Verdú subraya la vigencia del aforismo: “No hacen falta ya muchas páginas para decir lo importante. Más bien, lo importante, como se comprueba en la historia de las religiones, se concentra en una sentencia demoledora o incalculable”.
Con una mirada personal y a la vez social, afronta aforismos que llevan la marca del título de la obra, ‘Crudeza’ (Editorial Trea), en los que “no tira o tira con bala”, según el prologista, quien le cita como ejemplo de que en la actualidad, y gracias a los tuits, “se ha promovido una manada de escritores a los que se les cae ahora la frase exacta sin la retórica de expulsarla o enclavarla en la página completa. Más aún: el proverbio cae del cuerpo o de la mente, siendo tan preciso como una revelación. Acaso un excremento natural. Y siendo en este caso más cierto.
Junto a otros géneros, Mario Pérez Antolín (Stuttgart, 1964) añade esta obra a las ya publicadas de este género: ‘Profanación del poder’ (2011), ‘Oscura poder’ (2011), ‘La más cruel de las certezas’ (2013), y ‘Oscura lucidez’ (2015). Hace dos años firmó la antología de aforistas españoles contemporáneos ‘Concisos’.
El libro se presentará en febrero en León (día 6), Valladolid (14) y Gijón (21); y en marzo en Ávila (día 7), madrid (14) y Sevila (28).
Algunos aforismos de ‘Crudeza’
Nadie debería disfrutar de tanta abundancia; y, sin embargo, quienes en ella viven, no solo la gozan, sino que, además, los muy ilusos creen que se la merecen.
Me identifico con las cosas que carecen de objeto y con los hombres que no tienen propósito y con los transeúntes sin destino y con los seres que perdieron su función y con aquellos que han hecho de la inercia su no-finalidad.
Una tromba de cascabeles tintinea en el estómago de un toro que apenas se atreve a salir de su prado porque no confía en estos intrusos con mandiles blancos, capaces de seccionar los genitales como si fueran un trozo de bizcocho seco.
Algo me dice que llegará un día en que nos comunicaremos con los animales y que resultará bastante normal mantener una conversación, por ejemplo, con tu perro después de la cena. Hasta que tal cosa ocurra, me conformo con mirarlos a los ojos y, sin palabras, entablar un intuitivo intercambio de reproches que a mí me haga más afable y a ellos, menos complacientes.
Me conformo con dar la bienvenida a los mariscadores que desentierran gránulos de desilusión en los arenales que unen la costa iluminada con la planicie yerta. Distingo entre ellos a una mujer capaz de hundir su brazo, en los respiraderos de los cangrejos insaciables, para atrapar el sustento que le permita seguir trabajando mientras la marea sube indiferente a las penurias de los que malviven.
Hay poemas indescifrables, cuyo sentido tiene que continuar oculto. Son como esas tumbas de la antigüedad que, solo mientras permanecen selladas y a oscuras, conservan en todo su esplendor las pinturas murales.
Nadie quiere las sobras en la plenitud de la vida, pero nos conformaríamos con las sobras de las sobras cuando llegue nuestro epílogo.
Este desequilibrio me incomoda: el sujeto más rastrero puede perturbar fácilmente al sabio más benévolo; por el contrario, cuidado lo que cuesta que un rufián aprenda algo de un santo.
El confesionario era el lugar de nuestros secretos. Ahora lo es el buscador de internet.
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