Del Viernes, 31 de Octubre de 2025 al Domingo, 02 de Noviembre de 2025
Todos para uno y uno para todos
El éxito colectivo pasa indudablemente por la ejecución de un nuevo pacto generacional. Cualquier estrategia política que tenga como objetivo el bien común de todos los españoles, tiene que plantear la reconstrucción del pacto intergeneracional centrándose en el pilar básico, la educación. La única solución al choque social en el que estamos inmersos, es conseguir que todos nos sintamos una parte fundamental del proyecto común que se llama España.
Esta segunda ola de contagios provocados por el COVID19 está poniendo de manifiesto y acrecentando el conflicto generacional que sufre la sociedad española desde hace más de una década.La destruccióndel pacto generacional que existía en España yque nos reportó los años más prósperos de nuestra historia más reciente, se ha ocasionado por diversas razones: los modelos educativos fracasados, la nueva era digital y el desgaste social provocado por la crisis económica que azotó a nuestro país. Lamentablemente,los peores resultados de esta situación están dejándose ver en estos días.
Sería de necios no reconocer que el eslabón más inestable y que más se ha “descolgado” de este pacto generacional, somos la juventud. Ante este diagnóstico (muy difundido en los últimos tiempos) son muchos los que aprovechan para señalar a este colectivo y depositar en la juventud toda la culpabilidad, lo cual, en mi opinión, es una herramienta mediocre que utilizan algunos para no asumir las responsabilidades que les corresponden y que tira por tierra cualquier esperanza de alcanzar un pacto generacional. No hay que olvidar que los jóvenes respondemos a la educación recibida, y en proceso de la educación toda la sociedad tiene responsabilidades.
Antes de continuar, quiero aclarar al lector que no soy partidario de entrar en las tan peligrosas generalizaciones, pues no cabe duda de que en nuestra juventud hay ejemplos muy claros de compromiso y disciplina social, pero el análisis de este artículo se basa en una muestra amplia de este conjunto, en la que la gran mayoría de jóvenes está siguiendo un comportamiento reprochable y que debido a la situación en la que nos encontramos, pone en riesgo la vida de sus semejantes.
Quizás los lectores más jóvenes puedan cuestionar el análisis propuesto, por eso creo necesario presentarme brevemente. Quien les habla es un joven de 23 años, graduado universitario y estudiante de máster. Como pueden ver, formo parte de la juventud española. Podría entrar en más detalles, pero creo que ese dato es suficiente para acreditarme como interlocutor “para todos los públicos”, en este artículo.
Para entender por quélos jóvenes no estamos a la altura de las circunstancias, hay que ir al núcleo principal de cualquier sociedad, la educación. En este punto, es importante diferenciar la educación en conocimientos de la educación en valores.
Es la educación en valores la que hay que analizar para entender cómo hemos llegado a esta situación.Esta educación viene impartida en primera instancia por la familia y se ve complementada en los centros formativos. Además, la educación en valores es atemporal, es decir, no tiene que adaptarse a los nuevos tiempos, los valores en la sociedad siempre deberán ser los mismos, porque son esos valores los que fundamentan nuestra condición humana.
Educar en valores comprende: el respeto entre semejantes, la empatía, la solidaridad, la cultura del esfuerzo, el sacrificio por los demás, la disciplina, la educación cívica en derechos y obligaciones, la comprensión de la dignidad humana, la protección de los mayores y más vulnerables, etc.
En el momento en el que la base principal de esta educación (el núcleo familiar) no consigue educar en estos valores a los jóvenes, la estructura educativa se desmorona, y de igual forma, si esta educación no se potencia y no se trabaja en las aulas, el problema seguirá persistiendo y obtendremos como resultado los comportamientos que hoy estamos lamentando.
Llegados a este punto, me gustaría invitarles a reflexionar sobre si la educación en valores que ustedes recibieron es similar a la que han recibido sus hijos. Quizás con esta reflexiónles facilite comprender el anterior diagnóstico de que también el núcleo familiar es responsable del hecho de que los jóvenes no estemos a la altura.
