Ávila, ciudad patrimonio, siempre ha sido un libro abierto de historia y arte, sin embargo, su reconocimiento como bien de interés cultural protegible no siempre tuvo tal consideración, sobre todo después de las desamortizaciones eclesiásticas del siglo XIX, de los sucesivos expolios y de las amenazantes ruinas y penurias.
Por lo tanto, es justo reconocer que cuando la riqueza monumental abulense alcanzó una de las mayores cotas de protección y valorización lo fue gracias al esfuerzo de Ricardo de Orueta, junto a hombres y mujeres ligados a la Institución Libre de Enseñanza y el gobierno republicano de 1931-1933.
Es por ello, que ahora nos detenemos en ese pequeño espacio que Ávila ocupó en la trayectoria vital, investigadora, profesional y política de Ricardo de Orueta. Con ello, contribuimos, de alguna manera, a la revitalización del patriotismo cultural de este personaje, igual que han hecho durante 2014-2018 Madrid, Valladolid, Málaga, León, Palencia, Salamanca y Zamora en una exposición itinerante, en cuyo el catálogo expositivo “En el frente del arte” se le llama:
“guardián y héroe invisible del arte español”, “ilustre patriota del patrimonio”, “un español por descubrir”, “un voluntario cancerbero del tesoro artístico nacional”, “trascendente investigador y gestor político del patrimonio artístico”, “organizador del arte”, “pionero en el estudio de la historia del arte”, etc.
Ricardo de Orueta nació en Málaga, hijo de un rico corredor de comercio. Estudió escultura en París, regresó a la muerte de sus padres en 1895, se empleó en un almacén de vinos y se licenció en Derecho.
En 1910, se trasladó a Madrid y trabajó en el bufete del abogado Melquiades Álvarez. Sin embargo, su vocación era el estudio y la investigación sobre arte, la cual no tardó en ser atendida por Giner de los Ríos, gran amigo de la familia, quien facilitó su incorporación al Centro de Estudios Históricos, dependiente de la Junta de Ampliación de Estudios, desde el curso 1910-1911, bajo la dirección de Manuel Gómez-Moreno y por Elías Tormo coincidiendo con el arquitecto Leopoldo Torres Balbás, donde Orueta se dedicará al estudio de la escultura.
En 1912 se afilia al Partido reformista de Melquiades Álvarez en el que militaba la intelectualidad del momento, y en 1913 a la Liga de Educación Política Española de Ortega y Gasset. En 1914 se integra en la Sección de Artes Plásticas del Ateneo, donde conferencia con Cossío, Unamuno, Ortega y Pérez de Ayala.
Al mismo tiempo, se instala en la Residencia de Estudiantes, y entabla amistad con Azaña, a quien acompañará en su nuevo partido de Acción Republicana en 1924 y luego en el Republicano Radical-Socialista en 1934.
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Orueta hará de la prestigiosa Residencia de Estudiantes su hogar familiar, y allí, soltero, vivirá en un cuarto rodeado de muebles viejos de su padre y máquinas y ampliadoras de fotografías, cuenta su amigo y paisano el poeta y pintor José Moreno Villa. De su estancia, Juan Ramón Jiménez recuerda: “mira lo que le rodea como una máquina fotográfica de diafragma voluble”.
Por su parte, García Lorca, visitador de “Ávila inmensa” en 1916, le incluye una obra teatral inédita como retratista de Berruguete y Pedro de Mena. Para Alfonso Reyes, glorificador de Santa Teresa al lado de Giner de los Ríos, Orueta fue un “investigador de arte”, un “espíritu mayor” de aquel Madrid “ateniense” refugiado en la Residencia de Estudiantes, una casa gobernada por gente joven, entre jardinera y futbolista.
Y Celaya escribe: «Era mi Residencia como un mundo más grande./ ¡Más grande! Y, sin embargo, sin gestos ni aspavientos,/ como… en Ricardo Orueta con amor: la belleza/ visible en el atleta de la última Olimpiada».
Ávila se asienta en la Residencia de Estudiantes de la mano de Orueta, compartiendo aquí espacio literario con los jóvenes residentes Buñuel, Lorca, Dalí y Prados, entre quienes también estaba Juan Vicens de la Llave, el bibliotecario de la generación del 27, y años después inspector de las bibliotecas populares promovidas desde el Ministerio de Orueta en la provincia de Ávila en Becedas, Barco de Ávila, Hoyos del Espino, Mingorría, San Esteban del Valle, Umbrías y los anejos de Solana de Ávila La Zarza y Mazalinos.
