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Debido al estado de alarma por el coronavirus, el largometraje documental dirigido por José Sánchez-Montes no pudo estrenarse en salas comerciales, aunque sí visionarse en internet, hasta su exhibición en el Festival de cine de Málaga finales de agosto. La película repasa las distintas restauraciones de la Alhambra acometidas desde el siglo XIX, prestando especial atención a los métodos científicos seguidos por Torres Balbás en el periodo 1923-1936, y de quien destacamos aquí su aportación sobre el “mudejarismo” de Ávila enel discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia, y sin que pueda obviarse en ello lalógica influencia cultural de los artífices del monumento granadino.
La actualidad entonces de este arquitecto, años antes homenajeado en Granada, Medina del Campo y Murcia, nos permite ahora detenernos en sus aportaciones al arte abulense, lo que se produjo a través de la herencia de su padre, geógrafo y profesor en la Academia militar de Ávila; del ánimo infundido por Juan Bautista Lázaro, arquitecto municipal de Ávila; de la influencia de la Institución Libre de Enseñanza; del aprendizajede sus maestros en el Centro de Estudios Históricos; de lasinstantáneas tomadas en sus aleccionadoras excursiones por tierras abulenses, dondeejercía el oficio de retratista cultivado desde joven y con el que también concursaba en certámenes fotográficos;de su tratadosobre arquitectura popularde la provincia; de sus textos sobre la escultura románica y arquitectura gótica en Ávila; de sus artículos dedicados alas murallas,las villas castellanas, el trazado medieval y el ambiente mudéjar avilés; de su lamento por la desaparición de los palacios de la nobleza castellana; de sus escritos y conferencias sobre el patrimonio y la sociedad abulense;de su apuesta por las construcciones escolares de la España rural que dirigió en Ávila; de la amistad con Emilio Moya Lledós, el arquitecto conservador de los monumentos abulenses; de su discurso académico dedicado al mudejarismo urbano medieval de Ávila; de las fuentes bibliográficas que utiliza referenciando la historia de Ávila; y de los testimonios de sus ilustres discípulos los arquitectos Chueca Goitia, Cervera Vera y Rafael Moneo, quienes compartieron en Ávila su querencia por la tradición histórica de esta tierra.
Leopoldo Torres Balbás nació en Madrid en 1888, hijo de Rafael Torres Campos y Victoria Balbás de cuyo matrimonio nacieron otros dos hijos.El padre, licenciado en Derecho, fue comisario de guerra y profesor de la Academia de Administración Militar de Ávila en 1876, donde impartió la asignatura de Geografía general, militar y comercial, según reseñó el hijo adoptivo de la ciudad Carlos Luis de Cuenca (“La Ilustración Española”, 28/02/1898). Rafael Torres Campos (1853-1904)inicióentonces desde Ávila la renovación de los estudios geográficos de España, al tiempo que se incorpora a la Institución Libre de Enseñanza con Giner de los Ríos, y a la Sociedad Geográfica de Madridjunto a Francisco Coello (autor del plano de Ávila de 1864) y Manuel Foronda (cronista de Ávila), instituciones que se fundan ese mismo año.En este contexto, la riqueza monumental de Ávila y las explotaciones de pinos y resinas de las Navas del Marqués, por ejemplo, aparecen como destinos del excursionismo, un método de enseñanza de la pedagogía moderna que defendía Rafael Torres Campos (Boletín IEL, 8/06/1882).
En 1910, Leopoldo Torres se matricula en la carrera de Arquitectura siguiendo los consejos de su padre y del amigo de la familia Juan Bautista Lázaro, arquitecto municipal de Ávila durante 1875-1879, realizando sus estudios animado por Giner de los Ríos, autor de artículos sobre historia abulense, y por Bartolomé Cossío, quien vivió en Arévalo y fue bachiller en Ávila,siendo ambossus protectores al quedarse huérfano de padre con dieciséis años. En este tiempo, y hasta su licenciatura en 1916,se incorpora junto a Ricardo de Orueta al Centro de Estudios Históricos bajo la dirección de Manuel Gómez-Moreno, autor del catálogo monumental de la provincia abulense, y de Elías Tormo, autor de la cartilla del excursionista por Ávila.
