El encuentro entre lectores, autores y libreros se produce entonces en la feria del libro abierta en la plaza de Adolfo Suárez. Con este motivo, el martes 23, que también es Día de Castilla y León,la escritora y artista Nieves Álvarez Marín, nacida en Mingorría en 1949, firmará ejemplares de la entrañable y hermosa novela “Alicia en el país de la alegría” (Ed. Lastura, 2019), siendo de la lectura del libro de donde surgen estas primeras impresiones.
Al final, después de más quinientas páginas de entretenida y apasionada lectura, uno se congratula y no puede por menos que felicitar a la autora convertida en esta ocasión en narradora de parte de su vida, que también es la nuestra,por esa alegre "memoria de infancia" del periodo 1949-1962 que, aunque a veces se empaña con dolorosas penas y momentos tristes, en el capítulo siguiente se sobrepone la esperanza por un futuro ilusionante en esta tierra que nos vio nacer.
La novela, que traspasa la ficción para acercarse al realismo mágico y la aparente atracción de la vida rural, transcurre en un pueblo de Ávila, lugar que no se cita, pues predomina la idea de que todo pude suceder en cualquiera de nuestros pueblos, siendo por ello que nos resulta fácil e inevitable compartir el tiempo y el espacio de la autora hecha niña, quien naciendo muerta,las ansias de vivir hicieron que al momento resucitara.
Desde las primeras páginas, quien se sumerge en la lectura se ve atrapado por especiales e inevitables lazos de paisanaje, y es que son tantos los puntos de encuentro y de coincidencia, que a través de ellos puede revivirse la propia historia enlos mismos paisajes, las mismas tradiciones y costumbres, los mismos juegos y diversiones, los mismos miedos e inquietudes, las mismas gentes y los mismos secretos de aquello tiempos oscuros de los años cincuenta donde los niños y niñas vivían alegres y felices ajenos a situaciones desconcertantes para los adultos.
La novela traspasa el género puramente literario para convertirse en parte de nuestra historia personal más íntima, haciéndonos con ello partícipes de la construcción de una identidad cultural común que tanto nos une. Su simple lectura, ya de por si amena y entretenida, se multiplica en nuestra imaginación al hacernos cómplices, y casi protagonistas anónimos, de todo cuanto sucede.
Pasamos de ser meros espectadores de la representación de aquellos años narrada desde la inocencia a integrarnos en la escenografía de todo lo que se cuenta, como si lo viviéramos en primera persona. Bastan pequeñas pinceladas, citas de nombres de personas y lugares, fechas y acontecimientos, para que, de inmediato, completemos mentalmente el relato que apenas se había dibujado.
En verdad, todos los personajes son nuestros paisanos, nuestros familiares o nuestros vecinos, por lo que su imagen enseguida nos asalta como una aparición que engrandece el texto haciéndonos viajar en el tiempo donde deambulanhombres que entonces protagonizaban el quehacer diario de los vecinos (el juez, el alcalde, el cura, los maestros, el practicante, el boticario, el médico, el contratista, el sargento, el zapatero, los borrachos, el ferroviario, etc.) con guiños constantes a otros tantos tipos y la reivindicación de la mujer (la madre, la hermana, la tía, la maestra,…) que lleva una vida sacrificada y quebrada en un mundo de hombres que eligen su destino, sin olvidar a los oprimidos, marginados y represaliados.
En el libro no solo redescubrimos cómo era la vida feliz y festiva de nuestro pueblo, así como la vida religiosa y escolar, conocemos las formas de vida y ocupaciones de sus habitantes, intuimos las causas de los silencios, ausencias y misterios, nos reencontramos en lugares comunes de nuestro imaginario, y también lamentamos las miserias de la sociedad del momento y lloramos las penurias familiares que tanto nos azotaron.
Reconozco que, probablemente, ningún mingorríano pueda ser objetivo en la percepción de cuanto se cuenta en la novela, pues se trata de una radiografía colectiva de un pueblo donde Alicia y su familia son los protagonistas de la función en la que también, de alguna manera, todos somos actores, ya que compartimos tantas cosas y carencias que ello condiciona un juicio justo de la obra.
El ansia por saber, por comprender, por descubrir continuos comportamientos “misteriosos” que nos asaltan, por leer y por aprender, todo esto subyace en a lo largo de la novela, lo mismo que la bondad, la generosidad, la humildad, la paz, el amor, la honestidad, la tolerancia, la honradez y el respeto son valores cuya reivindicación sobrevuelan entre sus páginas, lo que tiene una especial relevancia en una época gris de nuestra historia cuando averiguamos lo difícil que, a veces, resultaba sobrevivir.
