“Ahora se trata de que la Diputación recupere la dignidad”, advirtió. La pregunta que ha quedado en el aire es: ¿qué se pretendió hace 26 años? Y es que la moción de censura de entonces sobrevoló el pleno de la Diputación durante la hora larga que ha durado la sesión plenaria.
En primer lugar, porque entre el público asistente se encontraba el político que la protagonizó, Sebastián González, que entonces llegó a presidir la Diputación y ahora es tesorero nacional del partido, y en segundo término, porque ha servido de argumentario a algunos grupos de la oposición para denunciar que el PP ha vuelto a dirimir sus cuitas internas utilizando como parapeto la institución provincial.
La conclusión generalizada, y más después de oír el discurso del presidente saliente, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, es que el objetivo último del debate era recuperar la dignidad, sí, pero no de la Diputación, sino la que perdió el PP en julio de 2015, cuando un grupo de militantes y cargos públicos osaron desafiar a la dirección provincial y destronaron al presidente propuesto oficialmente por ésta.
Hubo apertura de expediente para Sánchez Cabrera, incluida suspensión temporal de militancia, pero la disciplina de partido pudo más y los desairados aceptaron a cambio de su silencio ocupar cargos de relevancia, remunerados, en el equipo de Gobierno provincial. Aquel acuerdo ha durado todo el mandato menos dos meses.
El detonante, una cuestión ajena a la Diputación: la decisión de Génova, amparada por las normas internas, de imponer una candidata a la alcaldía de Ávila cuando parece ser que el aspirante del partido a nivel provincial era Jesús Manuel Sánchez Cabrera.
La dirección local acató la “intromisión” pero el directamente afectado no, hasta el punto de que ha optado por mantenerse como candidato a la alcaldía de la capital, eso sí, por una formación diferente a la que le eligió presidente. Y por ahí el PP ya no podía pasar. Compensó la traición inicial con puestos de responsabilidad; miró para otro lado cuando el presidente tomó decisiones que no compartía; permitió una manera de gobernar que en ocasiones se salía de los estándares utilizados hasta el momento por los populares y consintió que buena parte del equipo de confianza de Presidencia creara un nuevo partido político.
El PP sólo ha reaccionado cuando Sánchez Cabrera anunció su marcha de la formación de la que ha sido militante en las dos últimas décadas. La cercanía de unas elecciones municipales explica buena parte de lo ocurrido. Dejar la gestión del día a día de la Diputación, con lo que esto implica, en manos de alguien alejado del PP, era demasiado arriesgado.
Convencido para la causa al diputado provincial de UPyD, sólo faltaba la puesta en escena: moción de censura, pleno extraordinario, llamada a rebato de cargos públicos afines, arremetidas contra su excompañero delante de alcaldes y discurso final del nuevo presidente poco realista, puesto que, por muchos compromisos que haya adquirido, en periodo electoral poco margen de maniobra queda a los poderes públicos y, sobre todo porque, no olvidemos, el PP va a gobernar estos dos meses en minoría, con solo 12 de los 25 diputados provinciales, salvo que el diputado provincial de UPyD incumpla la palabra nada en su intervención, cuando ha asegurado que nada le une al PP después del apoyo dado.
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