Del Viernes, 19 de Septiembre de 2025 al Lunes, 22 de Septiembre de 2025

Y Abascal pagó la novatada...
La moción presentada por Vox reforzó el bloque de la investidura y dio lugar al renacer de Pablo Casado.
Reflexionaba, en días anteriores, acerca de lo oportuno de que Vox registrara la moción de censura en el momento político y social que atraviesa nuestro país y con estas circunstancias tan especiales, por dolorosas y trágicas. Lo cierto, es que en la estrategia política de la campaña constante a la que somete el ritmo comunicativo frenético impuesto por las redes sociales a los partidos, si algo es importante es el cálculo de los tiempos y si un elemento escasea es ese precisamente, el tiempo. La falta de consensos en la presentación de tal moción con el resto de la Oposición, dejaron entrever una estrategia larvada de Vox encaminada a comprometer, por falta de acuerdos, a PP y Cs a votar en contra de la moción y trasladar el mensaje de que votaban a favor de Sánchez, más allá de que la tozuda aritmética parlamentaria dejase sin ningún viso de triunfo a la misma. De esta manera, Vox aspiraba a ser la fuerza hegemónica de la Oposición, utilizando de forma instrumental la moción, que en palabras de su ponente, Ignacio Garriga, no solo no sirvió, únicamente, para exigir la responsabilidad política del Gobierno y, llegado el caso, retirar la confianza de la Cámara al Presidente, sino también, para "expresar el descontento de la ciudadanía". Es decir, un instrumento más para desgastar al Gobierno.
Desde el principio fue evidente que Vox deseaba encontrar en la moción un espacio para enumerar públicamente, uno a uno, los gravísimos errores que, sin duda, ha cometido este Gobierno en la gestión de la pandemia; referirse al uso que ha hecho el Ejecutivo de la excepcionalidad de la situación para emprender un proceso que pone en peligro algunos de los pilares básicos del orden constitucional como la separación de poderes, mediante la propuesta de reforma del CGPJ, el ataque sostenido a la Monarquía Parlamentaria por miembros del Consejo de Ministros o la reforma en el Código Penal de los delitos de sedición y rebelión para indultar a los presos golpistas catalanes. Fue la tormenta perfecta para Vox. La Tribuna del Congreso para poner contra el espejo a un "Gobierno socialcomunista" sostenido por separatistas y otros "enemigos de la nación" pudiendo exponer, sin interrupciones, todas sus fechorías. Es el caldo de cultivo en el que la polarización política ha favorecido el crecimiento de Vox. Pero en mitad de esta situación en la Oposición, ¿qué más quisiera Sánchez que fomentar esa polarización para tildar a Vox de "ultraderecha" y cargarse de razones para reforzar sus apoyos sociales y su mayoría parlamentaria y , a su vez, incentivar la división del centro y la derecha y fragmentar el voto de su electorado? Eso fue justo lo que ocurrió, Vox necesita del Gobierno para crecer como partido y el Gobierno necesita de Vox para mantenerse en el poder.
Como era previsible, más allá de dar importancia a lo posible o lo imposible, Vox quiso aprovechar esta polarización política, que cada día es más patente en el Parlamento, para evocar el sentido emocional, presentando la moción como una "obligación moral". La formación de Abascal se envolvía en la bandera de su "responsabilidad histórica" para asumir desde un inicio el liderazgo espiritual de la Oposición al Gobierno, ante un PP y un Cs que presentaba como claudicantes ante "el rodillo totalitario del Gobierno", como apuntaba Garriga en su intervención. Es una dinámica recurrente últimamente en Vox intentar reforzar su legitimidad como fuerza que encarna la verdadera Oposición al Gobierno en base a su capacidad de librar la "batalla cultural", a la que han renunciado PP y Cs, ante la "superioridad moral de la izquierda" como diría Ignacio Sánchez-Cuenca. Lo que no ha sido tan frecuente y fue llamativo en el discurso de Abascal y Garriga es que vincularan esa idea a ser, por tanto, el partido del "pueblo español" o la "gente de a pie" que no se resigna a los designios de este Gobierno. Y es aquí donde quiero detenerme un poco más.