Otro de los actores que juega un papel importante en la educación en valores es nuestro sistema educativo. Un sistema que lleva años siendo embadurnado por el relativismo moral que impera en la sociedad digital en la que vivimos y que desde hace más de una década ha abandonado la potenciación en las aulas de las destrezas más importantes en la educación en valores: la lectura, el análisis, la reflexión, el debate, la oratoria, el compromiso, el trabajo en equipo, la socialización, etc. Adicionalmente, el caso particular de que en España la educación no sea uniforme en todo su territorio, propicia que la juventud tampoco lo sea, es decir, la educación en valores que debería ser potenciada al unísono en todos los territorios que conforman España no lo está siendo y eso dificulta aún más la reconstrucción del pacto generacional.
Pensará el lector, que hay demasiado pesimismo en estas líneas y no se equivoca, pues lo que intento trasladarle con este diagnóstico es el hecho de que toda la sociedad es responsable del mal comportamiento que están teniendo los jóvenes esta segunda ola de contagios y que no se puede responsabilizar exclusivamente a la juventud porque ellos responden a una pésima educación en valores que ha sido permitida, potenciada y si me apuran, hasta premiada por el conjunto de la sociedad desde hace años.
Una vez expuesto el origen del problema, podemos encontrar en esta situación tan dura un halo de esperanza, la esperanza de que la lucha contra el COVID19 sea la primera piedra que nos permita avanzar como sociedad hacia un nuevo pacto generacional.Para ello, todos tenemos que remar en la misma dirección, en primer lugar, los jóvenes.
Sí, tenemos que demostrar que podemos romper los clichés que la sociedad tiene hacia nosotros. Los jóvenes tenemos la capacidad de aprender y adaptar nuestra forma de actuar de forma inmediata, por ello tenemos que concienciarnos inmediatamente (los que aún no lo estén) de la gravedad de la situación y del riesgo que conllevan los comportamientos irresponsables y que no cumplan los dos principios de seguridad: distanciamiento y mascarilla. También nosotros tenemos que exigir a todos los miembros de nuestro entorno (amigos y amigas) que cumplan con este compromiso social y reprocharles su comportamiento en caso de que no lo hagan. Tenemos que tener claro que a la ley se la puede burlar, pero a la muerte no. Hoy, darnos un beso, hacer un botellón o una fiesta privada sin mascarillas y con mucha gente es una vida menos pasado mañana. Ahí es donde empieza nuestro compromiso con la sociedad y con el pacto generacional.
También los adultos tienen que estar a la altura de la situación y tienen que poner de su parte para este proceso de reconstrucción del pacto generacional. Para ello, no solo tienen que denunciar las situaciones de riesgo donde los contagios puedan producirse, sino que también tienen que exigir y obligar a sus hijos, familiares y compañeros a cumplir con este compromiso, en las comidas familiares, en los trabajos y en casa. Tienen que saber imponer la decisión de no permitir a sus hijos salir a una fiesta o a un botellón, o exigir a sus compañeros y superiores en el trabajo que se pongan la mascarilla y que cumplan con las medidas de distanciamiento establecidas, reprender comportamientos incorrectos de la gente en la calle que puedan poner en riesgo la salud, en definitiva, ser partícipes del momento tan crítico que estamos sufriendo y no rehuir la responsabilidad cívica que les corresponde.
Por último, otro actor que jugará un papel muy importante para evitar contagios COVID19 y que tiene que extender su brazo para ese pacto generacional al que tanto hago referencia, es el sistema educativo. La vuelta a las aulas en el próximo mes tiene que ser una obligación, el sistema educativo ha tenido muchos meses para estudiar y diseñar planes que permitan la vuelta a las aulas con seguridad y pronto llegará el momento de ponerlos en práctica. Pues bien, en este contexto los profesores tienen que demostrar su compromiso con la sociedad y velar escrupulosamente por que se cumplan las medidas de distanciamiento, no solo en las aulas sino en los recreos, pasillos, salidas y entradas a los centros educativos.
En definitiva, como pueden ver, ante esta segunda ola de contagios podemos ponernos la capa de héroes y luchar codo con codo junto a los sanitarios y personal esencial. La victoria ante el COVID19 depende de todos y cada uno de nosotros, parafraseando a un abulense ilustre y gran político español, “el futuro no está escrito, solo el pueblo puede escribirlo”.
Si la sociedad está a la altura, ninguna generación quedará descolgada. Les invito a trabajar día a día por construir un nuevo pacto generacional cuya base sea el compromiso y disciplina social que debemos tener para combatir al COVID19. Ahora más que nunca, tengan muy presente aquella frase del libro de los tres mosqueteros, “todos para uno y uno para todos”.





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