Con Gómez-Moreno completa su formación arqueológica y realiza numerosas excursiones por Castilla y media España fijando en estampas fotográficas su riqueza artística y monumental, continuando así el largo peregrinaje por pueblos, ciudades y territorios escondidos que inició con su padre y con el Club Alpino Español, así como con la Sociedad Española de Excursiones, en cuyo boletín colabora al lado de sus maestros, del cronista de Ávila el Marqués de Foronda, y del conde de Polentinos de linaje abulense. Torres Balbás entendía entonces que fotografiar era una manera de contribuir a la conservación y a la preservación del patrimonio monumental, aparte de ser un importante método de documentación y estudio que también debía “hacer partícipes a todos de la emoción estética y de los valores informativos que la realidad artística provoca”, como decía Manuel Gómez-Moreno.
Y de la inestimable experiencia viajera, con la que apuntala su vocación de investigador e historiador de arte y la arquitectura,es la colección de imágenes que realiza de las Murallas de Ávila, el Mercado Chico, la Catedral, San Vicente, Santo Tomás y San Pedro; de la Lugareja y San Martín de Arévalo; de San Nicolás, Santa María, el Real Hospital, el Palacio de Juan II, la portada del Palacio de Nicolás de Soto y las Murallasde Madrigal de las Altas Torres; del Castillo de Magalia de las Navas del Marqués; del caserío de Candeleda y Guisando, y de los chozos de Prado Puerto en la vertiente sur de Gredos.
El bagaje cultural adquirido en sus excursiones y viajes por Ávila y el resto de España le sirvió a Leopoldo Torres Balbás para componersu obra “La vivienda popular en España”, premiada por el Ateneo de Madrid en 1923 e incluida en la enciclopedia “Folklore y costumbres de España” dirigida por el historiador Francesch Carreras y Candi(ed.1931-1933), edición utilizada por Albert Klemm en 1932 para documentar su tesis doctoral “La cultura popular de Ávila” (Universidad de Mendoza, 1962; y CSIC, 2008),la cual fue objeto de una exposición y conferencias en el Museo de Ávila el 19 de noviembre de 2008. Torres Balbás fue pionero en el estudio de la arquitectura popular como parte del Patrimonio, donde construye la historia del vivir de las gentes de la España rural, “la del arte espontáneo con el que la gran muchedumbre de las gentes ha construido y acondicionado sus hogares; la historia de las casas humildes, modestas, construidas, sin preocupación alguna de arte ni de arquitectura, por obreros anónimos”.
Para el estudio sobre la arquitectura popular, Torres Balbás, recorre la provincia de Ávila deteniéndose enlos pueblos dela Tierra de Arévalo, la Moraña, la sierra de Gredos y el Barranco de las Cinco Villas, así como las aldeas delos valles del Tiétar, Amblés, Corneja y Tormes, reseñando en la toponimiade su investigación las localidades de Arenas de San Pedro, Arévalo, Barco de Ávila, Bernuy Zapardiel, Cabezas del Pozo, Candeleda, Cantiveros, Cisla, Cuevas del Valle, Fontiveros, Guisando, Madrigal, Mombeltrán, Pedro Bernardo, Piedrahíta (donde describe la casa de José Somoza de la mano de Azorín) y Santa Cruz del Valle, lo que ya recogimos en la revista “Piedra Caballera” (1984, nº 7, 1985, nº 8, y 1897, nº extra). Sobre esta materia anotamos la conferencia del arquitecto municipal Armando Ríos en el Museo de Ávilay el estudio de José A. Navarro (“Arquitectura popular en la provincia de Ávila”, 2004).