No cabe duda de que la formación de Abascal ha hecho una lectura profunda del momento de crispación en el que nos encontramos, ante la inminente crisis política, económica y social y de que aprovechó dicha moción para lanzar un "globo sonda" entre el electorado del centro y la derecha e introducir algunas novedades en su discurso. Ante una situación similar a la que se daba en la España del 15-M, con una crisis económica que dejará cotas del 20% de paro a final de año (liderando España, el desempleo juvenil de la UE con un 42,3% de paro), una recesión económica de consecuencias imprevisibles y una desconfianza incipiente de los ciudadanos en la clase política, especialmente por la gestión de la pandemia, Vox, en otra vuelta de tuerca a su discurso, utilizó la manida estrategia populista de querer capitalizar todo ese descontento y rebelarse como el partido del pueblo. Parecía llamativo que el partido que tantas veces había puesto en duda el discurso de Podemos apelara a expresiones como "pueblo español", "gente de a pie", "español corriente" o " A España la rescatarán los españoles" aludiendo en esta ocasión a la dependencia del resto de la Oposición y del Gobierno a la UE o a los grandes inversores y, en consecuencia, la pérdida de soberanía de España.
Lo cierto es que es peligroso, que haya partidos como Podemos o Vox, que tiendan a querer negar las diferencias entre individuos, por su condición de ciudadanos con derechos propios, en base a una disolución de los mismos en el conjunto del pueblo. La intención de esta estrategia es querer negar la heterogeneidad de las sociedades y la arrogancia de la representación legítima de la voluntad del común de los ciudadanos, caricaturizando al adversario político, convertido en rival y en enemigo del pueblo. Es del manual de 1º de populismo y es una anomalía y una amenaza para la democracia.
En el caso del discurso de Vox en la moción fue evidente esta estrategia desde el mismo enfoque de la moción como "expresión del descontento de la ciudadanía". Pero si algo resultó representativo de este giro, y criticado casi por consenso entre los analistas del espectro de la derecha, fue la defensa de una posición antieuropeísta llegando a afirmar que "Europa no es nuestra solución" y que sus fondos son "subvenciones de su oligarquía" a cambio de restar soberanía de las naciones. Resulta más que cuestionable este discurso soberanista en un momento en el que la sostenibilidad de nuestra economía y la financiación de nuestras cuentas públicas va a depender fundamentalmente de los 140 mil millones de euros que recibiremos del Fondo de recuperación europeo, de los cuales 72 mil millones serán ayudas directas.
Este posicionamiento frente al "establishment" de Bruselas pretendía trasladar la idea de que la dependencia de esas ayudas correría a cargo de los recortes sociales que tendrían que asumir los ciudadanos españoles, especialmente las clases medias y obreras. Dicho sea de paso, aquí se materializa la nueva estrategia de Vox de buscar el voto obrero, el más beneficiado de esos servicios sociales públicos, la cual también se ha desarrollado con medidas como la fundación del Sindicato Solidaridad. No obstante, según una encuesta de la web Statista, el 72% de los españoles defiende aprueba la permanencia en la UE, por lo que si este argumento les lleva a entender que Vox cuestiona el papel que ha supuesto la Unión para España, podría ser un error de cálculo para Abascal.
