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Congreso de los Diputados. “¡No te angusties! La vida vuelve a empezar con el otoño.” se dice en la película de “El Gran Gatsby”. Y lo cierto es que esa es la misma idea que parece haber aplicado Vox que anhela recuperar el protagonismo político tras la presentación en el Congreso, el pasado día 29 de septiembre, de la quinta moción de censura de la historia de nuestra democracia. Una moción abocada al fracaso, pues no salen los números para su aprobación, dicho sea de paso.
No obstante, poco parece importar a la formación de Santiago Abascal la aritmética parlamentaria ya que aún, consciente de esta realidad, ha culminado la presentación de una moción anunciada para septiembre desde hace dos meses e impulsada como un ejercicio de responsabilidad política ante la gestión del “peor Gobierno de los últimos 80 años.”
Pero detengámonos un momento, ¿puede obedecer únicamente a un acto de responsabilidad, tildado incluso de “sacrificio patriótico”, el registro de una moción que ni siquiera ha sido acordada con el resto de la Oposición, para la que no se ha logrado un candidato de consenso y que no cuenta con la mayoría parlamentaria necesaria para su aprobación? Realmente, parece difícil. Lo cierto es que parece seguirse imponiendo la tónica dominante en los últimos tiempos en la política española, que deja ver a una Oposición dominada por el bloque del centro-derecha y la derecha en el que los partidos están más preocupados de mantener su nicho de votantes y liderar la propia Oposición que de ser una alternativa de Gobierno real al bipartito PSOE-Podemos.
Como dirían los modernos, la moción de censura planteada por Vox, parece ser una “moción instrumental”, pero lejos de ser un medio para presionar al Gobierno de Sánchez, se muestra como un mecanismo de presión al PP y Cs con el objetivo de ponerles en el compromiso de “retratarse” en el caso de votar en contra de la moción, (pese a que esta no tenga ninguna posibilidad de ser aprobada) y por lo tanto facilitar la continuidad del Gobierno. Vox trata de presentarse, a sí mismo, como el partido redentor de la patria, que fiel y consecuente hasta el final con sus ideales, tiene la valentía de defender una moción de censura ante un Gobierno “criminal”, mientras PP y Cs, presos de su tibieza y laxitud, traicionan a sus principios y desarrollan un acto de deslealtad con los españoles al votar en contra de la moción de censura, sin que importe en modo alguno sus nulas posibilidades de éxito. Es decir, el claro ejemplo de otra formación nueva heredera de uno de los males endémicos del caduco bipartidismo; la priorización de los intereses de partido antes que la negociación, el acuerdo y el consenso, como herramientas para articular un proyecto ganador común junto al resto de la Oposición. El eterno debate entre ser cabeza de ratón o cola de león. Falta un plan.
Lo cierto, es que en la gestación de esta moción de censura, Vox ha mostrado su incapacidad para sentarse a valorar con PP y Cs lo oportuno de presentar en este momento esta moción. Asimismo ha mostrado la imposibilidad de articular un acuerdo de legislatura con el resto de la Oposición en torno a la defensa de dos pilares básicos que sustentan nuestra democracia y que están puestos en peligro: la unidad de España ante las tensiones centrífugas de los independentismos vasco y catalán (con un auge creciente de los regionalismos) y la Monarquía Parlamentaria ante los casos de corrupción de Juan Carlos de Borbón mediante actos tan representativos como la exclusión, bajo orden del Gobierno, del Rey del acto de reparto de “despachos” de los jueces del CGPJ en Barcelona y las posteriores descalificaciones en redes sociales de miembros del propio Consejo de Ministros a la institución de la Monarquía.
Sin ninguna duda, el fracaso asegurado de la moción no servirá sino para acrecentar los retos expuestos a los que hace frente nuestra democracia, ante un PSOE “echado al monte” de la deriva radical que le impone la incómoda presencia de Podemos en el Ejecutivo y de su dependencia de los votos de los partidos independentistas, viendo reforzado el Gobierno el apoyo de su mayoría parlamentaria y evidenciando la división de la derecha en la Oposición. Pese a todo, Vox ha decidido seguir adelante con la tramitación de una moción de censura, cuyo fin último es situar en esa posición de compromiso a los mencionados partidos con el objetivo de lograr un puñado de votos más provenientes de otro partido de su bloque político, y en última instancia alcanzar el “sorpasso” al PP, que difícilmente conseguirá, pues la implantación territorial del PP en multitud de municipios de toda España es muy superior a la suya. Nuevamente vemos que el objetivo es liderar la oposición en lugar de impulsar un proyecto conjunto para ser alternativa de Gobierno.
Parece evidente que el resultado de esta estrategia será una mayor fragmentación del voto del centro y la derecha, lo cual redunda en un beneficio indirecto para la izquierda que alimenta la figura de Vox como “partido ultra” para reforzar sus propios apoyos y sembrar la división en el espectro sociológico rival, consciente de que el hecho de contar con un partido menos en su espacio político (PSOE-Podemos vs PP, Cs, Vox) refuerza su posibilidad de alcanzar mayorías.
La exteriorización de la imagen de una derecha desgastada por las rencillas e intereses particulares de sus partidos, en lugar de ser Oposición y alternativa propiamente dicha, refuerza la posición de una izquierda que a través de su presencia en el Gobierno ha incrementado exponencialmente su presencia en los medios de comunicación y ha condicionado el tratamiento de algunos de los mismos a propósito de su gestión, especialmente en el contexto de la pandemia del coronavirus. Para ello se ha servido de medidas como la subvención de 15 millones de euros para las televisiones privadas que emiten en abierto aprobada por el Gobierno en el Real Decreto ley de medidas económicas complementarias para paliar los efectos del COVID-19, así como su incipiente papel en la educación pública.
Es la estrategia que sigue la izquierda para garantizar su hegemonía en la formación de la opinión pública y a través de la misma, arrogarse la representación única y la defensa de los derechos de determinados colectivos mediante la atomización de su propio electorado, la potenciación de causas sociales en consonancia con sus propios intereses y la normalización de tal representación, además de forma exclusiva. Esta estratificación social y el desarrollo de tal legitimidad exclusiva, sirven a la izquierda para captar la mayoría de votos de esos colectivos, por otra parte mayoritarios entre las nuevas generaciones que se incorporan a votar (movimientos posmodernos), ante un centro-derecha y una derecha que no da la batalla cultural y que renuncia a representar a esos grupos.
De esta manera, la izquierda se asegura un nicho de votos para el futuro, ante una Oposición incapaz de promover un discurso único como parte de un proyecto alternativo y ganador, consumida por la endogamia de sus intereses de partido. A diferencia de la derecha, la izquierda sí ha demostrado tener un plan y no tener reparos para ponerse de acuerdo, además de utilizar ese plan para mantenerse en el Gobierno a cualquier precio utilizando los resortes que les da el poder para desarrollar no solo un proyecto ganador, sino un proyecto de sociedad a largo plazo. Véase el pacto en menos de 48 horas PSOE-Podemos.
Por eso, eso, la conclusión que debería sacar Vox, es que en un sistema multipartidista con el voto de su espacio político tan fragmentado, las mayorías se alcanzan haciendo un ejercicio de “gimnasia política” y poniéndose de acuerdo con el resto de fuerzas de la Oposición en lugar de intentar torpedearla. De lo contrario, lo único garantizado es que el bipartidismo se acabó y que Sánchez seguirá.
Oficina en Ávila de Caja Rural de Salamanca
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