También en esta época, el joven arquitecto consolida su extraordinario interés por los mudéjares y sus manifestaciones artísticas, con especial atención a la arquitectura morañega que conocía bien por su cercanía con la localidad de Medina del Campo,en la que ejerció como arquitecto municipal enel periodo 1919-1921. La cercanía a esta tierra se acrecienta en 1921,cuando mediante Real Orden de 8 de marzo es nombrado Arquitecto director de obras de construcción de edificios escolares de la provincia de Ávila,dependiente de la Oficina Técnica para la Construcción de Escuelas del Ministerio de Instrucción Pública. En este cargo, Torres Balbás permanece hasta sutraslado a Granada por R.O.de 6/12/1927, lo que compatibiliza con el puesto de Arquitecto director de La Alhambra, además de prodigarse como articulista. Durante el tiempo que ejerció como arquitecto escolar de la provincia abulense se construyen, entre otras, las escuelas unitarias de las localidades de Hoyorredondo en el Valle del Corneja, Madrigal de las Altas Torres, Villarejo del Valle y San Esteban del Valle.
La visión sobre los edificios escolares de la España rural fue el tema de la conferencia que Torres Balbás pronunció el 22 de febrero de 1933 con motivo de la exposición ministerial dedicada a la arquitectura escolar. En ella defiende la necesidad de dotar a los pueblos de un edificio noble adaptado a su ambiente que contribuya al prestigio de la función social del maestro y de la educación, además de mejorar las condiciones de vida de la población rural, siguiendo en ello el ideario de los institucionalistas Giner de los Ríos y Cossío, quienes consideraban la escuela como monumento, como árbol y como templo (Boletín ILE, 31/05/1933).
Simultáneamente, Francisco Agustín Rodríguez, diputado del partido radical por Ávila e inspector escolar de la provincia, y luego Director general de educación en el bienio radical-cedista de Lerroux,critica en las Cortes el trabajo de la Oficina Técnica de Construcción de Escuelas por la suntuosidad yalto coste de algunos edificios escolares, y la deficiente construcciónde otros,y cita el caso de Candeleda, uno de los más hermosos situado en la falda de la sierra de Gredos en el que aparecieron grietas (Diario de Sesiones, 24/02/1933).
Por lo demás, resulta que Ávila es la provincia con mayor número edificios escolares promovidos durante el periodo 1920-1936, según publica “La Gaceta de Madrid”, donde figuran los citados antes y las escuelas de La Adrada, El Ajo, Arenas de San Pedro, Arévalo,Barco de Ávila, Candeleda, Cardeñosa, Casavieja, Cebreros,Cepeda de la Mora,Gutierremuñoz, Hoyos del Espino,Mediana de Voltoya, Medinilla, Mombeltrán, Muñogalindo, Navaescurial, Navahondilla, Navalperal, Navaluenga, Orbita, Papatrigo, Peguerinos, Piedralaves, Salvadiós, San Bartolomé de Pinares, Sinlabajos,Solana de Ávila, Sotillo de la Adrada, El Tiemblo, Tiñosillos,Vicolozano, Villafranca (La Rivera), Villarejo y Zapardiel de la Ribera, así como el colegio de Santa Teresa de la capital abulense proyectado por Joaquín Secall y Domingo en 1932.Y como contraste a la arquitectura escolar de estilo regionalista imperante entonces, el Grupo de Artistas y Técnicos Españoles para el Progreso (GATCPAC, del que formaba parte José Mª Aizpurúa, tío de Anabel Aizpurúa, nuera de Caprotti, el pintor de Ávila) proyecta en 1933 en Ávila una escuela elemental de trabajo emplazada en la zona de la antigua plaza de toros siguiendola tendencia moderna del edificio de la Escuela de Artes e Industrias de Bauhaus, en Dessau (Alemania), obra del profesor Walter Gropius, y la Escuela de Trabajo de Berna del arquitecto Hannes Meyer (“A. C. Documentos de Actividad Contemporánea”, 1933, nº 10).
