Con la llegada de los primeros fríos, la eterna rueda de las estaciones trae de nuevo, en su incesante voltear, a las grullas de blanco plumaje. Su distintiva silueta, fácilmente reconocible para el avezado observador de la naturaleza, contrarresta animosos vientos y navega invernizos nublados. El poeta Luis de Góngora, probablemente, sintiera auténtica fascinación por estas aves sagradas, máxime, cuando les dedica este bellísimo pasaje de su Soledad I (vv. 602-611):

Pasaron todos pues, y regulados

cual en los Equinocios surcar vemos

los piélagos del aire libre algunas

     volantes no galeras,

     sino grullas veleras,

tal vez creciendo, tal menguando lunas

     sus distantes extremos,

caracteres tal vez formando alados

en el papel diáfano del cielo.

La naturaleza migratoria de las grullas les ha hecho merecedoras de culto y veneración durante siglos. En las culturas antiguas, lo cíclico comprende tanto la muerte como el renacer de la vida. Por ello, las grullas, en su ciclo estacional, constituyen un símbolo(1), a la vez, de destrucción y generación, de muerte y renacimiento. Así como su llegada a Castilla a finales de octubre, es mensajera del invierno; su partida hacia el norte de Europa entre los meses de febrero y marzo, augura la estación fértil, según puede apreciarse en este refrán registrado por mí a Feliciano López, natural de la Serrada (Ávila) y de 56 años de edad:

Cuando las grullas van pa`rriba,

no te estés con el amo, aunque te lo diga.

Y cuando van pa`bajo,

estate, aunque sea con trabajo.

Por otra parte, no se entendería en toda su amplitud la dimensión sagrada de estas aves, si no se vinculase a la representación del alma como un pájaro, motivo universal presente en multitud de mitos, creencias y tradiciones literarias y filosóficas:

La idea de que el alma era una criatura alada o un pájaro no es nueva. Es una creencia difundida y extremadamente antigua que el alma asume la forma de un pájaro o, en una formulación más extrema, que todos los pájaros son almas humanas. Los egipcios pintaban un pájaro androcefálico como signo del alma. En el siglo IV a. C., Platón dio un cuadro extraordinariamente detallado de las alas y las plumas del alma, diciendo que "cuando está perfecta y completamente alada, se eleva hacia lo alto y regula todo el mundo(2)" .

Es más, en distintas tradiciones folklóricas del mundo, la visión de determinadas aves (búhos, lechuzas, grajos…), trasunto simbólico del alma de los muertos, se encuentra asociada a los augurios de muerte. Un ejemplo de este tipo de creencias es el testimonio que registré en 2008 sobre el vuelo del mochuelo y su barrunto de muerte, a Valeriano Muñoz Rivero, natural de Velayos (Ávila) y de 84 años de edad:

Mi madre decía que era el mochuelo el que barruntaba la muerte, que andaba por la noche, ¡uuh!, ¡uuh!, ahí a la torre. ¡Malo! Barrunta la muerte. Pasaba así por los corrales, ¿sabes? ¡Huy! Mi madre se escondía cuando pasaba el mochuelo. Dice que barruntaba la muerte. El mochuelo es el que se tiraba de la torre, y siempre había el mochuelo ahí, y daba la revoleá por el pueblo, y al… ¡uah!, ¡uah!, –yo no sé cómo cantaba–… Y se iba a la torre otra vez, y cuando lo cogía… A mi madre se escondía y se guardaba, y nos lo decía:

–¡Huy, el mochuelo, que ha pasao! Barrunta muerte este mochuelo(3).

Como broche final a este breve recorrido por el imaginario mítico de una de las aves invernantes más bellas de estas latitudes, reproduciré el siguiente fragmento de La Oda al Licenciado Juan de Grial de Fray Luis de León (vv. 6-15), donde el motivo de las grullas como mensajeras de las primeras nieves, está ligado al viejísimo relato de Las grullas de Íbicus [ATU 960A]:

Ya Febo inclina el paso

al resplandor egeo; ya del día

las horas corta escaso;

ya Éolo al mediodía

soplando espesas nubes nos envía;

ya el ave vengadora

del Íbico navega los nublados

y con voz ronca llora,

y, el yugo al cuello atados,

los bueyes van rompiendo los sembrados.

(1): Para un estudio más pormenorizado acerca de la simbología de las grullas, vs. José Manuel Pedrosa: “Las grullas de Ibicus (AT 960A): de la tradición clásica a la literatura contemporánea”, en Tipología de las formas narrativas breves románicas (III) (Zaragoza-Granada: Universidad de Zaragoza-Universidad de Granada, 2003) pp. 351-392.

(2): Beryl Rowland:Birds with Human Souls: A Guide to Bird Symbolism (Knoxville: The University of Tennessee Press, 1978), pp. XIII-XIV.

(3): Luis Miguel Gómez Garrido: Literatura de tradición oral y cultura popular de La Moraña (Ávila) (Ávila: Institución Gran Duque de Alba, 2014), pp., 197-198.

(4): El argumento de este cuento se podría resumir de la siguiente manera: un viajero es asaltado por unos ladrones. La víctima interpela a una bandada de grullas, únicos testigos de su muerte, para que se conviertan en instrumento de su venganza. Estas aves serán, pues, las delatoras del crimen cometido contra el viajero, al que algunas tradiciones identifican con un oscuro poeta denominado Íbicus.