Día Domingo, 26 de Octubre de 2025
Aves volando

Soy de las personas que disfrutan con la cotidianidad del día a día, con esos gestos aprendidos y reforzados habitualmente que reflejan parte de nuestra idiosincrasia: la forma en que se pone la mesa, las preferencias en la vestimenta, el grado de orden/desorden que permitimos o la forma en que está clasificada nuestra biblioteca… Un rico mundo pormenorizado que se aprecia al mirar con detenimiento fotografías de la vida diaria de los escritores, y que son una reverberación de su personalidad y modus vivendi.
Así me siento hipnotizada por las camisas hawaianas de James Ellroy, las imágenes de Charles Bukowski y Patricia Highsmith siempre con el cigarrillo, Luis Alberto de Cuenca con las figuras de Tintín y la princesa Leia Organa, o la elegancia sureña de Tom Wolfe (imposible encontrarle sin traje y corbata. Impecable).
Pero si hablamos de genuina fascinación debo remitirme a las fotos de Konrad Lorenz junto a sus inseparables gansos y córvidos compartiendo sonrisa, baño y camino. Cada vez que miro estas fotografías siento un deseo vivo de irme de paseo con todos ellos, tenderme en la hierba y mirar al cielo para oír sus graznidos.
Hace años mi padre y yo leímos a la par su obra “El anillo del rey Salomón” y nos deslumbró este estudio claro y cercano sobre la psicología y el comportamiento animal.
Este profesor universitario vienés (ganador del Nobel de Medicina-Fisiología en 1973) sentó las bases de la etología y definió conceptos tan interesantes como el de “impronta”.
Lorenz vivía rodeado por multitud de animales a los que estudiaba, y en “El anillo del rey Salomón” nos relata de forma sencilla -pero con mirada científica- las peripecias de sus peces, gansos, monos, perros, loros… de una manera deliciosa.
Este verano he vuelto a releerlo buscando esa cercanía con el mundo animal que la ciudad nos resta, y los pasos de Konrad Lorenz me han llevado a otro libro, también con los pájaros como protagonistas: “La salvaje belleza alada” (Leer en Madrid. Octubre, 2018), de Maribel Orgaz Vigón con fotografías de Eduardo Ramírez, recorre en escasas 50 páginas la naturaleza de las dehesas y sierras de Madrid, sobre todo destacando el fascinante mundo de las aves.
Gracias a la autora acompañamos a un mosquitero musical en su migración desde Murcia hasta Suecia (diez días de viaje y sólo 0,4 gramos perdidos en el trayecto), nos apenamos por la paulatina desaparición del gorrión, presenciamos la amistad entre un anciano y un petirrojo o se nos tiñe la mirada con el azul morado de los lirios (ni un rey en toda su gloria se vistió de manera tan hermosa como ellos, dice la Biblia).
Páginas llenas de naturaleza y de poesía, de ese lenguaje incorruptible del que nos hablaba Gerardo Diego y que “La salvaje belleza alada” cuida y respeta.
![[Img #101120]](https://avilared.com/upload/images/09_2019/683_libro1.jpg)
Maribel Orgaz nos recuerda que Dios creó a las aves el quinto día. Antes de la creación de la humanidad los pájaros ya habitaban los cielos; y que toda la Naturaleza debería vivir en armonía. Sin embargo debemos mencionar que justamente en esta época del año la tórtola europea (Streptopelia turtur) atraviesa nuestro país en su migración hacia África, y que a pesar de que la Comisión Europea ha abierto a España un expediente de infracción, se calcula queentre 500.000 y 800.000 ejemplares —según cálculos de SEO/BirdLife— serán abatidos.
13 comunidades harán oídos sordos a Bruselas permitiendo este crimen medio-ambiental y rindiendo pleitesía al lobby de cazadores, que no olvidemos ha logrado en Castilla y León blindar la caza por ley.
Un despropósito se mire por donde se mire que convierte a España en un coto de caza permanente y un negocio cruel.
Ya es hora de no mirar hacia otro lado, de poder mirar al cielo y contemplar el armonioso vuelo de las aves.






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