Aparte de su actividad profesional, Torres Balbás se prodiga como articulista en la revista “Arquitectura” del Colegio de Arquitectos de Madrid, en la que publica sus teorías sobre el arte y la arquitectura monumental y donde Ávila ocupa un lugar singular. A este respecto, considera que lasesculturas de la portada y el sepulcro la basílica de San Vicente son unas de las manifestaciones más relevantes de la escultura románica(Aª, 1919, nº 12), apreciación en la que coincidirá con Wermer Goldschmit compartiendo espacio junto a Gómez Moreno y Juan Cabré en las páginas de la revista “Archivo Español de Arte y Arqueología” (1935, T. XI y 1936, T. XII), y más en profundidad con Mª Margarita Vila Da Vila (“Ávila Románica”, 1999).
Así mismo, defiende la utilización de los monumentos en el ambiente en el que fueron creados para gozar en plenitud de sus bellezas, como elvivido monasterio de Santo Tomás de Ávila (Aª, 1920, nº 27).También lamenta la desaparición de las murallas de las ciudades históricas, donde Ávila es una excepción (Aª, 1922, nº 34),destaca el trazado característico de las villas castellanas surgidas en torno a los ríos, como Ávila y Arévalo (Aª, 1932, nº 157), y grita por el progresivo abandono de los antiguos palacios de la nobleza castellana, como el de las Navas del Marqués, el cual ya había visitado con el Club Alpino Español siendopropiedad de la Unión Resinera(Aª, 1923, nº 48). Por otro lado, la revista también publica una portada de la vieja iglesia de Santiago de Cebreros (Aª, 1924, nº 62), un reportaje de los mosaicos descubiertos en los alrededores de la ermita de Nuestra Sra. de la Vega de Piedrahita (Aª, 1927, nº 94) y otro reportaje ilustrado de la Casa de los Deanes, entonces Escuela Normal de Maestras y actual museo de Ávila (Aª, 1929, nº 123).
También las bellezas de la jardinería palaciega, eclesial y monástica que enaltecen las obras arquitectónicas merecen la atención de Torres Balbás: “no pueden soñarse lugares más admirables para el reposo y la meditación que estos viejos claustros de nuestras catedrales”. Sus apreciaciones se recogen enel monográfico “Los Jardines de España” de la revista “Arquitectura” (1922, nº 39), dedicado al arte de la jardinería a propósito de la conferencia de Javier Winthuyen dada el 19 de enero de 1922 en el Ateneo de Madrid. En el monográficotambién se incluyen textos de Larra, Ruisiñol, Forestier y Azorín: “entre nuestras catedrales, en León, en Ávila, existen reducidos jardines de éstos que son tan melancólicos”.
Por su parte, el propio Winthuysen se ocupa de los jardines clásicos, lo que vuelve a tratar en el artículo titulado “Resurgimiento del jardín en España” que completa con fotografías del Jardín de San Segundo de Ávila,realizado por encargo del vizconde Güell entre las murallas y al que considera uno de los mejores ejemplos de la jardinería artística (“La Esfera”, 15/11/1924).
En 1929, Leopoldo Torres compatibiliza la dirección de la Alhambra con elcargo de Arquitecto conservador de monumentos de la sexta Zona, que comprende Albacete, Alicante, Almería, Granada, Murcia Jaén y Málaga; a la vez que Emilio Moya Lledós lo es de Ávila y la cuarta Zona, donde se incluyen también Cáceres, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Salamanca, Segovia, Toledo y Valladolid (“Gaceta”, 4/08/1929). En 1931, ambos arquitectos participan en la Conferencia de expertos cuyas actas forman “La Carta de Atenas”, la primera manifestación de cooperación internacional sobre la conservación del patrimonio. Los criterios defendidos entonces por Torres Balbás y Emilio Moyase recogen en la ley republicana de protección del Tesoro Artístico de 1933: “se proscribe todo intento de reconstitución de los monumentos, procurándose por todos los medios de la técnica su conservación y consolidación, limitándose a restaurar lo que fuera absolutamente indispensable y dejando siempre reconocibles las adiciones (art. 19)”.