Ávila también aparece en conferencias, excursiones y en la revista del centro, “Residencia”, que editaba la Asociación de Antiguos Residentes que presidía Orueta.
Y además, Ávila se intuye en la visita a la Residencia de los ilustres escribidores sobre nuestra tierra como Gómez-Moreno, Unamuno, Azorín, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna, Bartolomé Cossío, Concha Espina, Alfonso Reyes y Marañón.
En este ambiente, Orueta ejerce como tutor cotidiano y familiar, ocupándose durante años de la dirección de la cátedra residencial, y trabajando por la sensibilización artística a través de nuevas herramientas y modos de conocimiento e investigación de la historia del arte, tales como la fotografía, el excursionismo y la revitalización de los museos, completando así los estudios universitarios mediante una enriquecedora actividad educativa y científica siguiendo la estela pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza.
Por ejemplo, entre los cursillos y conferencias del programa del bienio 1925-1926, reseñamos la participación de Orueta en el curso de arte para extranjeros con parada en Ávila, y las intervenciones de Gómez-Moreno sobre arquitectura española, y de Isabel de Palencia (autora de “El traje regional de Español” donde se ocupa de la vestimenta abulense) quien habló sobre el arte popular.
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Mientras que el escritor y pensador Jorge Ruiz de Santayana, un abulense de criazón, al no poder asistir envía el ensayo “Paganismo”, un texto traducido por Antonio Marichalar y publicado en la revista del centro precedido de una amplia reseña de su obra (“Residencia”, 1926, nº 2).
Respecto al programa de excursiones, éste se anunciaba así: “Ya se han iniciado, en los comienzos del curso, las excursiones a ciudades próximas a Madrid, que por su interés arqueológico, artístico o histórico, deben ser conocidas por nuestros residentes.
Tanto don Ricardo de Orueta, director de las excursiones, como algunos residentes aficionados a la fotografía, suelen volver de estos agradables paseos con recuerdos gráficos de su estancia en Toledo, Segovia, Ávila, El Escorial, etc. ‘Residencia’ seguirá publicando, como en números anteriores, algunas de esas fotografías y otras que le sean ofrecidas (“Residencia”, nº 1, diciembre 1927).
Igualmente, se publican en la sección ilustrada “por tierras de España” reportajes de los viajes de interés paisajístico y etnográfico, como los dedicados a los pueblos de Gredos, con parada en Gavilanes y Guisando, a la vez que se publicita el parador de Gredos; lo mismo que se recoge la innovadora experiencia pedagógica de las Misiones Pedagógicas que apoya Orueta bajo la dirección de Bartolomé Cossío, las cuales paran en Cebreros y los pueblos del Alberche (“Residencia”, 1933, núms. 1 y 6).
De la misma manera, a la actividad excursionista de la Residencia se une el Centro de Estudios Históricos con miembros interesados por la cultura abulense, como Manuel Gómez-Moreno (“Catálogo Monumental de Ávila”, 1901), Américo Castro (“Santa Teresa”, 1929), Miguel Asín Palacios (“Mística islámica y Santa Teresa”, 1946).
Viajes que también organizaba la Sociedad Española de Excursionistas participada por Orueta, el marqués de Foronda (cronista de Ávila), Ignacio de Colmenares (Conde de Polentinos de linaje abulense) y Elías Tormo (jefe de Orueta en el Centro de Estudios Históricos), autor de la “Cartilla Excursionistas de Ávila” publicada en 1917 siguiendo el catálogo de Gómez-Moreno.
Con idéntico espíritu al de la Residencia de Estudiantes, en 1918 empieza a funcionar en su entorno el Instituto Escuela, donde ejerce como profesor de Historia Francisco Barnés, quien había estado destinado en Ávila durante el periodo 1907-1918 y por cuya ciudad fue elegido diputado socialista en 1931, siendo luego ministro de Instrucción Pública con Orueta como Director General de Bellas Artes en 1933 y 1936.
Ávila entonces no podía faltar como uno de los destinos de los bachilleres del Instituto, como se refleja en unos de los cuadernos escolares expuestos en la conmemoración del centenario del Instituto.
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Antes incluso de la llegada de los jóvenes de la Residencia de Estudiantes, Ávila recibe la visita de la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio de Madrid, otro centro que seguía el modelo pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza.