Dentro de esta novedosa estrategia, de cara a su proyección exterior, si algo pudimos entrever es la orientación de Vox a la búsqueda de una suerte de internacional nacional-populista que pasó desde una defensa enardecida de la posición que había tomado el Gobierno de Donald Trump en la gestión de la crisis del Coronavirus respecto al cierre de sus fronteras y la exigencia de responsabilidades e indemnizaciones a China, al reclamo del papel de fuerzas y líderes análogos en el resto de Europa como Viktor Orban, en Hungría, o el Partido de Ley y Justicia (PiS) en Polonia. Subrayaba, Abascal, la importancia que tenían como modelo de control de las fronteras y lucha contra la inmigración ilegal como principal peligro al que hace frente la civilización occidental europea debido al fracaso de la multiculturalidad. La acusación de Vox al Gobierno de seguir la política del "buenismo" en la gestión de la inmigración y la tolerancia de la inmigración musulmana identificándola como el origen del terrorismo islámico, recuerdan a la crítica que los "neocon" realizaban al proyecto de la Alianza de Civilizaciones de Zapatero en 2004, como una subversión de los valores occidentales. Así mismo Abascal defendió la proyección de una UE en la que primara el bilateralismo frente la tendencia federalista actual, que tiende a restar soberanía a los Estados-nación, apostando por una Unión de naturaleza más económica que política, inspirada en el Tratado de Niza, como también defendían los "neocon" de la época de Aznar. En apoyo de estas tesis, Abascal se postuló como el abanderado de una lucha contra el comunismo y el populismo internacional de izquierdas afirmando que regímenes como el de China u organizaciones como la OMS, que recordemos está financiada mayoritariamente por Pekín, suponían una "amenaza para el mundo libre", recuperando la retórica de bloques de la Guerra Fría. De esta manera, Abascal aspiró a la defensa de su proyecto mediante la "Carta de Madrid" en defensa de lo que bautizó como la "Iberosfera", es decir la comunidad humana que une a España con Latinoamérica por la lengua y por las tradiciones culturales comunes, como un espacio en el que defender la democracia, el Estado de Derecho y el legado histórico y cultural frente a los populismos de izquierdas. Conceptos todos ellos muy alejados del votante español medio.
Y no fue porque no intentara Abascal insistir en algunos argumentos de los que, sin duda, puede partir para diseñar una alternativa común con PP y Cs, como la defensa de la Constitución, la Monarquía Parlamentaria, la unidad de España o la libertad de mercado como idea. Pero lo cierto es que se perdió en demasiadas divagaciones y en conceptos abstractos que le alejaron de la realidad de la "gente de a pie" a la que aludía. La política española no puede ser vista desde la óptica de la política norteamericana según los criterios de las tesis que sigue Vox, asesorados por Steve Bannon.
Pero en mitad de la tormenta de acusaciones entre Vox y el Gobierno saltó la sorpresa de un renacido Pablo Casado. Desde Génova 13 se preparó, con hermetismo, durante toda la semana, la decisión respecto al sentido del voto de los populares. Se habían sopesado los pros y los contras de las dos opciones que tenía ante sí el PP: abstenerse y seguir disputando a Vox la hegemonía del voto entre la derecha más conservadora, sabiendo que por lo específico de la polarización de la situación política actual ese es un terreno en el que Vox se puede presentar como el defensor castizo de ese posicionamiento al no estar arraigado al "establishment" de la política española; o bien, por otra parte, votar "No" y apelar a su sentido de "partido de Estado" que abanderando los valores constitucionales, encarne el espíritu de consenso que caracterizó la Transición desde una posición más moderada. Se decantaron por lo segundo.