Y la idea recogida en la primera ley del patrimonio cultural, Emilio Moya acomete en Ávila durante 1929-1936 obras de conservación de la Muralla, la iglesia de San Pedro y la Catedral, entre otros monumentos. Al mismo tiempo,Torres Balbás, que desde 1931 ocupa la cátedra de Historia de la Arquitectura y de las Artes Plásticas de la Escuela Superior de Arquitectura de la Universidad Central en Madrid ganada frente a su amigo Emilio Moya, publica su teoría expuesta en Atenas trayendo a colación las obras realizadas por Andrés Hernández Callejo en la basílica de San Vicente de Ávila (Aª, 1933, nº 165), las cuales se hicieron con criterios contrarios siguiendo al restaurador Viollet-le-Duc,“maestro” que fue de Vicente Lampérez, teórico de la arquitectura cristiana medieval y de la catedral de Ávila que bebe del hijo adoptivo de la ciudad Adolfo Fernández Casanova (“El Diario de Ávila”, 19/01/1901).
En 1934, Torres Balbás publica “El arte de la alta edad media y del período románico en España” (Ed. Labor) maravillándose conel recinto murado de Ávila, sus cubos y sus imponentes puertas, con las primitivas bóvedas ojivas de la Catedral y de San Vicente, cuyo portal de poniente anuncia el gótico, y con la “Biblia de Ávila” y su excelente ejemplo de la miniatura románica castellana. Años después, publica “Arquitectura gótica” (Ars Hispaniae, 1952), donde se adentra además en el monasterio “isabelino” de Santo Tomás, como lo hará José Mª Martínez Frías (“La arquitectura gótica religiosa en Ávila”, 2004).
La guerra civil le sorprende a Torres Balbás de excursión con sus alumnos por el Monasterio de piedra y Soria. Al mes de levantamiento militar es cesado como Arquitecto Director de la Alhambra y en Soria permanece durante toda la contienda dando clases en el Instituto de secundaria de la ciudad,a la vez que le instruyen tres expedientes de depuración política, uno como responsable de la Alhambra, otro como catedrático y el último como arquitecto, donde el juez instructor escribe por error que “el Movimiento le sorprendió en Ávila”.Y aunque dichas causas fueron sobreseídas en angustiosos procesos, Torres Balbás no volvió a la Alhambra, haciéndolo solo a su plaza de catedrático.
En la última década de su vida, Leopoldo Torres Balbás se ocupa con especial interés del estudio de lo que llama “mudejarismo”, cultura que tanto había investigado en su querida y añorada Alhambra y donde Ávila, Madrigal de las Altas Torres y Arévalo aparecen como un claro ejemplo de convivencia interreligiosa y ambiente de civilización hispanoislámica. Parte de estos trabajos se recogieronen la conferenciatitulada“El ambiente mudéjar en torno a la Reina Católica y el arte hispanomusulmán en España y Berbería durante su reinado”, la cual fue impartida por Torres Balbás en 1951 en el Curso sobre la política africana de los Reyes Católicos. En este contexto, Madrigal y Arévalofiguran como la cuna y el austero solar de la vieja Castilla donde habitó la reina Isabel, a cuyas arquitecturas Torres Balbás dedicó valiosas apreciaciones: En Madrigal, el antiguo palacio donde nació la reina “manifiesta su mudejarismo, acorde en ello con todas las restantes construcciones de la villa abulense anteriores al siglo XVI, murallas, torres, templos y humilde caserío”. Y añade, en la villa de Arévalo “había una importante morería; iglesias, casa y hasta los puentes sobre los ríos Adaja y Arevalillo quela sirven de fosos y en cuya confluencia se levanta, son construcciones mudéjares de ladrillo y tapial”.