El recorrido por la ciudad estuvo dirigido por la profesora Magdalena de Santiago Fuentes quien anota que las excursiones, o peregrinaciones de rapsodas, que preconiza el insigne Cossío, son, no solo un medio, sino un deber para la difusión de la cultura (“La Esfera”, 4/7/1914).
Años después, en octubre de 1916, Ávila fue también uno de los destinos del viaje de estudios de los universitarios granadinos conducidos por el profesor Martín Domínguez Berrueta con asistencia de García Lorca, quien escribió sentidas emociones y recuerdos (“Impresiones y paisajes, 1918).
Finalmente, respondiendo a la metodología excursionista en el estudio del arte, Orueta se dirige el 2/09/1931 al Ayuntamiento de Ávila interesando atienda la solicitud de los Alumnos de Arquitectura de Madrid para estudiar la ciudad durante las vacaciones de Navidad y Semana Santa, y les proporcione cinco plazas gratuitas, “inculcando de este modo el entusiasmo que debe sentir todo ciudadano hacia los tesoros que guarda nuestra patria”.
Por otro lado, el estudio e investigación de Ricardo de Orueta de la escultura española en el Centro de Estudios Históricos tiene su reflejo en los libros dedicados a la obra de Pedro de Mena, Alonso de Beruguete y Gregorio Hernández, así como los títulos “La escultura funeraria en España” y “La escultura española de los siglos XI y XII”.
En ellos, las huellas de Ávila se ven reflejadas en la representación de Santa Teresa que captaron Pedro de Mena (iglesia de San Pedro de Alcántara de Córdoba) y Gregorio Hernández (Museo de escultura de Valladolid), así como en la cercanía de Alonso Berruguete, cuyo padre pintó los retablos de la catedral abulense y del monasterio de Santo Tomás, que trabajó con el escultor abulense de adopción Vasco de la Zarza en Olmedo y tuvo excelentes seguidores en Ávila; lo mismo que apunta que el conjunto escultórico de la portada occidental de la basílica de San Vicente de Ávila es una obra maestra de la escultura románica del siglo XII, sin olvidarse de las esculturas de la puerta meridional y el sepulcro o cenotafio de los santos mártires.
En 1924, coincidió el ingreso de Ricardo de Orueta en la Academia de Bellas Artes con el de Azorín en la Real Academia de la Lengua, por lo que ambos compartieron protagonismo en el mundo cultural español (“El Sol”, 28/10/1924), a la vez que Ávila ocupó un lugar destacado en los discursos de ambos.
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Orueta fue propuesto académico por José Francés (autor de la novela abulense “Los pájaros de bronce” y de numerosos artículos sobre los pintores de Ávila) y disertó en su ingreso con el título “La expresión de dolor en la Escultura Castellana”, deteniéndose en el feroz martirio de los santos Vicente, Sabina y Cristeta de la basílica abulense.
Azorín, por su parte, lo hizo con una “Una hora de España”, dedicando un capítulo a Ávila, la ciudad histórica, que “es, entre todas las ciudades españolas, la más siglo XVI”, inmutable en la guía de 1863 de Valeriano Garcés que le sirve de cicerone.
Con la llegada de la II República, Ricardo de Orueta, militante de Acción Republicana con Azaña, es designado Director general de Bellas Artes (“Gaceta de Madrid, 24/01/1931), cargo que antes había ocupado Gómez-Moreno siendo ministro Elías Tormo, maestros suyos en el Centro de Estudios Históricos.
En este puesto permanece durante el bienio progresista 1931-1933, entre cuyos logros destacan la Ley del Tesoro Artístico, el Fichero de Arte Antiguo, la creación de los Archivos Históricos provinciales, las bibliotecas populares, la transformación de los museos, y el cuidado de la riqueza artística vigilando las exportaciones y persiguiendo el fraude y el robo (“El Heraldo de Madrid”, 13/12/1933). Como primera medida de protección del patrimonio, Orueta promovió la declaración de 850 Monumentos Histórico-Artísticos, siendo de Ávila el convento de Santo Tomás, el convento de San Francisco, el despoblado de las Cogotas, las murallas de Madrigal, el castillo de Aunqueospese, el palacio de las Navas del Marqués, el castillo de Arenas de San Pedro, la iglesia de San Martín de Arévalo, la ermita de la Lugareja de Arévalo, la iglesia de San Nicolás de Madrigal, la iglesia de mayor de Barco de Ávila y la iglesia de Bonilla de la Sierra (“Gaceta de Madrid”, 4/06/1931).
