El interno, que ingresó el 18 de junio para cumplir una pena de cinco años y diez meses, había pedido contar la bicicleta pero le fue denegada por la dirección de la cárcel, por lo que presentó una queja que ahora ha sido resuelta a su favor.

Según el juez, contar con el aparato “puede ser en este caso un útil instrumento para ocupar las largas horas de soledad y ayudar con ello al mantenimiento de la salud mental del penado”.

El juez ha contado con el informe de los servicios médicos porque “puede resultar beneficiosa para la salud tanto física como psíquica”, y dado que en el módulo en el que se encuentra ingresado y “aislado, con separación física y regimental dentro de un centro penitenciario de mujeres”.

Y es que se tiene en cuenta que el módulo no dispone de gimnasio o instalación deportiva propia, por lo que el interno “disfruta” de las instalaciones comunes del polideportivo cuando el resto de las internas no las utilizan.

Casi dos metros

También apuntan que “la constitución física del interno le dificulta cuanto menos, el uso de las bicicletas que hay en dicha instalación deportiva común”, lo cual es reconocido incluso en el propio centro, al considerar que las bicicletas existentes “le resultan pequeñas”.

El auto judicial explica que a la vista de las “limitaciones físicas” que Urdangarín “tiene por causa de lesión u operación”, el uso de otros aparatos no indicados médicamente para la práctica del ejercicio físico “le podría resultar perjudicial”, pero “no así la bicicleta”.

“No constando que se trate de un objeto de uso prohibido en el centro”, le autoriza el uso de lña bicicleta estática de su propiedad, “y por tanto adecuada a su constitución, con la finalidad de favorecer y preservar su salud física y psíquica”.

Se tiene en cuenta que por las características físicas del recluso, de “prácticamente dos metros de altura, no existe en el centro penitenciario maquinaria deportiva adecuada para la realización de ejercicios aeróbicos”, y que “no hay riesgo para la seguridad del centro”.