Con 20 años, “el 10 de marzo de 1995 cambió mi vida, pero yo también quise cambiarla aunque aquello no era lo que había soñado”, explica uno de los primeros personajes públicos que dio a conocer que padecía una enfermedad. “Hace 18 años casi no te daban la mano por si era contagiosa, casi no había supervivientes”, rememora.

La obra, a modo de reflejo de su trayectoria vital, parte de entonces -“sentía que no me tenía esconder”, apunta-, y tiene como premisa “mantener la dignidad, no dejar que la enfermedad gane territorio”.

Ibarra, que sufrió un primer cáncer hace 18 años y el segundo hace 11, destaca la importancia que tiene, a la vez que dolencia física, la psíquica: “la primera forma de enfrentarse al cáncer es llamarlo por su nombre”, ya que aún hay que sumar “un efecto secundario, la incertidumbre”.

Y es que su propuesta, de ahí el nombre del libro, es que dado que su “recorrido vital” no ha sido el imaginado, que le “salgan las cuentas” de la felicidad, “cada día”, porque, afirma: “somos más fuertes de lo que creemos”.

Ibarra ha contado -al presentar el libro el martes en el Episcopio- que ella era muy activa en colaborar en muchas actividades, pero un día pensó “contribuir a cambiar las cosas” mediante una fundación “con mayor implicación y de forma profesional” donde “cobijar todos los proyectos”, y entonces puso en marcha esta iniciativa, que apoya a enfermos de cáncer con actividades deportivas, becas, ayudas económicas, a favor de niños y campañas de prevención.