Dichos bienes se suman a los ya declarados con anterioridad: San Vicente, Murallas, convento de Santa Teresa, San Pedro, Catedral, San Segundo, San Andrés, Santo Domingo y palacio Núñez Vela. Además, el Gobierno prevé incautar lo bienes vendidos ilegalmente y evitar la sangría artística. Circunstancia ésta que denuncia el ministro Marcelino Domingo facilitando a la prensa una relación de los bienes expoliados o malvendidos de todo tipo que se exhiben en los museos extranjeros, donde se incluyen cantidades fabulosas de terciopelo de la catedral de Ávila (“ABC”, 4/07/1931), terciopelo éste que luce esplendorosamente en el cuadro del interior del templo catedralicio de Manuel Sánchez Ramos de 1876 que se conserva en el Ayuntamiento de Ávila.
Por lo que se refiere al Fichero de Arte Antiguo y Monumental de España, puesto en marcha por Orueta (“Gaceta de Madrid”, 14/07/1931), éste se formó con más de veinte mil imágenes, y debía servir para estudiar y proteger el arte, catalogar el patrimonio histórico-artístico español, poner fin al continuo expolio, y completar el anterior Catálogo Monumental de España realizado por provincias. La riqueza de Ávila es rescatada entonces en centenares de fotografías en un inventario ya iniciado con el catálogo provincial de Gómez-Moreno y aumentado con otras imágenes del propio Orueta.
En cuanto a la enorme actividad museística desarrollada por Ricardo de Orueta en la edad de plata que viven durante su mandato los museos de toda España, destacamos su trabajo en la creación del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, donde se luce una escultura de santa Teresa de Gregorio Fernández, y en la inauguración de la Casa Museo Sorolla en Madrid, donde Ávila señorea en varias salas (“Nuevo Mundo”, 1/01/1932).
Mientras tanto, el museo de Ávila, en una constante provisionalidad, permanece alojado en un almacén municipal junto a la puerta de san Vicente, donde se había traslado en 1930 desde el demolido Alcázar, mientras que los hallazgos arqueológicos más relevantes, como los del Castro de las Cogotas excavado por Juan Cabré, son trasladados al Arqueológico Nacional, cuyo Patronato estaba presidido por José Ramón Mélida, inaugurador del museo de Ávila en 1911.
También para mejor protección del tesoro documental histórico, Orueta impulsa la creación de los archivos histórico-provinciales (“Gaceta de Madrid”, 13/11/1931).
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El de Ávila fue el primero en constituirse, siendo su sede el edificio conocido como “Museo y Biblioteca Teresianos”, lo que se produce reconociendo el valor literario e histórico de Santa Teresa, desechando la solicitud simultánea del Ayuntamiento de su cesión para escuelas, y atendiendo la petición de Claudio Sánchez Albornoz, diputado por Ávila y entonces rector de la Universidad de Madrid.
El primer director del archivo fue Fernando Rodríguez Guzmán, Archivero de Hacienda y Director del Museo Provincial desde 1916, quien saludó el nombramiento de Orueta y le pide su intervención para acometer las obras de reforma proyectadas por el arquitecto Gregorio Marañón Torre.
La inauguración del archivo se produjo en 1934, siendo Director General de Bellas Artes el pintor adoptado en Ávila Eduardo Chicharro, quien antes fue con Orueta Inspector General de las Escuelas de Artes y Oficios.
El 8 de septiembre de 1931, Antonio Veredas, Delegado Provincial de Bellas Artes de Ávila, escribe a Ricardo Orueta quejándose de las restauraciones de monumentos que se llevan a cabo en la ciudad, proponiendo se sustituyan los merlones de gradilla recientemente construidos en la Puerta del Alcázar imitando a la de San Vicente, se derribe el zócalo de sillería y escalera construidos entre las Torres del Homenaje y del Baluarte, se tapie la poterna abierta en el mismo lugar, y se desmonte la verja que se está adosando a la Basílica de San Vicente.
Y añade, que se proceda al pronto nombramiento de guardas de monumentos de la capital, y evitar el maltrato diario que sufren, como ocurre con la puerta norte de la Catedral y la muralla.
