja de un rebelde’, con la desigual suerte de tantas otras víctimas de aquella guerra, la cual no fue solo de batallas y conflictos bélicos, sino también de represión y confinamiento, y de enfrentamientos familiares y sociales que impregnaron el resto de vida de los “actores” que intervienen en este drama.
Es una novela de amor donde la tierra inmutable cautiva tanto a la autora como a los protagonistas. También aquí, como en ‘Alicia en el país de la alegría’ descubrimos que “entre las formas de vida de las gentes del pueblo, sobresale el oficio de cantería como una ocupación característica de la localidad”. De ahí las menciones al paisaje rural, rocoso y agreste que rodea el pueblo, que los canteros, trabajadores y artesanos de la piedra conocen bien, y las citas de los nombres de la Cantera Grande, las Coletas, el Canto el Bollo, la Cantera de El Cristo, el Alto de San Blas y La Tusa, donde lavan las mujeres. Lugares a los que se unen otros de los canteros errantes donde tenían desplazarse abriendo nuevos tajos, y a los que nuestro protagonista añadirá aquellos por los que peregrinó como presidiario (Martiherrero, Monasterio de Santa Espina en Valladolid, San Pedro de Cardeña en Burgos, Murguía en Álava y Valle de los Caídos).
Virgen del Rosario
Así mismo, la continua referencia a la Virgen del Rosario, patrona de la localidad, se convierte en un símbolo de identidad, tanto de agnósticos como de creyentes, traspasando los prejuicios y soflamas de vecinos y contendientes .Y a estos singulares nombres se unen otros propios de la vida cotidiana en que nos resulta curiosos como jofaina, botijo, orinal, barreño, o cuadra, o ese dicho “y vuelta la burra al trigo”. No hay muchas alegrías en la novela, sin embargo, se escuchan algunas notas musicales de Gardel, Concha Piquer e Imperio Argentina.
También los lugares comunes ocupan espacio en la memoria colectiva de los lugareños y paisanos novelados cuyos descendientes nos hemos convertido en lectores ávidos por conocer y recuperar esta parte de nuestra histórica. En ello observamos la importancia que tiene la educación y la lectura desde la niñez, y cómo brota el amor de juventud de los protagonistas, a pesar de la condena al desencuentro que propicia el progenitor a la mujer amada. Lo mismo que, ante un futuro incierto, vemos que la mujer se acomoda con dificultad en el servicio doméstico de ciudad con padecimientos dispares que provocan abortos clandestinos.
En el pueblo se viven tiempos de esplendor cultural con la fundación del selectivo casino Monte Encarnado en 1925 y la creación de la Biblioteca Pública en 1932, así como con la influencia de la Misiones Pedagógicas y el activismo de la Casa del Pueblo del que Juan era su secretario y dinamizador teatral. Es anecdótica la caída de un globo aerostático en el municipio en 1915, la llegada de la República en 1931 es una fiesta, mientras que el estallido de la guerra civil en 1936 es la mayor desgracia.
Guerra Civil
En la guerra afloran odios y rencores, ronda la muerte y el miedo, se requisan armas entre los vecinos, se oyen disparos desde la torre de la iglesia y explota una bomba en las vías del ferrocarril cercanas a la estación. Se produce una ocupación de falangistas y aliados italianos y alemanes de la legión Cóndor asentada en Ávila, quienes hacen “sacas” indiscriminadas y posteriores fusilamientos en las tapias del cementerio de Ávila, donde también se había dado muerte al gobernador Ciges Aparicio.
En el pueblo, después de la guerra, se escucha Radio Pirenaica, que fundó Dolores Ibárruri ‘Pasionaria’ en 1941, y se oye el nombre de Rusia Chica con el que estigmatizan al pueblo los sublevados contra la República, a la vez que algunos jóvenes se enrolan engañados en la División Azul. Y todo, mientras la vida familiar contaminada por la situación no está exenta de sufrimiento y miseria.
En la sociedad rural que nos presenta Nieves Álvarez se palpa la violencia silenciosa, se atisban los malos tratos en el entorno familiar, los abusos y marginación de la mujer. Igualmente, sabemos de la importancia del Ayuntamiento, de la influencia de la iglesia, de las atenciones de los médicos rurales y de los maestros de escuela, del orden que impone la Guardia Civil, de las miradas furtivas de vecinos mezquinos y codiciosos, de los que nunca volvieron y fueron condenados al olvido, de viudas y huérfanos que siguen esperando algún milagro.
