¡Sí! Seguimos. Pese a quien le pese, aquí seguimos. Desde hace un año y desde siempre. Entonces abríamos las puertas a “porta gayola “, sin tener conocimiento del virus al que nos enfrentábamos ni sus consecuencias. Sin medios para protegernos, recibíamos como siempre a los pacientes, y también clientes, en nuestras oficinas.

Siempre dispuestos, siempre formados.

Siempre con una sonrisa para ser cercanos pero también diligentes.

Dar servicio, dispensar y hacer lo que se supone que debemos hacer.

Pero también hemos hecho mucho más.

En las zonas rurales donde de repente no llegaba el médico debido a la crisis sanitaria a la que nos hemos enfrentado, éramos los únicos sanitarios... ¡SÍ, SANITARIOS!!!, que estábamos accesibles de manera inmediata. Para todo el que lo necesitara. Sin cita. Sin aviso. Abiertos.

Los pueblos de la España más aislada, profunda y envejecida, la más tradicional, nos ha tenido para todo en todo momento. Hemos sido sus familiares, con los que no podían reunirse; incluso hemos “ejercido” de nietos, ayudándoles con el teléfono, o las cartas, o los correos electrónicos.

Su desahogo. Sus recaderos.

Sus vigilantes cuando no cogían el teléfono o la Guardia Civil nos pedía que avisáramos si algún vecino no acudía a la farmacia con la frecuencia que solía.

Hemos estado al pie del cañón, recibiendo pacientes de toda índole y condición. Enfermos y no enfermos.Sin saber, sin cita, sin miedo, sin prejuicios. Revisando tensiones en el menor de los casos, consultas... consejos.

¡Limitados por la normativa en cuanto a medicamentos a nuestro alcance para dispensar sin receta médica!
Y, a cambio, recibimos, ¿qué? 

Ataques cuando se nos pide arrimar un poco más el hombro con vacunaciones, con pruebas o con lo que haga falta. 

Multas si no realizamos la limpieza que se nos demanda, como si no hubiésemos jamás desinfectado la farmacia por nuestra propia iniciativa.

Desprecio por ser considerados unos jefes opresores y autónomos forrados.

Desamparados de la Administración para las coberturas, pero bien vigilados y atacados cuando se trata de cumplir y acatar y pagar.

Estamos infravalorados y desaprovechados.Y, pese a quien pese, siempre tendremos el ánimo de vocación, la luz de guaridas encendidas y 5,5 años de carrera universitaria a nuestras espaldas.