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Nada más acabar la lectura, se puede comprobar con especial satisfacción que el prólogo escrito por José Ramón Barat es un perfecto resumen del libro, pues ha captado en toda su amplitud la esencia del relato, lo que nos permite sumar a ello el alma, el espíritu, los sentimientos, el ambiente y el imaginario de nuestra propia experiencia.
Además, la cercanía de personas, lugares y acontecimientos que componen la narración nos son tan familiares que nos hacen empatizar y aliarnos con los pensamientos, recuerdos y pesadillas de Alicia, ya que éstos también forman parte de nuestra inquieta infancia.
En el lenguaje sencillo y directo empleado en el libro es el mismo con el que hablan las gentes del pueblo, salpicado de numerosos dichos que se deslizan entre los diálogos, pensamientos y reflexiones de la protagonista, lo que nos permite escuchar todo cuanto se sucede “escondidos detrás de la puerta” a modo de privilegiados espectadores de esta parte de nuestra historia.
Entre las formas de vida de las gentes del pueblo, sobresale el oficio de cantería como una ocupación característica de la localidad, además de la agricultura. Este trabajo y sus difíciles condiciones fue seña de identidad de los hombres de este pueblo, y también causa de sufrimiento, por su dureza, y origen de la terrible enfermedad de los mineros a cielo abierto que eran los canteros, quienes entonces vivían desamparados y abandonados a su suerte.
Según la disposición de cada lector o lectora, nos encontramos ante un libro de memorias, una novela histórica o una novela social, incluso como un largo cuento de infancia que los niños pueden leer acudiendo a sus padres para desentrañar los misterios que encierra. A veces, es un libro trágico y dramático, y otras resulta cómico y divertido, igual que ocurre en otros tantos títulos de un género exitoso que se ha dado en llamar “memorias de infancia”.
Sin embargo, en este caso, su grandeza añadida la encontramos en la personalidad de una niña, a quien conocemos como parte de la gran familia que este pueblo, que nos habla de nuestras cosas, a la vez que cuestiona incompresibles comportamientos de las personas mayores que son de difícil explicación.
Además, cuando nos adentramos en las páginas del libro no solo vemos literatura, sino que estamos inmersos en una película, o en una obra teatro, perfectamente ambientada con los decorados de nuestra propia casa que es nuestro pueblo, de ahí el gran atractivo de la novela, pues consigue recrear también parte de nuestra vida.
Todo el ritual del ciclo vital de las gentes de nuestros pueblos se sucede en multitud de escenas que representan distintas etapas intergeneracionales que componen un mosaico de la sociedad rural de los años cincuenta-sesenta, una época que nos marcó de por vida nuestra existencia.
En cualquier caso, es un libro para compartir querencias, un libro de reencuentro con nosotros mismos, un libro para leer en compañía, un libro de preguntas cuya respuesta hoy conocemos asombrados, unlibro que dota de sentimiento y cariño a los viejos recuerdos de nuestra infancia, y con ello a los de todo un pueblo que es el nuestro.
No es un libro de sentimentalismos vacíos, ni de rencores, es un libro lleno de optimismo y vitalidad, es un libro de amor a esta tierra, es un libro de homenaje a nuestros padres y abuelos, es un libro de sufrimientos y retos superados, es un libro de emociones, en definitiva, es el libro del país de la alegría, como dice el título.
PD: Sobre la autora, decir que Nieves Álvarez Martín (1949, Mingorría, Ávila), residente en Cantabria, es una poeta y artista plástica consagrada que ha colaborado en revistas educativas y literarias, dirigido programas de radio y televisión, que ha obtenido 15 premios literarios y otros tantos profesionales, que ha participado en obras literarias colectivas, revistas y antologías, que ha coordinado publicaciones, investigaciones, actos artísticos y poéticos. También es miembro de: Geniologías (Asociación de mujeres poetas) y de MAV (Mujeres en las Artes Visuales). Entre los poemarios destacan los título “Desde todos los nombres (abecedario del olvido)” (2014) y “Tremor de polvo rojo” (2018), y entre sus últimas investigaciones sobresalen “Descubrir lo que se sabe (Estudio de género en 48 premios de poesía) Tigres de papel y Genialogías (2017), mientras que entre las exposiciones relacionadas con la discriminación de las mujeres y la violencia machista figuran las tituladas “Ponte en mi piel” (2016), “100x27 Mujeres sin sombrero” (2018) y “Mira desde mis ojos” (2018).
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