Es una tumba de una iglesia que ahora es vivienda en una localidad, Zapardiel de la Cañada, donde de alzan los restos del castillo construido a mediados del siglo XV por el señor del lugar, el obispo Lope de Barrientos. El sepulcro fue realizado como monumento funerario para un descendiente del obispo, también señor del lugar, Bernardino de Barrientos, fallecido a comienzos del siglo XVI. 

La pieza de otoño fue presentada el jueves por la tarde en el almacén visitable del Museo de Ávila con la conferencia titulada 'El sepulcro de Bernardino de Barrientos en el contexto funerario del siglo XVI'.

El sepulcro, que presenta en su conjunto una esmerada talla de gran valor artístico, estaba en origen instalado bajo un arcosolio, decorado con relieves, entre los que destaca uno de la virgen con niño.  Bajo este arco, conservado aún in situ, se disponía la figura del yacente, representado como joven caballero. Viste armadura, apoya la cabeza, tocada con rico bonete, sobre un cojín de minuciosa labor de bordado. Sobre el pecho, un amplio collar de cadena y su espada cogida con ambas manos. En el frontal, dos niños, flanqueados de roleos, sostienen un escudo con las hojas de higuera de los Figueroa, linaje vinculado a los Barrientos.

Hacia el año 1970 se deshizo el monumento y se transformó el yacente en escultura exenta, puesta en pie bajo el arcosolio. El resto de piezas, entre las que probablemente hubiera elementos de una alegoría, se dispersaron por la finca, pero el actual propietario del lugar, Antonio Vaquero, consciente de la trascendencia del monumento, lo depositó en el museo en 1997, donde ha sido recompuesto con todos los fragmentos recuperados.