La historia de nuestros protagonistas transcurre paralela entre el infortunio y escasos momentos de alegría. Juan y María se casaron en una parada de clemencia hecha en el campo de Martiherrero donde él estaba prisionero y ella embarazada como acto de liberación. Entonces, María se queda en el pueblo llevando una vida de subsistencia, desahuciada de la casa paterna, pero acogida por la familia de Juan y trabajando en casa del médico.
De otro lado, Juan sufre durante nueve años las penalidades de los campos de concentración y en campos de trabajo, donde se salva de la muerte y violaciones y sobrevive gracias al recuerdo permanente de su mujer y al oficio de cantero en cuya práctica imagina estar en libertad. Efectivamente, Juan, huérfano de padre y madre, desde joven había elegido ser cantero, lo que le sirvió para librarse de ser fusilado.
En estos campos, Juan es conocido por su ayuda incondicional a otros compañeros sin dárselas de héroe, experimenta el horror del confinamiento y los trabajos forzosos, comprueba el odio fratricida y el fanatismo de militares y eclesiásticos, descubre la corrupción, ve morir a su maestro y aguanta estoicamente su destino con la esperanza de volver a casa con su mujer y sus hijos a los que apenas conoce.
Canteros vascos
Y qué coincidencias, en una fábula histórica se cuenta que el pueblo de Juan tiene su origen en un asentamiento de canteros vascos que trabajaron en la construcción de El Escorial en el siglo XVI. Ahora, cuatro siglos después, se construye el conjunto monumental del Valle de los Caídos convertido en campo de trabajo, siendo aquí donde Juan está preso y ejerce de cantero de primera emulando a aquellos antepasados.
Y a pesar de tantas calamidades, Juan y María se sobreponen sin rencor, con optimismo y vitalidad, con el amor mutuo que también abarca a la tierra que les vio nacer. No obstante, esto ahora no basta. La justicia que no llegó a impartirse por esas vidas de miseria es una asignatura pendiente. No se sabe el motivo de la detención y apresamiento de Juan, pues solo era secretario de la Casa del Pueblo, no fue a la mili y no fue a la guerra, y era sobre todo un hombre bueno, cantero y aficionado al teatro. Eso sí, era un aficionado teatrero que, aunque no era cristiano practicante, se casó por la Iglesia en un ejercicio de tolerancia y respeto absoluto por las creencias de su mujer.
La novela es entonces un acto de justicia y reivindicación por una condena injusta, sin cargos, sin juicio, sin sentencia, sin nada. Lo mismo que es un canto a la mujer. Vaya por todas ellas los párrafos dedicados a Matilde, madre de María:
“Hoy una mujer inteligente, valiente y generosa se ha levantado sobre sus propias cenizas para defenderse, para defender a su hija, para defender atantas y tantas mujeres que son, cada día, humilladas, oprimidas, apaleadas. Matilde ha entrado a formar parte, por derecho propio, de una estirpe que recoge el dolor y el sufrimiento de mujeres, aparentemente dichosas, que han basado su impostura en el dolor y el sacrificio. Tal vez un día…”.
Nieves Álvarez Martín (1949, Mingorría, Ávila), residente en Cantabria, es una poeta y artista plástica consagrada que ha colaborado en revistas educativas y literarias, dirigido programas de radio y televisión, que ha obtenido 15 premios literarios y otros tantos profesionales, que ha participado en obras literarias colectivas, revistas y antologías, que ha coordinado publicaciones, investigaciones, actos artísticos y poéticos. También es miembro de: Genialogías (Asociación de mujeres poetas) y de MAV (Mujeres en las Artes Visuales). Entre los poemarios destacan los títulos `’Desde todos los nombres (abecedario del olvido)’ (2014), ‘Tremor de polvo rojo’ (2018), ‘Con-finada’ (2020) y ‘Cercana lejanía/ Closer Farne’s’ (2020).). Entre sus últimas investigaciones sobresalen ‘Descubrir lo que se sabe (Estudio de género en 48 premios de poesía)’, u ‘Genialogías y Tigres de papel’” (2017). Entre las exposiciones relacionadas con la discriminación de las mujeres y la violencia machista figuran las tituladas ‘Ponte en mi piel’ (2016), ‘100x27 Mujeres sin sombrero’ (2018) y ‘Mira desde mis ojos’ (2018).
Disfruta de la fruta
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