En cuanto a los mudéjares de la ciudad de Ávila, éstos ocuparon un capítulo aparte en el discurso de ingreso de Leopoldo Torres en la Real Academia de la Historia, leído el 19 de enero de 1954. El título del discurso fue “Algunos aspectos del mudejarismo urbano medieval”, dondedestacamos el epígrafe “Más moros en Ávila”, que trata de los siguientes apartados: “Vida militar y pobre economía ganadera”, “Moros avileses amigos” y “El caserío de Ávila en el siglo XIV: casas de madera, almojabas y cerraduras de alamud”. El texto se apoya en “La Crónica de la población de Ávila” del siglo XIII rescatada por Gómez Moreno en 1943, y hace referencia al Libro Becerro de la catedral, el Censo población de la Corona, y otros textos de Ariz, Fernández y González, Quadrado, Carramolino, Ballesteros, Larruga, Foronda, Laguzzi, Sánchez Belda, etc., siendo reseñable la cita de la solicitud del ayuntamiento de Ávila pidiendo se revocara el decreto de expulsión de los moriscos, los cuales termina saliendo de la ciudad a partir de 1610.
Sobre los mudéjares en Ávila, son imprescindiblesen la actualidad los títulos “La comunidad morisca de Ávila” (1991) y otros, de Serafín de Tapia Sánchez;“Arquitectura románica y mudéjar en Ávila” (1998), de José Luis Gutiérrez Robledo;“La arquitectura mudéjar de Ávila” (2004), de Isabel López;“Memoria mudéjar en la Moraña” (2011), dirigidapor José Luis Gutiérrez Robledo; y los trabajos sobre los mudéjares del grupo de investigación que forman Javier Jiménez Gadea, Ana Echevarría, Serafín de Tapia y Olartz Villanueva, cuyos resultados fueron motivo de la exposición celebrada en el Museo de Ávila entre diciembre de 2011 y marzo 2012.
Finalmente, concluimos con una de la últimas intervenciones publicadas de Torres Balbás, como lo fue en el ciclo organizado en 1954 por el Instituto de Estudios de Administración Local dedicado al urbanismo en España, en el que también participaron sus alumnos Fernando Chueca Goitia (animador de las “Lecciones de arquitectura española” que desde 1987 se celebran en Ávila) y Luis Cervera Vera (autor del libro “Torres Balbás y su aportación a la historiografía arquitectónica española”, y otros dedicados a la ermita de La Lugareja de Arévalo, a la Plaza del Mercado Chico de Ávila y a la Iglesia de Palacios de Goda), así como Antonio García Bellido, quien fue informante sobre la declaración de monumentos del Castro de Chamartín y del paraje pintoresco del monasterio de Guisando.
En su magnífica intervención en el IEAL,dedicada a las ciudades medievales, Leopoldo Torres cuenta que la ciudad de Ávila nacecon la conquista de Toledo durante el reinado de Alfonso VI en 1085; que se repuebla con gentes de Covaleda y Lara, luego de Cinco Vilas, y más tarde de Estrada y los Brabezos, lo que refleja el antagonismo de sus pobladores entre serranos y ruanos; que es una ciudad fortaleza habitada por eclesiásticos, guerreros, pastores, ganaderos y labradores, donde a partir del siglo XIV conviven cristianos, mudéjares y judíos; que extinguida la actividad guerrera y desaparecida o ausente la nobleza en el siglo XVIII la sociedad es rural y eclesiástica; y que mediado el siglo XX se constata que es una ciudad de servicios administrativos sin industria y de escasa agricultura. Y dentro de la arquitectura y urbanismo abulensedestaca la muralla y su catedral defensiva,las iglesias extramuros, los barrios de arrabal y las plazas de los mercados semanales (el Chico y el Grande) de gran actividad mercantil, espacios todos ellos que había fotografiado en sus recorridos por la ciudad.
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