A Casado, desde un principio, el registro de una moción de censura por parte de Vox en un momento de tal crispación le pareció un órdago y un ataque directo de Santi Abascal al PP que le obligaba a definir claramente su nicho de votantes. Desde la cúpula del PP, especialmente tras la destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como Portavoz del Grupo Parlamentario, se ha tenido la idea de que seguir compitiendo con Vox por jugar el papel de Oposición "dura" al Gobierno sería contraproducente para sus propios intereses, pues el nicho de votantes de Vox entre la derecha más conservadora y radical está bastante definido y sus posicionamientos lo suficientemente estancos como para no tener el viso de presentar una gran volatilidad en la intención de voto. Además, se tiene la creencia de que un aumento de la polarización solo puede beneficiar a Vox y temen porque eso termine por radicalizar a parte de su base electoral y les haga perder votantes. Por ello, aún a riesgo de dinamitar puentes con la base electoral de Vox, desde el PP se decidió proteger a su base electoral de carácter más democristiano, moderado y lanzarse a la búsqueda del votante liberal, proveniente del centro, que se pueda sentir atraído por unas ideas de consenso entorno a la defensa del libre mercado, la propiedad privada, las libertades y derechos individuales y los valores constitucionales fundamentales entorno a la unidad de España, la Monarquía parlamentaria, la soberanía nacional y el Estado de Derecho, como adelantábamos antes. La idea era apelar al "target" de electores que habían votado fundamentalmente a Cs en las elecciones del 28-A del año pasado y que en la repetición electoral del 10 de noviembre, se habían marchado a la abstención. También pretenden atraer al votante socialista, más moderado, desencantado por la deriva autoritaria de este PSOE, que en manos de Iglesias, camina al lado de los separatistas, entre los que se encuentra Bildu, que ni siquiera condena los asesinatos de ETA.
En cuanto a la relación con el electorado de Vox, Casado y su equipo confían en que el apoyo entre la derecha más conservadora a la formación de Abascal, sea una cosa de "modas" fruto del propio momento de excepcionalidad política que vivimos, pero que no pueda consolidarse como un proyecto político firme, pues son conscientes, como quedó patente en el batiburrillo que llevó a cabo Abascal en su discurso de que les
falta bagaje y un cuerpo doctrinal asentado que defina con claridad sus ideas y sus postulados. Sin embargo, tienen confianza de que gran parte de ese electorado vuelva a tender a la convergencia en el centro político, en el que en situaciones de mayor estabilidad política se suelen decidir las elecciones. Esa es la idea del PP, rebajar la tensión, conscientes de la imposibilidad de forzar un adelanto electoral, ya que previsiblemente se aprobarán los presupuestos y la legislatura será de larga duración, para volver a atraer el "voto útil" en una circunstancia de mayor estabilidad, fagocitando, de paso, a Ciudadanos cuya posición de sostén de muchas propuestas del Gobierno, empezando por la negociación de los presupuestos, les augura un futuro incierto.
Así pues, vimos a un Casado en un discurso desde el punto de vista oratorio extraordinario pero muy duro contra Vox para tildar la moción de "pérdida de tiempo", insistiendo en la idea de que la polarización política crea un clima propicio para la retroalimentación entre Vox y el refuerzo de la mayoría parlamentaria que sostiene al Gobierno al agitar el binomio Sánchez-Iglesias, a su antojo, el fantasma de la "ultraderecha". En este sentido, Casado insistió en la experiencia y la mayor legitimidad de su partido para presentar la moción debido a su mayor experiencia política y su mayor representación parlamentaria. Sin embargo, no lo hacían porque según Casado "las mociones no se presentan para acabar con un Gobierno, sino para nombrar a otro" y en este caso no había una mayoría suficiente. Casado dejó encima de la mesa una reflexión respecto al rechazo de Vox a formar parte de la coalición "España Suma", tan necesaria para reunir el voto del centro-derecha, como consecuencia de que preferían que gobernara Sánchez para incrementar su peso en un entorno político polarizado. No obstante.
No obstante, en este nuevo giro del PP, faltó la defensa de argumentos de más peso cultural y sobraron argumentos económicos al respecto de la mejor gestión económica hecha históricamente por el PP, lo cual denota la necesidad de asentar una estrategia política más solido que permita desarrollar un proyecto de país a largo plazo. Mientras tanto, ese espacio político seguirá estando dominado por Vox.
En definitiva, la moción de censura sirvió para confirmar la inoportunidad de Vox al presentarla, puesto que como era previsible reforzó la posición del Gobierno y lejos de situar contra las cuerdas al PP, el partido de la calle Génova logró salir airoso con un discurso que le permite redefinir su posición en el centro-derecha y en el liderazgo de la Oposición.
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