De ello acusa recibo Orueta y decide recabar nuevas opiniones y estudiar el asunto, si bien, ante la falta de respuestas eficaces, Veredas presenta su dimisión como Delegado Provincial de Bellas Artes mediante carta de14 de febrero de 1932.
El 9 de abril de 1932, Orueta comunica al diputado por Ávila y vicepresidente de las Cortes, Francisco Barnés, que ha atendido su petición para derribar las casuchas del entorno de la puerta de San Vicente y construir una plaza, añadiendo que “quiere a Ávila como el primero”, lo que es agradecido por el Alcalde José Martínez Linares, quien fue Director de la Escuela Normal y fusilado en la guerra civil.
Actuaciones éstas que se suman a la reparación de la cubierta de la catedral, todas ellas según proyectos de Emilio Moya Lledós Igualmente, Orueta se interesa por la asignación para gastos de la Comisión Provincial de Monumentos a petición del deán de la catedral Bernabé de Juan. Meses después, Veredas, en carta de 31 de julio de 1932, muestra su rotunda protesta por la restauración de San Pedro por no mimetizarse con el original, queja que no comparte el arquitecto de las obras, Emilio Moya Lledós, quien, junto a Torres Balbás, ya defendió en el Congreso de Atenas de 1931 su postura de “no “reconstruir”.
De la misma manera, el gobernador civil, el catedrático de geografía e historia y militante de acción republicana Eduardo Gómez Ibañez, denuncia ante Orueta que se están realizando excavaciones fraudulentas en la Mesa de Miranda, añadiendo en escrito del 15 de mayo de 1933:
«le agradeceré mucho haga cuanto esté en su mano para que el Conservador de la muralla de esta Capital, dé principio cuanto antes a las obras de reconstrucción del trozo derribado de la misma, para las que ya fue concedido por ese Ministerio el crédito correspondiente. Contribuiría la ejecución de esas obras a aliviar la crisis obrera la esta Capital».
El 9 de marzo de 1933, Orueta comunica a Claudio Sánchez Albornoz que se ha designado al escultor Pedro Torre Isunza para que repare la cabeza de una estatua caída de la portada de San Vicente, según había interesado la Comisión de Monumentos de Ávila. Sánchez Albornoz también se interesa por una expropiación derivada de las excavaciones arqueológicas en el “Cerro de las Cogotas”, y agradece a Orueta su felicitación por el nombramiento como ministro de Estado el 12/09/1933, si bien, ambos salen del gobierno después de las elecciones de 19 de noviembre de 1933, y Orueta pasa a presidir la Junta Superior del Tesoro Artístico.
Con la vitoria del Frente Popular en las elecciones de 1936, Ricardo de Orueta regresa a la Dirección General de Bellas Artes, debiendo ocuparse de reparar los daños producidos por un incendio en el Monasterio de Santo Tomás, a petición del exdelegado de Bellas Artes Antonio Veredas, quien en carta de 10 de marzo de 1936 solicitaba su intervención urgente.
También en este tiempo, Orueta informa a su amigo Francisco Barnés, entonces Presidente del Consejo de Estado, de las obras en la iglesia de San Martín de Arévalo proyectadas por Emilio Moya y por las que se interesaba el Ayuntamiento. Más adelante, Francisco Barnés, ahora ministro, promueve la construcción de un nuevo Instituto en la ciudad.
Ello es gestionado por Orueta, quien, a su vez, agradece al arquitecto Luis Landecho la “prontitud con que ha despachado el proyecto”, el cual fue aprobado por la Junta Facultativa de Construcciones Civiles el 26 de junio de 1936, si bien el levantamiento militar del 17 de julio dio al traste con esta iniciativa.
Finalmente, para evitar los desastres de la guerra que provocaron la quema de edificios religiosos y expolio de residencias aristocráticas, Orueta tuvo que emplearse en la creación de la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, siendo ministro de Instrucción Pública Francisco Barnés, y presidente del Consejo de Ministros el antiguo catedrático y farmacéutico de Mingorría José Giral (“Gaceta de Madrid”, 2/08/1936).
Su objetivo era incautar y conservar en nombre del Estado «todas las obras, muebles o inmuebles, de interés artístico, histórico o bibliográfico, que en razón de las anormales circunstancias presentes ofrezcan, a su juicio, peligro de ruina, pérdida o deterioro».
Poco después, en septiembre, Orueta deja el cargo, retoma sus investigaciones sobre escultura y en 1938 dirige el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas, sin actividad por la guerra, hasta su muerte en 1939.
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